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domingo, 26 de marzo de 2017

EL DUENDE DEL POZO

Escritores Creativos "Jardín de ideas" 2017
AL MAR

A fines del siglo XVII en el Condado de Glasgow en Escocia, existía un pozo que era considerado con poderes mágicos. Cerca de allí, en una pequeña población rural los habitantes lo respetaban por ser el benefactor de los enamorados que acudían a él para que sus deseos fueran cumplidos.
En una de las casas vivía una niña cuyos rizos dorados enmarcaban un bonito rostro. Su mirada de verde ámbar cautivaba por su dulzura. Cada tarde cumpliendo sus quehaceres pasaba frente al caserío rumbo a las granjas.
Antón esperaba su retorno oculto tras la ventana de su habitación. Fue cautivado por su belleza cuando coincidieron en los hanares.
El muchacho, huérfano de pequeño, quedó a cargo de la mujer que había sido su nodriza. 
Ella lo había adoptado como un ahijado y no le pasó inadvertida la emoción que el mozo trasmitía por la niña.
Los celos por Antón la impulsaron a su lado más oscuro.
Se volvió vulgar y comprometida con el desprecio hacia los  seres que nacieron para brillar.
El rencor acumulado por una vida austera se hizo presente recurriendo a sus pócimas. Había hecho uso de ellas sin resultado en busca de un amor que siempre le fue esquivo. El muchacho acostumbraba pedirle consejo y la contestación no se hizo esperar:

-"Querido ahijado recurre al eco del pozo que seguramente te va a contestar más acertadamente."
Por la noche agazapada en las sombras se acercó al brocal. Volcó en él un líquido verde y humeante. Antón empezó a buscar sosiego en las profundidades al precioso pozo. De tarde en tarde se escuchaba su entonación:

-"Eco, dime que la niña que me desvela será cautivada por mi amor, sólo dime: "Sí."
El poniente era acompañado por un rotundo:
- "No!, ella nunca te querrá."

Fueron varias las puestas en que el sol escuchaba la negación. Tantas que hasta el pequeño duende que vivía en el bosque de hayas, se mostró curioso y acudió al brocal.
Quería saber qué se oponía  a  tan  amoroso pedido. Cauteloso decidió penetrar al pozo y esperar al enamorado. Una tarde cuando el sol ya cansado, decidió dejar lugar a las sombras, el duende presintió la presencia del mozo. Tras escuchar la conocida entonación, observó como un humeante verde subía desde el fondo hacia el poniente. Sacó con rapidez su bonete y lo vació sobre él, soportando sus pesiares. Éste se deshizo precipitándose a lo más profundo. Las aguas fluyeron cristalinas y de ellas el eco le contestó:

-"Si"!, esa niña será cautivada por tu gallarda presencia!
El duende sonrió y escuchó el trinar de aves que saludaban al sol con complicidad. 

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