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martes, 20 de septiembre de 2011

¿POR QUÉ LOS TIOVIVOS NO DESAPARECEN?
 Jose David – 2010

En este mundo en que guiados por  distintas motivaciones los seres humanos  han  llegado  a  borrar  edificios, calles, estadios y ciudades enteras, cada vez que paso frente a un tiovivo me pregunto ¿qué misterioso poder tienen para no desaparecer, de la faz de la tierra?

Un poco de historia
El primer tiovivo aparece en un bajo relieve del Imperio de Bizancio por el año 500 DC.
Las primeras versiones eran muy  inseguras pues no tenían plataformas y  los asientos colgaban de postes o cadenas  y los caballos en  que  se  ubicaban,  por efecto  de  la  fuerza centrífuga, se orientaban hacia fuera y  simulaban volar. Se les llamaba: calesitas de caballos voladores.

Por 1648 se tiene referencia de que un viajero inglés lo encuentra en Turquía, donde el maringiale o sarianguik viene a ser la materialización que, del tiovivo, tuvo el rey turco de Estambul. Una de esas  versiones es la que llegará a Europa en 1673 donde tuvo un rápido desarrollo en países como Alemania, Francia, Inglaterra e Italia.

En épocas  pasadas  los  pequeños  carruseles eran  instalados  en  los  jardines privados de la   realeza  pero,  con  el  correr  del  tiempo,  gracias  a  la   aprobación  popular,   se   volvieron componentes  obligados  de la decoración urbana y en esa calidad, nos es posible encontrarlos en  espacios públicos tales como plazas, ferias,  recreos y  parques. Fue por 1850 cuando el alemán Gustavo Dentzel, los introduce en el mercado norteamericano con un éxito tan  inmediato que da lugar a la creación de varias fábricas locales.

Básicamente consiste  en  una   plataforma (que puede llegar a tener un primer piso)   circular  y  giratoria  sobre las que se colocan en tamaño reducido: autitos de carrera o no,  botes,  avioncitos, helicópteros,  carrozas,  lanchas, platos  voladores, camiones, tractores,  motos  y   animales   tales   como:  caballitos, cerdos, ciervos,    cisnes,  conejos, burros, elefantes, jirafas, leones,  llamas, perros y tigres. Es  sobre estos objetos –  en  una primera   instancia de   madera  tallada   y  pintada  por  artesanos  de renombre, – que se ubican los asientos de los pasajeros.

Por  1820  se  les agregará el complemento de la música de organitos la que también habrá de aportar su mensaje tranquilizador. En 1891 surge la primera calesita fabricada en Argentina país que luego será el suministrador para toda la región circundante. Originalmente giraban impulsadas por la tracción de un caballo y hacia 1930 lo eran por motores primero a  nafta y luego eléctricos.

Actualmente  todos los elementos ubicados sobre la plataforma llamados figuras y en consecuencia sus asientos, son fabricados con fibra  de  vidrio lo que permite obtener piezas de gran colorido, mejor aseo y mantenimiento  más  fácil  pero  lamentablemente, sin contar con la interesante  mano artesanal de antes.

Algunas de las diferentes denominaciones
Si siguiésemos la descripción que el Diccionario de la Real Academia Española (2001) hace del tiovivo, se trataría de “un recreo de feria que consiste en varios asientos colocados en un círculo giratorio”. Procuraré mas adelante hacer un análisis que permita descubrir algunos de los componentes mágicos  que entiendo esta definición deja de lado.
Cuando nos referimos al tiovivo en España, estamos identificando sin ninguna duda, a uno de  los  medios  de  diversión  predilectos  de todos  los  niños  del mundo y que ha recibido distintos nombres en cada uno de los países en que fue adoptado: ringelspiel en Austria, karussell en Alemania, calesita en Argentina y Uruguay, merry go round (vueltas felices o alegres) o carousel en  Inglaterra, giostra o carosello en Italia, sjarjará en Israel, kolotoc en Checoslovaquia, karrusel en Dinamarca, dreaimolen en Holanda y carrosel en Brasil y Portugal, carrousel o manège en Francia donde ambas denominaciones no se aplican indistintamente sino que son usadas dependiendo de si  los elementos que lo componen son completamente fijos o tienen  movimientos hacia arriba y hacia abajo

Los orígenes del nombre tiovivo usado en España desde el siglo XIX es ambiguo y tal vez provenga de la expresión que hacía referencia a la “viveza” del “tío” que lo inventó.
El término carrusel aparentemente tiene un origen bélico: del italiano “garosello” que en español equivaldría  a “carosella” (pequeña guerra)


Análisis de algunos de los elementos
El  niño  siempre tiene avidez por conocer el mundo, de  extender  su mirada. Su curiosidad puede llegar a ser ilimitada y la ciudad moderna parece condicionarlo cada vez más con sus  horizontes concretos y  artificiales. El  tiovivo  podría  considerarse  como  un refugio a esa situación y es con ese espíritu, que  la escritora Cristina Suarez (2004) escribió el cuento “La calesita”, publicado en Rumbos, Argentina.

El movimiento circular  no solo permite la lección de volver al mismo punto de partida para retomarlo con iguales fuerzas, sino,  lo que psicológicamente podría interpretarse como una instancia en la que es posible volver a unir  lo separado.
Este formato, ofrece a todos experimentar la sensación de siempre llegar a la meta eliminando así el ánimo competitivo, característico de la carrera. Aquellos que en lo deportivo se auto definen como eternos perdedores, podrán subirse tranquilos.

Tanto por la forma circular, como por lo corto del tiempo empleado en dar  cada vuelta, podemos afirmar que casi no se fisura el contacto ocular entre el niño y su ser querido.
Los movimientos hacia arriba y hacia abajo tal vez rememoren  los efectuados cuando fueron acunados  por sus familiares, así como  esa mínima  pérdida de contacto ocular  (que   sucede  mientras se completa la vuelta), traiga a la memoria,  los  primeros  intentos en que entre madre e hijo,  jugaron a las  escondidas.

Me he referido a las vueltas que da el tiovivo y quisiera  destacar  que ellas acostumbran a ser lentas, pausadas y siempre a un ritmo constante. Por lo general suelen  iniciarse con el sonido de un timbre, el mismo  que  vuelve  a  escucharse  al  final.  Estos  simples indicadores  aparentemente sin sentido,  tienen por objetivos  los de  marcar el comienzo y  la finalización  de un ciclo. Otro elemento tranquilizador.

La  música algo monótona y repetitiva, servirá para reforzar la tranquilidad de cada una de las vueltas y para cumplir con ese objetivo, no es necesario que cambie. Roberto Neri (1963).
Muy pocas personas se sienten pasadas de edad o con fuerzas suficientes como para renunciar a un viaje en tiovivo, problema que no llega a ser tal pues es costumbre permitir el acceso a los mayores que deseen acompañar a los  niños. Esta posibilidad, es poco común entre las actividades lúdicas.  La opción de mantener  este contacto próximo,  ya no como  espectador sino como  acompañante,  le  permitirá  participar  mas  de  cerca  de  la sensación de empoderamiento que el niño experimentará transformado mientras cumple los roles de: chofer, piloto, capitán, entrenador, o valiente domador.

Si  el adulto  en  cambio  optase   por  no  subirse,  lo  corto  de  cada vuelta hará que el niño no experimente el temor a la pérdida visual, típica de los juegos de ocultamiento. El contacto se re-establecerá y mantendrá vigente, gracias a pasadas que se repetirán cíclicamente, al mismo tiempo,  por el mismo lugar.

Resulta  llamativo que éste pasatiempo no se haya plegado a la moda por la velocidad, ni a la de las músicas estridentes, ambas características comunes de este siglo XXI.
Juan J. Rosa Sánchez y otro (2005) explican que el equilibrio del  que se participa en las vueltas proviene de que cada  movimiento de  ida genera otro de vuelta que cierra el circuito con simetría. La misma simetría que existe entre lo que una vez va hacia arriba, luego irá hacia abajo.

Los carruseles suelen estar bien iluminados,  generalmente  por muchas  lámparas  pequeñas dispuestas en forma de  guirnaldas a las que hay que agregar  las colocadas  en  los  camiones, barcos, etc. para darles un aspecto más real. Tanto los colores como las  suelen ser amigos del niño.

En las paredes que antiguamente tenían vistas de ciudades y marinas decoradas a mano, en la actualidad  fueron  sustituidas por personajes de W. Disney.
Luego de haber constatado que todo lo que se le ofrecía como consumidor coincidía con lo que estaba a la vista, se esperaba que el niño cumpliese con el requisito de elegir un asiento Una simple mirada le bastará para optar entre todo lo que se le exhibió sin la complicación de otras sorpresas. La   misma  mirada  con  que previamente había consignado  estar rodeado por  personajes multicolores, risueños y/o, amigables.

Es probable que el niño en su gran inocencia haya intuido que ninguno de esos autitos jamás circulará por calles y avenidas, que ninguno de  los  barcos tampoco  lo  hará por ríos y mares, que  los aviones  no surcarán los cielos o que ninguno de esos animales jamás llegará a asustar o a ser agresivo. Que las tazas gigantescas giratorias  no podrán nunca ser usadas. Que los caballos rojos, verdes, amarillos  y azules no existen con esos colores ni tampoco pueden mantenerse eternamente en posición de  bailarines. Sabe que el mundo dispuesto sobre ese gran plato giratorio, no tiene nada en común con la vida real, de ahí sus características lúdicas
Tal vez sea por eso que después de la elección, cada uno de los niños aportará individual e independientemente su imaginación,  (aún estando callado), para el disfrute de ese gran objeto a ser compartido. Será fácil comprender por tanto  que la existencia de los espejos sobre las paredes de los tiovivos, no son casuales. Tienen como cometidos los de  reflejar los buenos estados de ánimo de sus ocasionales pasajeros.

Casi todo está dispuesto pues, para que los mensajes que se generen sean placenteros y llenos de seguridad.

El tiovivo encierra otros juegos a parte del de las escondidas y los balanceos. Pueden generarse  movimientos parecidos a los de la hamaca,  del avioncito, el sube y baja, etcétera y mismo en sus giros, hay autores que reconocen a los del trompo.
Luego de considerar estos puntos, propongo abrir el debate que nos lleve a analizar si: a)  ¿El carrusel es o no un juguete? b) ¿Es que el niño/pasajero llegará o no a estar en situación de juego? y finalmente c) ¿Será posible inferir que la disminución paulatina pero constante del número de tiovivos, podrá considerarse como el presagio de una total desaparición futura  o, como tantos otros componentes del patrimonio cultural,  desembocará siendo otra pieza más de algún  museo especializado?

Para finalizar y a modo de  resumen diré que el tiovivo permite que el adulto  coparticipe con el niño si así lo desea, hace posible mantener el contacto ocular, ofrece al niño la sensación de poderío,  de disfrutar de un lugar sin sorpresas desagradables y alejado de situaciones competitivas, de co-participar individualmente con compañeros de las más diversas clases sociales sin crear redes ni compromisos. Ofrece  la posibilidad de participar de un gran juguete colectivo lleno de brillos y fantasía. Todo esto circunscripto dentro de  una especie de carpa de circo de reducidas dimensiones pero abierta para que, montado sobre los más diversos vehículos haga volar su imaginación sin que ninguno de  los animales se escapen.

Bibliografia
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David, José (1997): Juegos creativos para la vida moderna.    Buenos Aires, Lumen Hvmanitas.

David, José (2004): Juguemos antes que se acabe. Buenos Aires, Lumen Hvmanitas.

David, José (2008): Un desafío. Desarrollar valores a través del juego. Tomos I y II. Buenos Aires, Lumen Hvmanitas

Pellegrín, Ana (1998): Repertorio de antiguos juegos infantiles. Madrid. Consejo Superior de 



Investigaciones Científicas, Departamento de Antropología de España y América.

Ramos Martinez, José Luis y Martínez Martínez Janeth. (2000): Diversas miradas sobre el juego. México. Instituto México. Nacional de Antropología e Historia.

Real Academia Española. (2003): Diccionario de la Real Academia Española. España. Edición 22ª. En el libro figura citado como RAE.

Restrepo, Luis Carlos (1998): El derecho a la ternura, Montevideo, Doble Clic-Arango.

Rosa Sanchez, Juan y Del Río Mateos, E. (2005): Vocabulario de juegos tradicionales populares y autóctonos. León. Universidad de León.

Rozental, Alicia y otros (2005): El juego, historia de chicos. Buenos Aires. Ediciones Novedades Educativas.

Schaefer, Charles E. (2005): Terapia de juego con adultos. México.  Editoral Manual Moderno.

Scheines, Graciela (1981): Juguetes y Jugadores. Buenos Aires.

Scheines, Graciela (1998): Juegos inocentes, juegos terribles. Buenos Aires, Editorial Eudeba.

Stella, Jacques. (2001):  Juegos  y  pasatiempos  de   la   infancia. Barcelona. Edit. José J. de Olañeta. Barcelona. España.

Tonucci, Francesco. (2002): Cuando los niños dicen:¡BASTA! Bs. As. Argentina. Editorial Losada.

Ventosa, Víctor J. y otros (2006): Manual del Monitor de Tiempo Libre. Alcalá. Madrid. Editorial CCS.

Vidart, Daniel (1999): El juego y la condición humana. Montevideo. Ediciones de la Banda Oriental.

Wise, Debra. (2007): El gran libro de los juegos infantiles. Volumen I. Barcelona. España. Ediciones Paidos Ibérica S.A.

Ziperovich, Pablo Carlos (2002): Recreación-hacia el aprendizaje  placentero. Educando Ediciones. Córdoba.


domingo, 28 de agosto de 2011

LA MUJER SILENCIOSA


Llovía copiosamente esa madrugada cuando Jesús se lanzó a la calle decidido a abandonar la casa. Siempre que llovía se apoderaba de él un violento entusiasmo, las ideas se agolpaban en su cabeza atormentándolo, el éxito estaba sólo a unas pocas cuadras. Tomó un equipaje ligero y los documentos.
Al llegar a la estación, saludó al guardia y se sentó en uno de los bancos a esperar el tren. A la hora, su impaciencia iba en aumento y el tren no atinaba a pasar. El cansancio le estaba invadiendo el cuerpo, la humedad le llegaba a los huesos, le inundaba los pensamientos. A las dos horas ya había recorrido varias veces el trayecto desde el banco hasta el borde de las vías. No se explicaba qué estaba pasando. Ya ni se acordaba dónde había dejado el boleto.
Con afán comenzó a buscarlo dentro de la maleta, sin suerte. Tal vez lo habría dejado sobre el fregadero, o se le habría caído en la calle. Y si fuera así, la lluvia se habría encargado de él, o algún perro lo... Se levantó de un salto, tomó la maleta hecha un lío de ropa y zapatos la cual no pudo cerrar debidamente, y por ese motivo nacían de sus huecos mangas de camisa que como pies se arrastraban a su lado.
Con malhumorada resignación emprendió el camino de regreso a casa. Delirante, pasó junto al guardia, esta vez sin saludarlo y mesándose los cabellos se perdió entre la lluvia. Su bamboleo fue haciéndose cada vez más lento, más cansino, era como si juntara años en cada paso. Dejó que la ahora suave llovizna lo envolviera, mientras el amanecer luchaba por romper el hechizo de la noche.Al dirigirse a la estación era un joven lleno de aventuras, con toda la fuerza de las ideas que le hervía en la sangre, con las ansias de tragarse el mundo en cada paso y ahora, al desandar el camino era un hombre sin esperanzas, vacío.-Si al menos hubiera encontrado ese maldito boleto... –susurraba.
Llegó a la casa derrotado, como si hubiera perdido una batalla, como si hubiera sobrevivido a una desastrosa pesadilla nocturna.Silenciosamente miró hacia el cuarto de los muchachos. Los cuatro se amontonaban en un entrevero de brazos irreconocibles. Se desnudó y se metió en la cama. La mujer silenciosa, a su lado, como una masa inerte, cerró los ojos y suspiró, por enésima vez.   
Mónica Marchesky

miércoles, 6 de julio de 2011

“MARIPOSAS EFÍMERAS VOLABAN DE MI PIPA”


   …, tan fugaces y breves  como lo estaba siendo mi vida. Perdido entre el humo del tabaco holandés, esta vez aromatizado a chocolate y vainilla y un trago de ron, mis recuerdos se elevaban tratando de aterrizar en algún valle que pudiera darme el aliento que necesitaba para no evocar más el amor perdido de esa mujer que supo encantar mi vida, regalándole a mi soledad ese brillante colorido que se refleja a trasluz del polvillo que desprende el aleteo de las mariposas primaverales. Hoy no tengo nada sin los enigmáticos ojos de Sofía, hoy no tengo nada sin su suave piel…
Sin embargo puedo percibir aun su presencia, siempre algo queda en el alma y en el corazón cuando se ha vivido un gran amor. Una sonrisa recibe primero a mi pipa y luego a la copa, es mi única salida, recordarla una y otra vez; Sofía salió de mí así como se desvanece el humo del tabaco pero quedó grabada en mí hasta la eternidad, ella vive en cada momento infinito. Deposité la copa con el dulce néctar y mi aromática pipa en la mesita al costado del sillón, y dormitando soñé en aquellos  días de hace tantos años, pero como si fuera ayer, cuando la conocí en la Sorbona de Paris, ambos estudiantes jóvenes y audaces. Nuestros paseos de la tarde, abrazados por la cintura, caminando lentamente por la orilla del Sena, oyendo sones de música y los gritos de los bouquinstes, con los corazones palpitando de emoción y de amor.
Nunca podré olvidar nuestros encuentros rápidos pero intensos. Su perfume a mujer fresca. Su cara de muñeca antigua. Sus manos pálidas jugando con mi pelo.
Ha pasado mucho tiempo y aún hoy, cuando creo que aún aleteas junto a mi, siento que se mantiene válido lo que te escribí  cuando era joven.
“ Te quiero y te cubro. Eres como una paloma mojada y mis manos te acarician, como secándote el plumaje. Bajo la lluvia de los bulevares, corremos como una sola persona, riendo y disfrutando. Como si fuésemos dos almas fundidas en una. Como millones de besos reunidos, cual mariposas, reconociéndose, por el perfume.”
Dejando atrás el sopor en el que estaba sumergido releo por enésima vez la breve misiva que aprisiono con manos temblorosas. Llegó esta mañana, alterando mi apacible rutina y despertando fantasmas y demonios que creía sepultados para siempre.
No reconozco en ella la cuidada caligrafía de antaño, quizá los años han cumplido su ineludible tarea, ¿o será que la mente impide que me rinda ante lo evidente? ¿En verdad la has escrito tú, Sofía?
Durante décadas esperé saber de ti, mas vana fue la espera. Siento que esta carta llega demasiado tarde, que no tengo ya fuerzas para asumir el riesgo de encontrarnos. Espero llegues a comprender que la ausencia de respuesta indicará que no puedo permitirme hacer añicos la magia que envuelve tantos recuerdos, mi tesoro más preciado… pero que continuaré amándote hasta el último día de mi vida…

Cadáver exquisito:
"Mariposas efímeras volaban de mi pipa"
Ficción del grupo de trabajo del taller creativo del Club Banco República
2011