Escritores Creativos Castillo Pittamiglio 2016
Leo Asperger
No reconoció a aquellos
grandes árboles como padres, ni a los más pequeños como hermanos. Su suerte
quedó así echada. Crecería huérfano.
Transcurrió el tiempo y el
vigor fue tomando forma en su tronco y en sus ramas.
Mientras el bosque se vestía
de verde en primavera y amarilleaba en otoño su color mantenía siempre un azul
profundo, solemne en su tronco y apenas más tenue en sus hojas.
Un día de verano, un hombre
provisto de un atril, lo pintó sobre una
tela en un primerísimo plano. El resto de los árboles quedaron dibujando un
lejano y confuso fondo.
Mientras los pájaros, quizá
debido a algún ancestral prejuicio, no anidaban en sus ramas, ni las ardillas
escondían frutos en sus nudos, los demás árboles no repararon en él.
Bastó con que aquel artista lo
destacase en su obra para que cuando el viento traía las voces del bosque,
envidiosas palabras comenzaran a oírse:
-Mamarracho
azul, ¿por qué no te ponés un gorro de policía?
O también:
-Si te gusta
tanto ese color, ¿por qué no te tirás adentro de la laguna?
Para colmo, durante una
tormenta, un rayo quemó una de sus ramas dejándola puntiaguda y saliente.
- Sos raro y
chamuscado, ¡andáte del barrio! -se oyó decir.
Las burlas continuaron y
continuaron hasta un día que decidió irse.
Estaba, como árbol fortachón
que era, muy bien enraizado. Mucho le costó comenzar a moverse. Arrancando de
la tierra dos raíces las convirtió en patas delanteras. Con igual esfuerzo
desenraizó otras dos para las traseras. Al tronco puntiagudo y chamuscado lo
convirtió en poderoso cuerno.
Pasaron muchos años. Una
pareja de enamorados caminando por el bosque canturreó la canción de un
trovador cubano. Los árboles del bosque, oyendo tan delicada poesía,
sucumbieron de envidia al comprender que aquel árbol azul al que una vez
echaron, se había convertido en el unicornio más famoso de la historia.
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