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lunes, 27 de abril de 2015

¿QUÉ HACÍAS AYER ENTRE VAGONES CON UN POLLO MUTANTE?

Trabajo en línea, realizado en base a un disparador por integrantes de Escritores Creativos 2015, Palacio Salvo.
En esta instancia fueron: 

PARA NO CONTAR OVEJAS
Luisina González
Nahomi Soldevila 
Gustavo Oxehufwud.

Tenían prohibido volver, casi un año después de la explosión del reactor, a 40 kilómetros a la redonda de la vieja estación de ferrocarriles de carga, incluso pasar por ahí aunque fuera de forma rápida.

Sin organizar un plan común por falta de acuerdo, uno a uno fueron volviendo a instalarse en los alrededores de lo que había sido la aldea.
Cuentan que a los primeros en regresar, a las pocas horas de llegar, no les quedaba, ni por dentro ni por fuera, ningún rastro humano.

¿Acaso el aire que estaban respirando era únicamente aire?
Sin dudas, la explosión había comenzado una expansión infinita.
Todo se desplazó hacia el primer vagón de la formación de la estación en ruinas, como una lluvia torrencial de colores brillantes atraídos por una fuerza centrípeta.

Invisible, dorado, azul, multicolor, pequeño, gigante, multiforme. Todo se agitaba en los vagones. Todo menos ese pollo de imprevistas transformaciones que parecía haber echado raíces en el centro de la tierra.

Donde las raíces  crecían sin cesar y  no se detenían, donde cada  vagón era víctima de su crecimiento y el olor a las fuertes explosiones. Yo estaba corriendo entre vagones con ese animal tan extraño, que era la única esperanza para que el mundo viera la posibilidad de que en esa  oscuridad, había un poco de luz, representaba  un nuevo renacimiento para  la humanidad. 

Ese animal radioactivo era una prueba de que tan siniestro era el ser humano  y como fue en su revolución, también lo había destruido en ese hecho. Pensar que éramos igual a esa parte que tenía el animal  en su radiactividad me aterrorizaba , pero lo que más me daba miedo era no recordar que alguna vez fue una imagen  de la naturaleza original, algo que había evolucionado y había  sido destruido por el hombre, La única salvación de no comer ratas

Pasé corriendo, no yo, el otro que era igual a mí, entre los vagones, por momentos iba con el pollo bajo el brazo, después me cansaba de auparlo, lo bajaba y me adelantaba unos metros, en otros tramos él me pasaba con su cuatro patas de pollo (radiactivo), cuando me cansaba él me ponía bajo el ala mutante y seguíamos haciendo una y otra vez el mismo circuito entre los vagones..


Y así estuvimos no sé cuánto tiempo antes de que pudiera dormirme después de la combinación fatal de ver xxxch una película sobre Chernóbil en el viejo cine Trocadero y cenar en Quique Gavilán.

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