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domingo, 21 de diciembre de 2014
SEVEN
Siete pecados capitales
Gustavo oxehufwudLUJURIA
Lujuria salió ese día como siempre. El
color que llevaba reventaba los ojos del
más prevenido. ¡Qué andar¡, era imposible ignorar ese llevar, parecía
desarmarse con tanto cadereo promiscuo.
-A cazar Lujuria, se decía dándose ánimo; con su hipnótica lengua de serpiente saliendo
y entrando, con ojos de fuego quemando nobles corazones, con sus caricias bebe (de lo que esconden),
con su palabras falo y sus voluptuoso silencio.
Amores perdidos, familias destrozadas, pérdidas de trabajo,
quiebres financieros; eran algunas de su bendiciones.
Lujuria que tiene la cara de todos y no se parece a
nadie, esa mañana cayó en la tentación y
se metió en tierras enemigas. Tomó el camino del medio, y quedó de frente a uno
que estaba crucificado como ofrenda, pensó. Esa desnudez no era igual a las
otras que le aceleraban las palpitaciones, vió que había un altar, miró a su
alrededor, miró hacia arriba también y dijo: -¡qué obsceno!
GULA
Es imposible parar, es como estar poseído por el mundo.
Devoro todo lo que llega o soy devorado, no sé, pero también
robo de guante blanco con la coartada de una nueva belleza que no es otra cosa
que mis fueros.
Soy rabdomante de la palabra, mi lapicera y mi pequeña
libreta son mi orqueta, envío sondas a excavar mundos paronímicos de ahí vienen
mis personajes, exhumo el homónimo que por cada palabra habita en el silencio,
y el sinónimo y el antónimo se me vuelven perfume y sudor de cada palabra sin
saber cual es cual, y cuando, aunque no creo en ninguno de ellos.
Hay olor a palabra, es la hora de comer y que importa que
sea a deshora, ingerir para crear siempre da hambre aunque más no sea para
saciar el regurgite. Y para que la palabra hable lo quiero todo bailando en mi
base de datos de carne y hueso: el
chistido del mate en infusión meditativa, el tac de un nuevo enter, el sonar
del pizarrón con el menú del día martes al mediodía contra el suelo porque el
viento manda, el sinsabor de un domingo a las seis de la tarde, aunque me
vuelva caníbal conmigo.
IRA
Instrumento
musical agridulce con forma de corazón. Tañir la ira significa traer cosas
pasadas al presente y vestirlas del futuro.
En un
pueblo llamado “Olvido”, que existió antes del gran diluvio, la gente se reunía
cada tanto en la plaza principal a escuchar a los tocadores de Ira. Aquella
humanidad disfrutaba de tan enérgicas ejecuciones donde descubrían las causas
de sus males que rápidamente volvían a olvidar.
Asimilados
a historiadores aquellos músicos eran sospechados de jamás alcanzar el sueño
debido a que habían efectuado pactos con entidades maléficas, sobretodo con el
demonio de la consciencia.
PEREZA
Tengo pereza. Me cuestan mucho algunas cosas, y creo
que será perjudicial en algún momento de mi vida. Tengo pereza para quedarme a
dormir y perderme la mañana, ese rayo verde que no encuentro todavía pero dicen
que existe y que algunos si lo vieron, entre ellos los pájaros que se niegan a
dar testimonio.
Me dá mucha fiaca acostarme temprano y rifarme los
encantos de la noche cuando la musa que siempre es la misma se desnuda por otra
punta. Soy un perezoso empedernido lo reconozco, no puedo engancharme con
ninguna telenovela, porque sigo corriendo detrás de una pelota dos o tres veces
a la semana.
No puedo quedarme a durar mejor seguir arriesgando
día a día a contrapelo del mundo si es necesario, prefiero la comodidad de
aprender cosas nuevas y la seguridad de los cambios radicales.
Ser tan perezoso hizo que colgara de mis sábanas la
depresión y me fuera al laburo con el sabor del día gris en un paisaje soleado,
aunque estoy pensando que cuando está pereza se vaya la vida será un castigo.
ENVIDIA
Envidia estaba acostada sobre una
enorme piedra roja, esperando tal vez un beso que la despertara, porque había
nacido así, sin vigilia en el cuerpo.
El colectivo la ignoraba, era tal
la desidia que parecían no verla, como si no estuviera, como si la razón de su
existencia fuera prescindir de ella.
Pelaban frutos, cortaban ramas,
recogían leña para mantener el fuego que desde apenas dos o tres generaciones
habían aprendido a manejar, sus manos ya no estaban dormidas. A su habilidad
para trepar árboles y lograr buenos atalayas, le sumaron una cierta
maleabilidad de la naturaleza con la cual vengaron tantos años de pasividad
ante el accionar de las fieras que ahora mantenían a raya.
Así la torpeza original vino a ser
sustituida, así fuimos abandonando los árboles y salimos de la zona roja de la
extinción.
Con el día venía la preocupación
del alimento, y que los más pequeños, mujeres y ancianos comieran primero, el
refugio para congregarse también era una necesidad y recrearse en el juego de
la persecución era otra de las necesidades.
El cielo había rugido y la noche
se desasía en agua, alguien del grupo se
quejaba sin parar lo cual perturbaba el sueño de primero.
Era una hembra, vieja y que estaba
en el final de su existencia. Se acercó con los ojos inyectos en rabia como
para hacerla callar de un gruñido y hasta de un golpe si era necesario. Al verla algo lo precipitó
a cambiar el ánimo, su odió lo cambió por algo que no podía explicar pero se
movía y crecía es su interior. Tuvo un sentimiento de cercanía con ese ser, le
tomó la mano y la puso en su rostro, los se le habían nublado de humedad.
Esa noche dejó de la cueva para
enterrarla en el amar no sin antes percatarse de que había una piedra roja
enorme en la entrada, y pensó en destruirla al volver.
SOBERBIA
Detrás de los espejos hay un mundo que late, que camina y
sueña. En Sobervia todos le hacen honor al significado del nombre de su pueblo.
Este Kurdistán del reflejo, que aún no está en el mapa ha vivido por siempre a
la sombra de la humanidad. En una sociedad donde todos son soberbios la
soberbia no puede existir. Presumir no tiene sentido, uno se repite.
Fue así que nos han manipulado desde siempre haciéndonos
creer que lo que veíamos era la realidad, subjetiva, fuera de todo entusiasmo o
desazón. De ahí esa posibilidad de sentirse dios, los hizo soberbios a través
de nosotros dado que en su tierra nunca fueron profetas.
AVARICIA
Avaricia
fue su madre. El avaro es un viejo con cara de niño sobre una montaña llamada
soledad.
Y hasta
ahí, no quiero dar……., digo, no tengo más nada que decir.
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