Escritores Creativos Palacio Salvo 2017
Christian
Fernando
Lilian
¿Qué pasaría si un cocodrilo
llamara a tu puerta pidiendo un poco de romero?
Ernesto y Mariano
degustaban en su habitación un exquisito plato de fideos con tuco y papas.
Sobre la mesa ratona también yacían dos vasos de vino tinto. En los parlantes
conectados al computador sonaba una espectacular pieza de jazz. La habitación
era humilde, al igual que los muchachos, quiénes se sintieron rechazados un día
por aquellos que dijeron que ponerle papas al tuco era de pobre; en son de
humillación carente de lógica alguna por parte de tan inferiores personas.
Ellos, aparentando poseer una vida gloriosa, no repararon en que un día
llegarían los cocodrilos del cielo, o quien sabe de donde. Ahora, mientras
Mariano y Ernesto comen, el resto de las personas que un día los rechazaron son
esclavos de los cocodrilos.
La razón de tan justo
desenlace, se debe a que los reptiles, padecieron las dolencias y males de sus
esclavos, por lo que estudiaron el ecosistema de todo el planeta, descubriendo
que una planta llamada Romero posee
propiedades medicinales, algo que los humanos siempre dejaron de lado, acudiendo
a donde no debían. Daba la casualidad, que en la casa de Ernesto y Mariano
había Romero, y después de la guerra contra los cocodrilos, ese lugar era el
único yacimiento de la planta en el planeta. Llegaron pues los reptiles iguales
a los de la tierra, pero bípedos, a la habitación de los muchachos, decididos a
hacerlos sus esclavos y robarles el Romero, pero al ver que estaban comiendo
fideos con tuco y papas, los perdonaron.
Una
noche, como todas, el cocodrilo golpeó la puerta, y ambos jóvenes lo
invitaron a pasar.
El cocodrilo Alfa, entró y el
exquisito perfume del romero lo embriagó al instante. Efectivamente, Ernesto y
Mario disfrutaban de sendos platos de fideos acompañados de generosas porciones
de papas, con lo cual, debían ser perdonados. En la mente de esos chicos, sin
dudas, reinaba la más pura moral, la ética eternamente virginal. El enorme
reptiloide tardó en aceptar este hecho y tuvo que remontarse hasta su más
temprana infancia para recordar a Gesius, el único humano que le brindó desde
el comienzo, su amistad incondicional.
Sin mediar palabra, el cocodrilo tomó
un vaso de la estantería cercana, llenándolo con el vino que restaba. Encendió
su pipa, se sentó del otro lado de la mesa ratona y comenzó su discurso:
"He
venido con la idea primaria de someterlos a nuestros deseos. Como sabéis,
vuestro pueblo ha sido esclavizado al caer derrotado en la Gran Guerra Final,
en la cual además se ha derramado mucha sangre. El resultado es justo, ustedes
han degradado nuestro hábitat, como nunca nadie lo ha hecho. Han contaminado
ríos, mares y océanos en nombre del progreso. Han derretido enormes glaciares,
provocando la desaparición de cientos de especies. Han provocado sequías,
desertización, que han causado la agonía hasta de sus propios congéneres.
No
han escuchado el canto de los pájaros, ni se han puesto a pensar en las
bondades que nos brinda la Naturaleza. Por el contrario, han contribuido a la
aceleración de la extinción de todo tipo de belleza genuina y primigenia,
adelantándose cuan falsos dioses, a miles de milenios de evolución.
En
su infinita estupidez, han sido ciegos a las cosas más simples y sencillas de
ver. Provocaron con sus experimentos, nuestras mutaciones, sin saber, que en
ellas venían las claves de una inteligencia superior. Hoy y debido a sus
errores, los grandes cultivos de romero, nos pertenecen. Nunca imaginaron que
la medicina natural, era el futuro de la ahora obsoleta medicina humana
tradicional, sintética, inútil y sobrevalorada por ustedes, solamente. Ahora sus
vidas dependen de nuestras dosis diarias de romero. Se las administramos
solamente para prolongar vuestra agonía, para que sean nuestros eternos
esclavos. Sin embargo, noto vuestra nobleza, en el tipo de alimentos que
consumen, impensable de verlos en la mesa de espurios comensales. Hoy, como
jefe Alfa, solicitaré ante el Gran Tribunal, que sean absueltos. Nada más les
pediré que entreguen su cuota escondida de romero, que los ha mantenido con
vida. Ya no les será necesaria, y nosotros sabremos multiplicar por mil, sus
múltiples beneficios. A cambio, tendrán su ración diaria de papas, a combinar
con otros alimentos que se adapten a sus gustos. Tampoco les faltará la
exquisita bebida que tanto les gusta, obtenida ahora a partir de la sangre de
aquellos que alguna vez fueran sus hermanos “
Una
profunda arcada salió de las entrañas de los jóvenes. No era entonces el
exquisito vino tinto de su amada tierra, donde los viñedos estaban por doquier,
a igual que ahora el romero. Corrieron a tirar el contenido de los vasos por la
pileta del baño. Entre tanto el cocodrilo Alfa se retiró.
- ¿Qué vamos a beber ahora, además del
agua del pozo? -dijo Ernesto.
-No te preocupes! -respondió Mariano
irritado- lo más importante es que el Alfa traiga la noticia de que nos
absuelven.
-Es cierto -aseveró Ernesto- cuyo
rostro se ensombreció. Sabía muy bien lo que significaba la esclavitud con
éstos bípedos. Por su mente pasaron imágenes horrorosas: los campos de cultivo
de romero donde trabajaban de sol a sol mujeres y niños, los grandes galpones
de fabricación de armas donde laboraban los hombres jóvenes y lo más terrible
de todo, la selección de humanos aptos para sus objetivos. Cuando volvió a la
realidad, Ernesto repetía sin cesar: ¡es cierto, es cierto!
Cómo
todas las noches el cocodrilo Alfa llegó a casa de los jóvenes y expresó con
beneplácito estas palabras: El Gran Tribunal se ha pronunciado frente a mi
solicitud, por la absolución de la esclavitud de vosotros, en agradecimiento a
que ustedes nos han provisto de romero y en honor a Gesius por su amistad con
nuestra raza. Sin embargo han agregado la siguiente cláusula: "En virtud
de que en el terreno de su casa ya no queda romero, pues nos lo han entregado
todo, pasarán a trabajar en la preparación de los medicamentos a base de esta
noble planta y tendrán asegurada su alimentación diaria a base de los
honorables fideos y papas con tuco. También el vino tinto".
Ante
la mirada incrédula del Alfa, una profunda arcada salió de las entrañas de Ernesto
y Mariano.