Integrante de Escritores Creativos Mónica Marchesky I
AL MAR
Después de tantos años,
subí la estrecha escalera que daba al ático en aquella casona solariega. En él
se encontraban enseres atesorados por los antiguos habitantes en un perfecto
orden. Un librero con puertas de vidrio biselado enmarcado en roble oscuro con
tomos de grandes novelistas del momento,
influencia de la literatura francesa:
Balzac, Zolá, Proust…
Sobre él, un cuadro con
marco en polvo de oro. En sepia, la dama del cuadro lucía un gran sombrero al
que acomodaba con una mano. La otra, sostenía una sombrilla terminada en
delicadas puntillas, amparándola tal vez de un sol irascible. Los lazos de
terciopelo cubrían el largo de la falda en un cuerpo esbelto y provocativo.
Descorrí los trozos de
tela de la pequeña ventana de la buhardilla y un haz de luz iluminó un arcón de
arce con tachas de hierro. En la cerradura, un candado sin traba, de épocas
pasadas incitó mi curiosidad. Al abrirlo, un aroma de humedad perfumó mis
sentidos.
Una muñeca con cabeza
de loza, sonreía y unos ojos azules con pestañas que se asemejaban a cepillitos
de cerda me miraban incrédula. El vestido ennegrecido por el polvo y el uso de
una niña desconocida que posiblemente había depositado en ella la ilusión de su
futura maternidad.
La carátula desvanecida
de un libro suscitó mi atención: Un
hombre sentado al escritorio leía tomando su monóculo. Una luz mortecina y
amarillenta perfilaba tras él, su figura inmóvil. Las hojas del libro estaban
casi amarronadas y diminutos agujeros perforaban las esquinas en la totalidad
del volumen. Al abrirlo, un objeto reseco con tonos apenas visibles escapó de
él: era una pequeña flor que tal vez hubiese colmado deseos de amor pasando con
ese recuerdo a la posteridad. Una dedicatoria acariciaba la introducción: “Para
la dueña de mis pensamientos a quien le rindo todos mis respetos y a quien
brindo este presente, esperando que la señora de mis sueños no se sienta
ofendida”
El libro narraba una
historia de amor intenso. Sus personajes ataviados en sedas y polainas, enmarcados
en una ética muy lejana donde reinaba el romanticismo. Narraba el entusiasmo
por la lírica, la poesía y la literatura, modelando actitudes y lenguaje. Las parejas
viajaban en volantas acompañadas por los esclavos que se rendían solícitos a
sus requerimientos. Los principales personajes de la trama, concurrían a ocasionales
picnic, donde la naturaleza brindaba todo su esplendor. Los padres habían
convenido para ellos destinos en una posible unión.
Esa época había
pertenecido a personas ya inexistentes
de las cuales no podía tener más referencias. Solo el arcón las contenía
con un espíritu de delicado romanticismo que fue desapareciendo lentamente al
paso de nuevas formas de vida y marcado inicialmente por la Revolución Industrial
a fines del siglo XVIII. Un acontecimiento importante de la historia del mundo,
iniciado principalmente por Francia, Alemania e Inglaterra, multiplicando bienes
y servicios. Esto cerró una instancia diferente de la vida y costumbres de una
generación. Del mismo modo cerré yo el libro. El señor del monóculo lo dejó
sobre el escritorio y con los ojos entrecerrados apoyó su cabeza sobe el
respaldo del sillón.
Coloqué el libro en su refugio y escapé del pasado,
dejándolo a quien le pertenecía.
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