Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
Aquella casa estaba abandonada desde hacía algunos meses. Sus ocupantes se habían ido, dejando todo, mobiliario, recuerdos, fotografías.Cuentan los datos policiales, que la mujer que habitaba la casa, junto a su familia, se había suicidado, en forma dudosa, pues el caso nunca se había cerrado.
EJERCICIO UTILIZANDO LA TÉCNICA DE RASHOMÓN.- PARTICIPANTES:
- Desde el punto de vista del narrador - Cristina Bossio.
- Desde el punto de vista de Luis (Esposo) - Águeda Gondolveu
- Desde el punto de vista de Leonor (Amante) - Alicia Martin
- Desde el punto de vista de Ana (Esposa muerta) - Susana Maly
- Desde el punto de vista de Leticia (Hija 18 años) - Teresa Escandell.
- Desde el punto de vista de Gabriel (Hijo 10 años) - Sonia Martínez
- Desde el punto de vista de una vecina (Vecina) - Pilar Leivas.
- Desde el punto de vista de un investigador (Investigador) Elsa Freire.
1.
Cristina
Bossio – (Narrador)
En poco tiempo tenía
que mudarme de la casa en la que vivía ya que el alquiler se hacía insostenible
para mí. Hablé con un agente inmobiliario de la zona por mí buscada y me
ofreció entre otras, una casa antigua que conservaba cierto sabor de otra
época, cuya puerta de entrada estaba disimulada por las ramas de un pino. Esta
casa permanecía vacía desde hacía ya mucho tiempo. Había sido el escenario de
una tragedia. Los vecinos se habían tomado el trabajo de ahuyentar a cuanto
postulante se acercaba a ella, relatándoles los tristes acontecimientos. Como
no soy impresionable, no me importó demasiado lo que me dijo el agente
inmobiliario, pero en verdad, me picó la curiosidad.
Cuando entré en la
casa, noté en ella unos pocos muebles deteriorados y con mucho polvo acumulado.
Constaba de un comedor diario con amplios ventanales que daban al jardín.
A continuación había
dos dormitorios grandes. Pero lo que más me llamó la atención fue encontrar un
pequeño cuarto pegado a la cocina, un valioso laboratorio fotográfico casi
intacto, por lo que, deduje que algún integrante de la familia se dedicaría a
la fotografía en forma profesional.
¿Por qué se había
abandonado esta casa tan sólida, tan cómoda, tan bien iluminada y con éste
equipo fotográfico tan moderno? -me pregunté. Parecía como que alguien en ese
preciso momento hubiera terminado de hacer alguna de aquellas ampliaciones
fotográficas que se veían colgadas. Noté que a través de ellas se escondía un
autor de indudable talento.
Cuando me hallaba
asomado a una de las ventanas que daba al jardín, observé la presencia de una
persona que parecía intrigada al ver movimientos en la casa. Me acerqué al
vecino y después de los saludos de rigor, le manifesté mi interés por ocupar la
casa.
-¿Esta casa? –me preguntó. Y siguió sin escuchar mi
respuesta. –Aquí hace tiempo, no se sabe muy bien si hubo un asesinato o un
suicidio. En ella vivían un matrimonio con sus dos hijos, uno de ellos
adolescente. Lo que más extraño nos pareció fue que después del trágico suceso,
no se supo nada más de ellos. Es como si se los hubiese tragado la tierra… Y
ahí está la casa que usted piensa alquilar.
Me saludó y sin más
siguió cortando el césped, tarea que yo le había interrumpido. Me dijo además
que la investigación policial estaba abierta y el expediente según él, dormiría
en algún cajón de escritorio, olvidado. Le agradecí su información con la idea
en mente de poder ayudar a alguien antes de la remoción de los viejos muebles y
se anularan las posibles pruebas.
2.
Águeda
Gondolveu –Luis (esposo)
A ocho meses de
transcurridos los hechos, conservo en la memoria cada detalle de lo acontecido
aquella trágica tarde en la que Ana se quitó la vida. ¿Por qué? Era una
fotógrafa muy talentosa y estaba muy satisfecha de su trabajo. No tenía motivos
para tomar esa decisión.
Yo por mi parte soy un
abogado de prestigio, mi bufete atrae una abultada clientela, a la que procuro
servir más allá del beneficio económico que suele ser muy provechoso.
Leonor, mi secretaria,
a la que me une una estrecha relación amorosa, se había retirado temprano
debido a una indisposición de su madre, por lo que me encaminé a casa sin pasar
por el bar de costumbre a compartir una copa con ella. No había recurrido al
divorcio para no causarles un pesar a nuestros hijos, Leticia de dieciocho años
y Gabriel de diez.
Leonor había aceptado
de buen grado su condición de amante, así que no tenía motivos para
preocuparme. Ana no estaba enterada de nada y por consiguiente Leonor solía
frecuentar mi casa, y en una ocasión, Ana le había tomado unas fotos para una
de sus exposiciones.
Mi esposa tenía una
afección cardíaca y yo solía tratarla con consideración a pesar que últimamente
debido a mi situación con Leonor yo estaba bastante irritable y solía discutir
y encontrar defectos a todo lo que ella hacía.
Al llegar a casa me
extrañó el silencio, si bien los chicos estaban en sus lugares de estudio, Ana
siempre salía a recibirme cuando sentía mi coche.
Colgué mi abrigo y me
dirigí al salón para saludarla. Lo que vi me heló la sangre. Ana estaba tumbada
en un sillón con la mirada fija y los brazos inertes. Preso del pánico me
acerqué y vi que no podía hacer nada por ella. En la mesita había una taza con
un resto de té.
¿Habría descubierto mi
relación con Leonor y se habría quitado la vida? Esa pregunta aún está sin
responder.
No voy a describir lo
que sucedió a continuación, la policía, los vecinos, el llanto de los chicos,
mi propio estupor.
No pude permanecer más
en esa casa y me fui como las ratas cuando abandonan el barco, dejando muebles
y todo lo que me recordaba aquella infausta tarde.
Mis hijos no quisieron
acompañarme, buscaron el refugio de sus abuelos maternos.
Yo pasé un buen tiempo
solo, puesto que me sentí muy afectado por los hechos ya que sentía por Ana,
luego de apagado el amor, un sincero afecto. Finalmente, no pudiendo soportar
la soledad y ya que amaba a Leonor como siempre, le pedí que viviéramos juntos y tratar de llevar una vida lo más normal posible, a pesar de que sufría
frecuentes pesadillas desde aquella tarde.
Me enteré por uno de mis
clientes, que es un vecino de la antigua casa que apareció un investigador que
está haciendo preguntas, puesto que la policía mantenía abierto el expediente
de la muerte de Ana, debido a que habían aparecido algunos indicios que no
dejaban claro la hipótesis del suicidio.
Mi pensamiento fue
desear que por fin se aclararan los hechos y surgiera la verdad para poder
seguir adelante dejando atrás tan trágicos recuerdos.
Una terrible sospecha
me asaltó. Si fue un crimen ¿quién lo había cometido? La duda ya estaba en mí…
3.
Alicia
Martin – Leonor (amante)
“Luis:
para que nunca me olvides, tuya siempre, Leonor”
Ese día me despertó una
fuerte lluvia que golpeaba contra las ventanas con un ruido amenazante. Hacía
ya tres años que trabajaba con Luis. El bufete quedaba en el centro y solía
llegar antes que él. El primer año fue fácil.
A medida que pasaba el
tiempo, algo me molestaba, yo acostumbraba a poner su escritorio en orden.
Cierto día, no recuerdo cuándo, empecé a colocar el portarretrato contra el
mueble. No quería ver en él a Ana y Luis sonriendo. No lograba comprender el
porqué de esta molesta sensación. Pero cuando él llegaba, todo estaba en su
lugar.
Luis era alto, moreno
con lentes que mejoraba aún más su aspecto intelectual. Se había recibido con
veinticuatro años y en los últimos diecinueve se había destacado como gran
profesional. Se sentía muy conforme con mi forma de trabajar. Me confiaba
tareas difíciles que cumplía a la perfección. Yo contaba con dos años de
abogacía.
Ana, la esposa se
dedicaba a la fotografía en desfiles de moda. Estaba bien conceptuada en el
ambiente. En cierta ocasión me obsequió una foto en la cual le serví de modelo
para un aviso de lencería. Me decía que tenía condiciones. Esa misma foto se la
dediqué a Luis, sin saber que iba con ella, a detonar un imprevisto desenlace.
Ocasionalmente Luis me
pedía que pasara por su casa por motivos de trabajo. Fue un de las tantas veces
que frecuenté aquella casa donde no faltaban fotografías familiares. Quedé
maravillada ante tanta belleza y tanta vida. A través de los amplios ventanales
corría una brisa, apenas detenida por las cortinas, dejando entrar una luz que hacía resplandecer
un cálido ambiente. Supe que eso era lo que yo quería.
Trataba con Ana en
forma natural. Con su cabello castaño, suelto y delicada belleza, me hablaba de
él y de sus hijos.
Sentía necesidad de
volver y hasta me ofrecía para hacerlo. En tantas conversaciones me confesó que
tenía problemas con su corazón y por tal motivo Luis la complacía en todo.
En una de esas tantas
visitas, Ana me mostró su laboratorio en el cual había muchos frascos. Uno de
ellos resaltaba en rojo la etiqueta en la que se leía: NITRATO DE PLATA. Lo
tomé y lo coloqué en mi bolso. Ella seguía mostrándome fotos.
Transcurrido cierto
tiempo, los sentimientos con Luis se hicieron más intensos. Ya no soportaba la
dualidad de la relación.
Sonó el teléfono. Era
Ana que me invitaba a tomar el té. Desde hacía un tiempo tenía en mente
quitarla de nuestra relación. Quizás ahora se me presentaba la ocasión
perfecta. Con la excusa de la enfermedad de mi madre, me retiré más temprano,
disfrazando así el motivo real. El recibimiento a abrirse la puerta no fue el
mismo de siempre. Su rostro estaba surcado por una sombra de desasosiego. Nos
sentamos y ella sirvió el té. Sin espera alguna me confesó el haber descubierto
mi relación con Luis. Quedé mirándola estática hasta que la vi desaparecer en
la oscuridad. Mi corazón se fue aquietando, me armé de coraje y vertí unas
gotas de Nitrato de plata en su taza. Cuando regresó, la vi caminar con pasos
lentos, traía con ella la foto que yo le había dedicado a su esposo.
Solo la miré y le dije:
Tomemos el té, así lo hicimos. Ella
callaba. Tomé la foto de sus manos y subí las escaleras tirándola al piso en la
primera habitación que encontré. Descendí rápidamente. Ella seguía callada,
algo balbuceé y ella ya no contestó. Llevé mi taza a la cocina y limpié todo
sin dejar rastros de mi presencia en la casa. Quedé por unos minutos, extasiada
y con mi cuerpo empapado en sudor. La
adrenalina corría por mis venas, traté de calmarme y cuando regresaban las
primeras sombras de la tarde, desaparecí entre ellas.
4.
Susana
Maly – Ana (esposa)
Estoy harta del cambio
de actitud de Luis, no entiendo su extraño comportamiento, antes tan solícito,
cariñoso. Ahora sus quejas, que la comida, su ropa, que todo lo hago mal.
Yo también trabajo, si
bien tengo más libertad el tomar las fotografías, preparar las exposiciones,
entrevistar los clientes me llevan mi
tiempo. Todo esto se cruzaba por mi cabeza
mientras, justamente acondicionaba su ropa y al querer poner su saco
sport en una percha se me resbaló de las manos, lo levanté y vi que una
cartulina asomaba de su bolsillo interior. La saqué y al verla tuve que
sentarme en la cama a recuperar el aliento, mi corazón me latía en la garganta
con tanta fuerza que me sentí desmayar. Era una foto de Leonor con una
dedicatoria que decía: Luis: Para que
nunca me olvides, tuya siempre Leonor.
No lo podía creer,
Leonor, la secretaria de Luis, ahora entendía su cambio de actitud, tenía
amante. Recordé esa foto, yo misma se la había regalado a ella. El año pasado cuando
organicé una exposición en el Atrio de la Intendencia, la temática fue ¨Rostros
Femeninos¨ Le pedí permiso a ella para
fotografiarla ya que su rostro es muy bello
y expresivo y así fue como le regalé una de las muestras.
Y ahora la veía acá y
dedicada, tenía que pensar, quería saber
qué estaba pasando realmente, hablar primero con ella, después lo haría con
Luis. Así que decidí llamarla e invitarla a casa a tomar el té como antes, como
si no supiera nada. Ella frecuentaba mi casa, se sentaba a la mesa con
nosotros, que descaro, y se decía mi amiga.
Sé que no soy tan
joven como ella, con cuarenta años me
mantengo muy bien, Luis con cuarenta y tres tampoco está nada mal, claro es
atractivo y lo sabe. En nuestras vidas
en común pasamos momentos muy duros, pero ahora con dos hijos hermosos y
una situación económica estable, no podía creer que pasara algo así, tan
devastador para mí.
Tenía que terminar con
esto así que la llamé diciéndole que debía hablar con ella en privado. Llegó
temprano, a eso de las cuatro y media, le había puesto una excusa a Luis, yo
preparé el té, lo serví y sentadas frente a frente le dije- ya sé lo que hay entre Luis y vos, como te
da el coraje para fingirte amiga mía y de mis hijos y ser su amante, y
antes de que ella dijera nada me levanté diciéndole que traería una prueba y
fui al dormitorio a buscar la foto.
Bajé y al mostrársela
ella quedó sin palabras, bebimos el té, Leonor se puso de pie todavía sin
hablar, quedé esperando…
5.
Teresa
Escandell – Leticia (hija 18 años)
No puedo creer que mi
padre esté traicionando a mi madre con esa mujer. ¿Quién sabe cuánto tiempo
hace que tienen relaciones? Ella es mucho más joven que él, hace más de tres
años que trabaja ahí y tuvo muchas oportunidades para envolverlo, en los ratos
libres, tomando un café o mirando algún expediente, que si llueve la puede
acercar a su casa, confidencias, como pasar las vacaciones, cosas comunes que
surgen en el día a día y claro, se presenta siempre con esas faldas bien
cortas, o esos pantalones súper ajustados, de los escotes, ni hablar. Mamá en
casa, dedicada a su trabajo sin percatarse de nada, mientras mi Papá se pasa
más con su secretaria que en casa.
No son inventos míos,
vi cómo se la comía con los ojos cuando lo visité en el estudio el otro día. Si
mi madre llega a saber, se muere de angustia.
En casa, discute por
cualquier cosa y en el trabajo, una seda. Menos mal que mamá está ocupada con
la fotografía que le apasiona. Trabaja en casa y fuera también.
Conseguí un trabajo con
unos colegas de mi padre que me permite seguir con mis estudios de abogacía.
Estaba en el trabajo cuando recibí la noticia de la muerte de mi madre. Quedé
en shock, no sabía qué pensar ni qué hacer. Fui por mi hermano al colegio y
salimos para casa de los abuelos, mi hermano quiso pasar por nuestra casa. Fue
un momento horrible y triste. Traté de que fuera lo menos cruel posible, pero
todavía estaba ahí, no pudimos tocarla. Salimos para la casa de los abuelos y
al verlos nos abrazaron sin decir una palabra.
Les pedí que se
comunicaran con mi padre y decirle que esa noche nos quedábamos con ellos.
Al día siguiente
regresé a la casa a buscar algunas cosas nuestras. Cuando entré, hice todo
rápido porque el ambiente me ahogaba, decidí que no entraría más a nuestra
casa. Veía a mamá en todas partes.
Tenía la seguridad que
ninguno de los dos se iría con papá, viviríamos discutiendo, porque la culpa de
todo es suya y yo lo sabía. Mi hermano viene conmigo, con los abuelos vamos a
estar bien. Compartiremos con Gabriel el dormitorio de soltera de mamá.
6.
Sonia
Martínez – Gabriel (hijo 10 años)
¡Yo no sé qué fue lo
que pasó con papá y mamá! Últimamente vivían discutiendo y por todo se llevaban la contra. Antes, los cuatro éramos felices. Papá siempre fue un poco gruñón.
Leticia y yo estábamos acostumbrados a sus rezongos, pero sabemos que no es
malo. Mamá por el contrario siempre estaba a las risas. Tanto, que nos
terminaba contagiando a todos. Cualquier motivo lo transformaba en una fiesta.
Desde hacía un tiempo los dos casi no se hablaban y nos miraban con cara de
enojo. Mamá se levantaba con los ojos hinchados, me parecía que había estado
llorando.
Hoy Leticia me fue a
buscar a la salida del colegio. Es raro que lo haga porque yo siempre vuelvo en
la camioneta del colegio, además ella está trabajando. Por su cara, algo malo
pasó. Me tomó de la mano y me dijo…
-Gabriel,
no sé cómo decírtelo pero tengo que hacerlo…mamá ya no está con nosotros.
-¿Qué?
Nos abandonó, ¿se fue a vivir a otro lado?
-¡No Gabriel, a mamá le dió un infarto, creo y ya no la veremos!
-¡No Gabriel, a mamá le dió un infarto, creo y ya no la veremos!
-¡No!
No puede ser si mamá estaba bien… ¡No puede ser, quiero ver a mi mamá!
Llegamos a casa. En
medio del living apenas vi a mamá, tumbada en el sillón, Leticia se paró
delante de mí, luego me sacó de la habitación y no me dejó verla. Siento ganas
de vomitar y me duele la cabeza.
Con Leticia nos fuimos
enseguida a la casa de los abuelos, los papás de mamá. Ellos son muy cariñosos,
nos recibieron con un fuerte abrazo. Mi abuela está preocupada porque hace días
que no tengo ganas de comer. Leticia, después del trabajo, pasa horas conmigo;
está más cariñosa que antes.
Desde lo que pasó con
mamá, no veo a papá. Es raro que no venga a la casa de los abuelos ¿Se habrá
olvidado de nosotros? Mi hermana dice que no, que está muy triste por eso no
nos ve, para no angustiarnos más. Estaba pensando justo en él, cuando el abuelo
me dice que tengo teléfono… ¡Es papá!
-¡Hola Gabriel! ¿Querés que papá te pase para ir a pasear?
-¡Sí! ¡Sí!.. Te espero.
Me vestí rápidamente
porque papá me dijo que en una hora vendría, tal cual lo hizo. Fuimos a la
heladería a tomar un enorme helado de chocolate y frambuesa. Después,
aprovechando el día lindo y caluroso, nos sentamos a la sombra de los árboles
del Parque Rodó. Allí papá me dijo si quería ir a vivir con él y con Leonor, su
secretaria. Que la casa donde viven es muy linda, que yo tengo un
dormitorio precioso para mí solo y que estoy cerca del colegio. Además me dijo
que iríamos los fines de semana a jugar al fútbol.
-¿Y
Leticia viene con nosotros? –le pregunté. Él me dijo que no, que Leticia quiere
quedarse en casa con los abuelos. Entonces yo le dije que no quiero separarme
de Leticia y que me gusta vivir con los abuelos, que yo los quiero mucho y
ellos a nosotros también.
Quedé con papá que nos
vamos a ver los fines de semana. Que él me va a venir a buscar para ir a la
cancha a jugar fútbol.
7. Pilar Leivas Vecina-( testigo).
Me llamo Adela Furtado,
tengo 62 años, mi casa se encuentra enfrente de la casa de la familia Bermúdez.
Aquí viví desde que me
casé, unos 38 años. Mi hija vive en Barcelona, se fue hace 10 años, allí se
casó y tiene una hermosa niñita.
Al quedarme viuda, mi
hija, que había venido a ver al padre que se encontraba internado por una grave
enfermedad, me instó a irme a vivir con ella. En esa oportunidad, no me decidí,
pero meses más tarde, me anunció que estaba embarazada y quería que fuera. Acá
no me retenía nada, arreglé trámites jubilatorios y cobros de pensión y marché a compartir mi
vida con mi nieta y su familia.
Luego de unos meses,
regresé para poner la casa en venta, y así me enteré de la tragedia ocurrida
con los vecinos de enfrente.
Cuando citaron a todos
los vecinos a declarar nuevamente al retomarse el caso ante la aparición de
nuevas pruebas, mi sorpresa fue grande, pues supe que yo estaba ese día en
casa, lo recuerdo perfectamente porque era el día de mi partida a España, en mi
primer vuelo en avión.
Esa última semana, me
había despedido de todos los vecinos, incluidos Ana y Luis y sus hijos.
Todos sabían que me
iba; soy modista y tenía una gran clientela entre las señoras y las niñas,
además de compartir un poco las historias de cada uno.
Ese día, tenía ya las
maletas prontas, recorrí la casa por última vez, revisé mis documentos y pasajes
y me senté en la ventana esperando el taxi que me llevaría al aeropuerto.
Serían las 4 de la tarde, aún no habían salido los niños de la escuela y la
cuadra estaba solitaria. Llegó el taxi y con el chofer fuimos llevando las
maletas para colocarlas en el baúl del coche.
En eso, veo detenerse
un auto azul, pequeño, que nunca había visto por el barrio, bajándose de él,
una joven de ropa moderna y colorida, llamándome la atención un gran mechón muy
claro que cruzaba su frente en una larga cabellera castaña .Toca timbre en la
casa de enfrente, veo que le abre Ana y me extrañó que no se saludaran. La hizo
pasar directamente.
Yo partí enseguida, mi
vuelo estaba programado para las 19 horas y debía estar temprano en el
aeropuerto.
Nunca más recordé ese
hecho, hasta ahora, en que me mostraron una foto y grande fue mi sorpresa
cuando reconocí a la chica del mechón que había bajado del coche el día de mi
partida.
Peco de muy
observadora, recuerdo los detalles, por eso me llamó la atención esa chica que
era desconocida para mí.
Uno que vive años en
este barrio, conoce a sus vecinos, los muchachos, sus amigos, clientes,
familiares, y en esta circunstancia, era alguien que no había visto nunca.
8.
Elsa
Freire (Investigador)
A ocho meses de la
muerte de Ana Bermúdez, ocurrida el tres de noviembre de 2014, el departamento
de Investigaciones de la Policía de la Capital me asignó la tarea de retomar
las investigaciones iniciadas en aquella oportunidad y que habían finalizado
sin haber podido determinar la causa del deceso. Luego del examen minucioso de
todas las pruebas encontradas, éstas no fueron suficientes para determinar si
se estaba ente un caso de homicidio o de suicidio.
La víctima había sido
encontrada sin vida en el living de su casa recostada sobre un sofá. La
autopsia reveló que había fallecido entre las 17 y las 19 horas por la
ingestión de una dosis letal de nitrato de plata diluido en té. La sustancia es
altamente tóxica y puede provocar la muerte en un corto lapso de tiempo.
Asimismo, la autopsia
sicológica realizada reveló que no había rasgos en su personalidad que pudieran
haberla inducido a un suicidio como tampoco existían esas pautas dentro de su
entorno familiar, personal o laboral.
La Sra. Bermúdez estaba
casada con un abogado desde hacía veintidós años, era madre de dos hijos, de
dieciocho y diez años respectivamente y trabajaba como fotógrafa profesional
para algunas empresas de plaza y también hacía trabajos en forma particular.
Ante estos hechos
decidí revisar todas las pruebas nuevamente y concurrir al escenario del hecho.
El administrador me facilitó las llaves de la casa para visitarla. Ésta,
permanecía sin ocupantes ya que la familia se había ido pocos días después de
la tragedia. Aún conservaba muebles y el alhajamiento general aunque en estado
de abandono y desorden.
Realicé un recorrido
por todos los ambientes de la vivienda muy atento a todos los detalles y
tratando de captar la atmósfera del lugar cuando sus moradores la habitaban. En
una habitación de la planta alta que era utilizada como escritorio del esposo,
tirada en un rincón, había una fotografía de una mujer muy bonita, sonriente, de alrededor de
treinta años, cabello castaño y un mechón rubio que caía hacia un lado de la
frente. Inmediatamente pensé que era el retrato de la víctima, pero en el
reverso había una dedicatoria afectuosa al esposo de Ana y firmaba “Leonor”.
Abandoné el lugar
llevando aquél retrato que supuse la policía no había visto porque de lo
contrario, lo hubiera retirado de la casa y agregado a las pruebas.
Seguidamente conversé
con los vecinos, que ya habían brindado sus declaraciones, pero ésta vez
además, les mostré la fotografía que había encontrado y a todos, el rostro les
resultaba desconocido.
En mi recorrida por el
vecindario, con expediente en mano, me llamó la atención que no existía
declaración de ninguna persona que estuviera domiciliada en la casa ubicada
frente a la de la víctima. Allí conocí a la Sra., Adela Furtado quien me
manifestó que era modista y hacía muchos años que vivía y trabajaba en ese lugar.
Conocía bien a Ana y a su familia y también de vista a otras personas,
amistades o familiares, que concurrían a la casa.
Aquel tres de noviembre
de 2014, la Sra. Furtado, viajaba a
España a visitar a su hija y su vuelo despegaba de Carrasco a las 19.00 horas.
Alrededor de las 16.30 horas ultimaba los detalles para partir hacia el
aeropuerto y estando parada detrás de una ventana, esperando un taxi, vio a la
mujer de la fotografía estacionando un auto, bajar y tocar timbre en la casa de
la víctima. Era alta, joven, elegante y le pareció muy llamativo aquel mechón
que le cruzaba la frente y por eso la recordaba. Vio que Ana le abrió la puerta
y entraron a la casa.
Relató también que
permaneció con su hija en España durante unos meses, y como vive sola, su casa
estuvo cerrada por ese tiempo. Al regresar, sus vecinos le relataron lo
ocurrido y también que la policía continuaba la investigación porque el caso aún estaba abierto.