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sábado, 3 de diciembre de 2016

HACIA EL PRESENTE

Integrante de Escritores Creativos Mónica Marchesky I

AL MAR

Después de tantos años, subí la estrecha escalera que daba al ático en aquella casona solariega. En él se encontraban enseres atesorados por los antiguos habitantes en un perfecto orden. Un librero con puertas de vidrio biselado enmarcado en roble oscuro con tomos de grandes novelistas del momento,  
influencia de la literatura francesa: Balzac, Zolá, Proust…

Sobre él, un cuadro con marco en polvo de oro. En sepia, la dama del cuadro lucía un gran sombrero al que acomodaba con una mano. La otra, sostenía una sombrilla terminada en delicadas puntillas, amparándola tal vez de un sol irascible. Los lazos de terciopelo cubrían el largo de la falda en un cuerpo esbelto y provocativo.

Descorrí los trozos de tela de la pequeña ventana de la buhardilla y un haz de luz iluminó un arcón de arce con tachas de hierro. En la cerradura, un candado sin traba, de épocas pasadas incitó mi curiosidad. Al abrirlo, un aroma de humedad perfumó mis sentidos.

Una muñeca con cabeza de loza, sonreía y unos ojos azules con pestañas que se asemejaban a cepillitos de cerda me miraban incrédula. El vestido ennegrecido por el polvo y el uso de una niña desconocida que posiblemente había depositado en ella la ilusión de su futura maternidad.

La carátula desvanecida de un libro suscitó mi atención: Un hombre sentado al escritorio leía tomando su monóculo. Una luz mortecina y amarillenta perfilaba tras él, su figura inmóvil. Las hojas del libro estaban casi amarronadas y diminutos agujeros perforaban las esquinas en la totalidad del volumen. Al abrirlo, un objeto reseco con tonos apenas visibles escapó de él: era una pequeña flor que tal vez hubiese colmado deseos de amor pasando con ese recuerdo a la posteridad. Una dedicatoria acariciaba la introducción: “Para la dueña de mis pensamientos a quien le rindo todos mis respetos y a quien brindo este presente, esperando que la señora de mis sueños no se sienta ofendida”

El libro narraba una historia de amor intenso. Sus personajes ataviados en sedas y polainas, enmarcados en una ética muy lejana donde reinaba el romanticismo. Narraba el entusiasmo por la lírica, la poesía y la literatura, modelando actitudes y lenguaje. Las parejas viajaban en volantas acompañadas por los esclavos que se rendían solícitos a sus requerimientos. Los principales personajes de la trama, concurrían a ocasionales picnic, donde la naturaleza brindaba todo su esplendor. Los padres habían convenido para ellos destinos en una posible unión.



Esa época había pertenecido a personas ya inexistentes  de las cuales no podía tener más referencias. Solo el arcón las contenía con un espíritu de delicado romanticismo que fue desapareciendo lentamente al paso de nuevas formas de vida y marcado inicialmente por la Revolución Industrial a fines del siglo XVIII. Un acontecimiento importante de la historia del mundo, iniciado principalmente por Francia, Alemania e Inglaterra, multiplicando bienes y servicios. Esto cerró una instancia diferente de la vida y costumbres de una generación. Del mismo modo cerré yo el libro. El señor del monóculo lo dejó sobre el escritorio y con los ojos entrecerrados apoyó su cabeza sobe el respaldo del sillón. 
Coloqué el libro en su refugio y escapé del pasado, dejándolo a quien le pertenecía. 

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