Belén
Solari (14 años)
Cavando para montar un cerco que separaría mi terreno del de mi vecino, me encontré enterrado en el jardín, un viejo cofre lleno de monedas de oro.
A mí no me interesó por la riqueza, sino por lo extraño del hallazgo.
Después de desenterrar mi cofre, lo llevé adentro para inspeccionarlo mejor.
Me senté en la cocina y lo dejé sobre la mesa. Me serví un poco de agua, aún necesitaba asimilar lo que había pasado.
Empecé a sacar las monedas, una por una y entonces me percaté de que las monedas no eran el único tesoro.
Abajo de las monedas también habían unas pequeñas y antiguas cartas, si les soy sincera; la curiosidad me ganó y comencé a leer una de las tantas que había allí, la carta decía: "Hola, soy Naomi Torres, tengo 8 años y...sufro de leucemia.
Hoy es catorce de enero de mil novecientos noventa y tres y no me queda mucho tiempo. Mi familia es de muy buenos recursos, por eso, el que tenga el honor de desenterrar mi tesoro, por favor disfrútelo”.
Naomi
Leí todas las demás cartas que relataban la vida de la pequeña Naomi, leerlas me dejó alterada. Entonces se me ocurrió seguir investigando sobre la niña. Las preguntas no dejaban de atormentarme "¿Después de eso falleció? ¿Esa fue su última carta? ¿Fue feliz? ".
Entonces, llamé al sujeto que me vendió la casa y le dije:
-Hola, encontré cartas de la antigua pequeña inquilina.
Quería saber si usted tiene contacto con sus padres. Les alegrará saber todo lo que la pequeña guerrera escribía.
A lo que me respondió que no tenía datos sobre la familia.
Sin pensarlo, me decidí en encontrar a sus padres, debía hacerlo, ella se lo merecía. Si no se los decía yo... ¿quién lo haría?
Comencé a preguntar a todos los vecinos. Después de haber visitado seis casas al fin apareció alguien que conocía a la familia. Me dijo que después de la lucha y la pérdida de Naomi, la familia se mudó a la ciudad, para despejarse un poco.
Llamé al número que mi vecina me dio.
Llamé y llamé, y nadie respondía. Pero no podía rendirme tan fácil. Finalmente, una tierna voz contestó diciendo "Hola ¿quién habla?"
Le pedí que me pasara con alguien mayor.
Platique con su mamá y le conté todo sobre lo que Naomi escribió y enterró en su patio.
Decidí ir a visitarlos.
Después de una hora y treinta y cinco minutos de viaje, llegué.
Al ir a la dirección que me pasó la mamá de Naomi, quise asegurarme por quinta vez de que tenía las cartas y las monedas, toqué la puerta y esperé. De repente la puerta se abrió y pude ver a una pequeña niña y detrás, a su mamá. Les mostré las cartas a sus padres y a su hermana, Kiara; quién recién se enteraba de esto. Me emocionó ver a su familia, pero me sentí tan bien por hacer que leyeran a Naomi.
Cuando me estaba dirigiendo a la puerta, recordé las monedas, les pedí que por favor las aceptaran, ya que les pertenecía.
Pero quisieron que lo que Naomi dijo se cumpliera. Así que conservé las monedas.
Aproveché que estaba en la ciudad para que las monedas ayudarn a alguien más. Fui a un hospital para niños con cáncer y doné las monedas ahí. Además, pasé toda la tarde jugando con los niños. Me divertí mucho de verdad, estar con ellos me hizo dar cuenta lo mucho que la vida vale. Me hice voluntaria de ese Hospital, y hay muchos niños que marcan mi vida día a día.
Pero ninguno como Naomi, sin ella yo no podía abrir los ojos.
Me gustaría haberla conocido, pero la vida es injusta.
Me siento muy afortunada de haber sido la persona que encontró el pequeño gran tesoro de Naomi...
Naomi sobrevivió en sus cartas, en sus bellas palabras.