Integrante de Escritores Creativos Casa de los Escritores del Uruguay
Adelaida Fontanini
Muchas
veces conversando con mis amigos en reuniones de trabajo, se mezclan las
situaciones a las que nos lleva la tarea diaria, con los problemas familiares.
Me aburría de tal manera que para disimularlo me hacía el simpático, contando
chistes que pasaban los límites de la cordura. Mi compañero Carlos, sensato,
tranquilo, equilibrado, me causaba cierta envidia.
Siempre
que podía, trataba de ponerlo en ridículo ya que era un hombre felizmente
enamorado de su esposa y excelente empleado. Su aplomo me enfurecía. Perdonaba
mis agresiones sobre todo cuando le preguntaba con ironía: ¿sabés dónde está tu
esposa? Una sonrisa bonachona era la contestación a mi insolencia.
Me
hacía feliz la tentación que ejercía sobre mí un poder desequilibrado e
irracional. El reírme de los demás haciéndome el gracioso pasaba la barrera de
la tolerancia.
Siempre
tuve éxito con las burlas que muchas veces terminaban con discusiones entre las
parejas y hasta separaciones definitivas. Pero con Carlos era inútil.
Hasta
que una noche en una de nuestras reuniones, llamé a Elena, su esposa,
diciéndole con voz diferente a la mía, que su esposo la engañaba y se
encontraba con su amante en el Hotel Brisas del Plata. No supe si lo creyó,
pero escuché su llanto y colgué.
La
tentación de hacer daño a una persona tan buena me cegó. Recuerdo la voz de
Aníbal, mi mejor amigo:
-No sabés, Elena, la esposa de
Carlos tuvo un accidente, frente al Hotel Brisas del Plata, el que está en la
rambla, voy para allá
Mi
corazón comenzó a latir aceleradamente, no podía respirar. Mis manos no
atinaban a sostener el volante, estacioné y allí en soledad, comprendí que era
un maldito estúpido.
Desperté
en una sala de primeros auxilios. Intenté levantarme y pregunté por Elena. Mi
mujer a mi lado me miraba sin querer entender quién era la mujer que llamaba
con desesperación.
Salí
del sanatorio solo. Llamé a Aníbal y me contestó con frialdad. Cuando llegué a
mi casa, el silencio inundaba todas las habitaciones. ¿Cómo explicar lo que
hice?
En
un instante había destrozado dos hogares. Ahora trato de sobrevivir. Me aíslo y
en momentos de lucidez pido perdón, me justifico pensando que fue una broma
inocente.
Elena
está bien, la relación con su esposo ha cambiado, lo acompaña a las
reuniones. Mis amigos nunca se enteraron de quien le había hecho la broma… ¿Una
broma?
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