Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
Rosa Cimbler
La familia Sánchez
Ibarburu había adquirido aquella casa a través de una inmobiliaria de
reconocido prestigio de la ciudad de Maldonado.
El matrimonio de Estela
y Javier, tenía tres niños y por lo tanto necesitaban las comodidades que ella
les ofrecía. Amén de tres espaciosos dormitorios, tenía un altillo donde los
chicos jugaban a ser personajes de cuentos, armaban castillos o se entretenían
recortando figuras de brillantes revistas. La cocina tenía horno a leña y en
ella la mamá preparaba exquisiteces que la familia devoraba.
Poco después de
instalarse allí, comenzaron a observar diferentes hechos que no lograban
explicar. Puertas y ventanas que se golpeaban sin motivo, objetos que
desaparecían o caían, eran sucesos que les despertaban inquietud la cual no
deseaban transmitir a sus hijos.
Ya crecidos, los niños
convertidos en jóvenes ávidos de conocimientos, solían pasar largas horas
leyendo libros que su padre les compraba. Víctor, el mayor adoraba leer la
Divina Comedia de Dante.
Un día observó que ésta
faltaba de su lugar acostumbrado. Se hallaba cavilando sobre el hecho, cuando
un rayo de luz iluminó el rincón cercano a la puerta de calle.
Cuando miró hacia allí,
vio un anciano peinándose con el libro buscado. A su lado una joven mujer de abanicaba
con un cucharón y en su regazo, un bebé succionaba un tenedor.
Cuando se acercó los
tres desaparecieron sin dejar rastro. Les contó lo vivido a sus padres que
compartieron con él, otros hechos. Solo les cabía aceptar que allí convivían
con fantasmas de una época que se negaban a abandonar la casa
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