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miércoles, 19 de abril de 2017

EL CASO MIKAEL BOWN

Escritores Creativos "Jardín de ideas" 2017 
Cuento policial

Cristina Bossio


El murmullo que recorría  los pasillos de la Facultad esa mañana era,  ¡MURIÓ MIKAEL BROWN !
Los estudiantes no lo podían creer, le recordaban como el ser más arrogante y antipático de toda la Facultad. De mirada fría y penetrante, era pura mente analítica, sin el menor atisbo de sentimiento.
En sus clases sólo se tenían en cuenta las expresiones culturales y la Historia, según su punto de vista, era sólo secuencias predeterminadas por los hombres.
El cadáver del Profesor fue hallado por una empleada de la limpieza. El Rector dio parte inmediatamente a la policía del Condado.

COMIENZA LA INVESTIGACIÓN

Cuando el detective Julio García aspirante a Detective Mayor se presentó con su equipo al lugar de los hechos, empezaron a buscar huellas dactilares y algún detalle significativo para iniciar la pesquisa.

El cuerpo sin vida del Profesor se había encontrado sobre la mesa de su despacho. En la misma figuraba el listado de una clase de cien alumnos con la misma clasificación: "MATRICULA DE HONOR."

PRIMEROS PASOS DEL CRONOGRAMA POLICIAL

Dos días después se  dio sepultura a los restos en el cementerio local. Allí se presentó el detective García camuflado entre los concurrentes. Unos, colegas quienes se preguntaban quién ocuparía el cargo de Rector, otros, alumnos. Entre ellos una joven, vestida toda de negro, apoyada por su pareja. Se trataba de su sobrina, hija de un  hermano muerto, única familia que le quedaba, a quién presentábanle las condolencias.

LA CASA DEL PROFESOR BROWN

Mediante una orden de allanamiento, el detective García y sus colaboradores, entraron en la casa del muerto. Se trataba de una vieja mansión victoriana, rodeaba de un gran jardín. Las ventanas estaban completamente cerradas. No había mascotas esperando a su dueño. En la parte izquierda de la misma, una puerta pequeña comunicaba con el ala de servicio. Allí un vieja mayordomo les hizo pasar.

Sobre la chimenea había una foto de quién podría haber sido su esposa.
En la gaveta del escritorio se halló una carta de despedida.  Habían  estado casados durante veinticinco años. Luego, de los cuales, amigablemente se habían separado.

Las paredes del escritorio estaban tapizadas de libros demostrando que aquél hombre había sido una eminencia en su materia. Con su amor y el interés por las palabras, había reconstruido diversos textos escritos, tratando lo más fielmente posible, la cultura que dio a luz esos textos y que aún subyace a los mismos.  Quién se dedique a la Filología de esa manera, era sin duda, un trabajo apasionante.

MOTIVOS PARA MATAR

Todos eran culpables, hasta que no se demostrara lo contrario.
El trabajo recién comenzaba. Los alumnos distinguidos con la Matrícula de Honor, estaban exentos de pagar durante un año, ellos según la lógica policial, no eran materia de estudio.
En cambio, aquéllos que no se habían favorecido con tan codiciado premio, serían objeto de investigación.
Lo mismo con la sobrina y su pareja sentimental.

LOS PERSONAJES

El Profesor Brown era alto, delgado, apuesto, seguro de sí mismo. Tenía cuarenta y siete años y su estado civil  separado, lo hacía apetecible a las féminas de su entorno. A menudo se pavoneaba entre sus iguales, creyéndose el mejor. Era querido y odiado a la vez. 

Su sobrina Isabel era una chica atractiva, pero a la vez tímida y apocada. Concurría a la casa de su tío, que ejercía de tutor en la maestría que ésta estaba cursando en la misma facultad que él.
Desde la muerte de su padre, tuvo carencias económicas importantes. Así que actualmente se desempeñaba como camarera en el restaurante de la Facultad. Alquilaba una pieza en la pensión más cercana.

Muchas veces pensaba cómo se habían conocido con su novio. Había sido por Internet, como se acostumbra hoy en día entre los jóvenes. Luego se dieron cita en una sala de exposición de  pinturas.
                            -Soy Héctor.
                            -Isabel, dijo ella.
                             -Es un nombre precioso
                            -Lo mismo que el tuyo.

La miró fijamente durante un minuto antes de recobrar la postura y extender su mirada al rededor.
       
                            -Ven, quiero presentarte a mis amigos, le dijo.

Le apoyó una mano sobre la espalda y la guio a través  del salón. Le presentó a la pintora cuya obra se exhibía en el salón, también a los dueños de la galería, los pintores y a su socio.

Ella se sintió incómoda en aquél lugar entre gente muy superior a ella. Miró a Héctor, que con su modo suave, la sabía llevar. Le gustaba pensar que él era un hombre que tenía los pies bien puestos sobre la tierra,  y tal como ella suponía se hizo cargo de la situación. Se sentaron a tomar una copa de champan en un rincón silencioso y oscuro. Comenzaron un diálogo sobre el trabajo y la vida misma. El llevaba la voz cantante, siempre. Isabel se sentía feliz. Había encontrado una persona simpática y encantadora.

Con el tiempo, la relación se fue afianzando y fueron pareja de hecho. Él era para ella un sueño hecho realidad, la reencarnación de todo lo bueno, fuerte y fiel que podía tener un hombre.

A menudo, cuando no se veían se mandaban mensajes de texto por Internet.

A pesar de su enamoramiento, ella veía algo raro en él. No sabía nada de su pasado y se negaba a darle algún dato  sobre su vida. Nada le importaba más que el vivir placenteramente cada minuto.  

Poco a poco se fue transformando en un ser manipulador y obsesivo. Le controlaba las llamadas que entraban a su celular. No tenía hábito de trabajo. La convivencia se hacía cada vez más difícil. 
Sin embargo ella le quería. Notaba con cuánta insistencia le hacía ver que no dejara escapar los bienes del profesor que ante su muerte, le pertenecían a ella como bienes sucesorios.

En una ocasión Isabel llegó a la casa de su tío, un día en que no era el habitual y a una hora desacostumbrada, conociendo a una mujer que estaba conversando muy animadamente con su tío. Por primera vez pensó que él podría casarse nuevamente, tenía buena edad,  y quiso conocerla. Constató que era mayor que él, inteligente y profesora de profesión. Supuso que sería suficientemente ambiciosa para  querer compartir la vida con tan buen partido.

Pero esa herencia no la dejaría escapar por nada en éste mundo. Quería salir de las deudas en las que se había metido e inconscientemente empezó a darle forma a una idea nefasta en la nebulosa de su mente, que empujada por fuerzas negativas la llevaron a maquinar cómo darle muerte a su tío. La  influencia de Héctor en su personalidad frágil y pusilánime. Hombre sin escrúpulos al fin había dado con la persona justa para aparecer impune ante los hechos que en poco tiempo se desencadenarían.

EL DÍA DEL CRIMEN

Todo se dio fácilmente. Esa tarde Isabel concurrió al despacho de su tío a terminar uno de los capítulos de la maestría. Nadie la vio. Como no era día de clase, el recinto estaba vacío. Llevaba consigo la aguja envenenada. En un momento de distracción se dirigió a la espalda del sillón de su tío y con un movimiento artero le pinchó en la carótida. Todo fue muy rápido. Los ojos del Profesor la miraron incrédulos y doloridos. No le dio tiempo a nada. Su cabeza cayó sobre la mesa del escritorio pesadamente.

LAS CONCLUSIONES DE LA POLICÍA
En su momento se habían llevado las computadoras de ambos implicados. En ellas encontraron mensajes comprometedores que les dieron pistas suficientes de quién era el asesino.

Una vez seguros se acercaron a la mansión del profesor ahora ocupada por Isabel. La vieron a través del ventanal del living. Ella también los vio. Casi que los estaba esperando. Subió la escalera despacio, peldaño a peldaño abrió la puerta de la biblioteca, se sirvió un generoso vaso de whisky y yendo hacia la ventana abierta, voló como un pájaro indefenso, lleno de remordimientos, al espacio verde que rodeaba la casa.