Escritores Creativos "Jardín de ideas" 2017
Cuento policial
Cristina
Bossio
El murmullo que recorría
los pasillos de la Facultad esa mañana era, ¡MURIÓ MIKAEL BROWN !
Los estudiantes no lo podían
creer, le recordaban como el ser más arrogante y antipático de toda la
Facultad. De mirada fría y penetrante, era pura mente analítica, sin el
menor atisbo de sentimiento.
En sus clases sólo se tenían en
cuenta las expresiones culturales y la Historia, según su punto de vista, era
sólo secuencias predeterminadas por los hombres.
El cadáver del Profesor fue
hallado por una empleada de la limpieza. El Rector dio parte inmediatamente a
la policía del Condado.
COMIENZA LA INVESTIGACIÓN
Cuando el detective
Julio García aspirante a Detective Mayor se presentó con su equipo al
lugar de los hechos, empezaron a buscar huellas dactilares y algún detalle
significativo para iniciar la pesquisa.
El cuerpo sin vida del Profesor
se había encontrado sobre la mesa de su despacho. En la misma figuraba el listado
de una clase de cien alumnos con la misma clasificación: "MATRICULA DE
HONOR."
PRIMEROS PASOS DEL CRONOGRAMA
POLICIAL
Dos días después se dio
sepultura a los restos en el cementerio local. Allí se presentó el
detective García camuflado entre los concurrentes. Unos, colegas quienes se
preguntaban quién ocuparía el cargo de Rector, otros, alumnos. Entre ellos una
joven, vestida toda de negro, apoyada por su pareja. Se trataba de
su sobrina, hija de un hermano muerto, única familia que le quedaba,
a quién presentábanle las condolencias.
LA CASA DEL PROFESOR BROWN
Mediante una orden de
allanamiento, el detective García y sus colaboradores, entraron en la casa del
muerto. Se trataba de una vieja mansión victoriana, rodeaba de un gran jardín.
Las ventanas estaban completamente cerradas. No había mascotas esperando a su
dueño. En la parte izquierda de la misma, una puerta pequeña comunicaba con el
ala de servicio. Allí un vieja mayordomo les hizo pasar.
Sobre la chimenea había una
foto de quién podría haber sido su esposa.
En la gaveta del escritorio se
halló una carta de despedida. Habían estado casados durante
veinticinco años. Luego, de los cuales, amigablemente se habían separado.
Las paredes del escritorio
estaban tapizadas de libros demostrando que aquél hombre había sido una
eminencia en su materia. Con su amor y el interés por las palabras, había
reconstruido diversos textos escritos, tratando lo más fielmente posible, la
cultura que dio a luz esos textos y que aún subyace a los mismos. Quién
se dedique a la Filología de esa manera, era sin duda, un trabajo apasionante.
MOTIVOS PARA MATAR
Todos eran culpables, hasta que
no se demostrara lo contrario.
El trabajo recién comenzaba.
Los alumnos distinguidos con la Matrícula de Honor, estaban exentos de pagar
durante un año, ellos según la lógica policial, no eran materia de estudio.
En cambio, aquéllos que no se
habían favorecido con tan codiciado premio, serían objeto de investigación.
Lo mismo con la sobrina y su pareja
sentimental.
LOS PERSONAJES
El Profesor Brown era alto,
delgado, apuesto, seguro de sí mismo. Tenía cuarenta y siete años y su estado
civil separado, lo hacía apetecible a las féminas de su entorno. A menudo
se pavoneaba entre sus iguales, creyéndose el mejor. Era querido y odiado a la
vez.
Su sobrina Isabel era una chica
atractiva, pero a la vez tímida y apocada. Concurría a la casa de su tío, que
ejercía de tutor en la maestría que ésta estaba cursando en la misma facultad
que él.
Desde la muerte de su padre,
tuvo carencias económicas importantes. Así que actualmente se desempeñaba como
camarera en el restaurante de la Facultad. Alquilaba una pieza en la pensión
más cercana.
Muchas veces pensaba cómo se
habían conocido con su novio. Había sido por Internet, como se acostumbra hoy
en día entre los jóvenes. Luego se dieron cita en una sala de exposición de
pinturas.
-Soy
Héctor.
-Isabel,
dijo ella.
-Es un nombre
precioso
-Lo mismo
que el tuyo.
La miró fijamente durante un
minuto antes de recobrar la postura y extender su mirada al rededor.
-Ven,
quiero presentarte a mis amigos, le dijo.
Le apoyó una mano sobre la
espalda y la guio a través del salón. Le presentó a la pintora cuya obra
se exhibía en el salón, también a los dueños de la galería, los pintores y a su
socio.
Ella se sintió incómoda en
aquél lugar entre gente muy superior a ella. Miró a Héctor, que con su modo
suave, la sabía llevar. Le gustaba pensar que él era un hombre que tenía los
pies bien puestos sobre la tierra, y tal como ella suponía se hizo cargo
de la situación. Se sentaron a tomar una copa de champan en un rincón silencioso
y oscuro. Comenzaron un diálogo sobre el trabajo y la vida misma. El llevaba la
voz cantante, siempre. Isabel se sentía feliz. Había encontrado una persona
simpática y encantadora.
Con el tiempo, la relación se
fue afianzando y fueron pareja de hecho. Él era para ella un sueño hecho
realidad, la reencarnación de todo lo bueno, fuerte y fiel que podía tener un
hombre.
A menudo, cuando no se veían se
mandaban mensajes de texto por Internet.
A pesar de su enamoramiento,
ella veía algo raro en él. No sabía nada de su pasado y se negaba a darle algún
dato sobre su vida. Nada le importaba más que el vivir placenteramente
cada minuto.
Poco a poco se fue
transformando en un ser manipulador y obsesivo. Le controlaba las llamadas que
entraban a su celular. No tenía hábito de trabajo. La convivencia se hacía cada
vez más difícil.
Sin embargo ella le quería.
Notaba con cuánta insistencia le hacía ver que no dejara escapar los bienes del
profesor que ante su muerte, le pertenecían a ella como bienes sucesorios.
En una ocasión Isabel
llegó a la casa de su tío, un día en que no era el habitual y a una
hora desacostumbrada, conociendo a una mujer que estaba conversando muy
animadamente con su tío. Por primera vez pensó que él podría casarse
nuevamente, tenía buena edad, y quiso conocerla. Constató que era mayor
que él, inteligente y profesora de profesión. Supuso que sería suficientemente
ambiciosa para querer compartir la vida con tan buen partido.
Pero esa herencia no la dejaría
escapar por nada en éste mundo. Quería salir de las deudas en las que se había
metido e inconscientemente empezó a darle forma a una idea nefasta en la
nebulosa de su mente, que empujada por fuerzas negativas la llevaron a maquinar
cómo darle muerte a su tío. La influencia de Héctor en su personalidad
frágil y pusilánime. Hombre sin escrúpulos al fin había dado con la
persona justa para aparecer impune ante los hechos que en poco tiempo se
desencadenarían.
EL DÍA DEL CRIMEN
Todo se dio fácilmente. Esa
tarde Isabel concurrió al despacho de su tío a terminar uno de los capítulos de
la maestría. Nadie la vio. Como no era día de clase, el recinto estaba vacío.
Llevaba consigo la aguja envenenada. En un momento de distracción se dirigió a
la espalda del sillón de su tío y con un movimiento artero le pinchó en la
carótida. Todo fue muy rápido. Los ojos del Profesor la miraron incrédulos y
doloridos. No le dio tiempo a nada. Su cabeza cayó sobre la mesa del escritorio
pesadamente.
LAS CONCLUSIONES DE LA POLICÍA
En su momento se habían llevado
las computadoras de ambos implicados. En ellas encontraron mensajes
comprometedores que les dieron pistas suficientes de quién era el asesino.
Una vez seguros se acercaron a
la mansión del profesor ahora ocupada por Isabel. La vieron a través del
ventanal del living. Ella también los vio. Casi que los estaba esperando. Subió
la escalera despacio, peldaño a peldaño abrió la puerta de la biblioteca, se
sirvió un generoso vaso de whisky y yendo hacia la ventana abierta, voló como
un pájaro indefenso, lleno de remordimientos, al espacio verde que rodeaba la
casa.