Escritores Creativos Mónica Marchesky
Águeda Gondolveu
Desde años se sabe que las
exhaustivas investigaciones que se llevaron a cabo sobre el misterioso crimen
cometido en la Biblioteca del anciano millonario Antonio Morales, no habían arrojado
ninguna luz sobre el autor del mismo.
Se lo conoció popularmente como
“el crimen de los libros”; dado que al costado del cadáver se encontraron tres
de los más conocidos de la autora Agatha Christie.
Pegado a uno de ellos, se
encontró una nota escrita con letras recortadas de una revista en colores que
decía: “busquen y quizás hallarán”.
Hubo en aquel tiempo un gran
revuelo, pues el anciano había sido un magistrado que había presidido varios
tribunales, habiendo logrado justa fama por su incesante lucha por hacer justicia.
Pesaba siempre los argumentos
en forma y en contra de los acusados y se tomaba su tiempo para dictar su
fallo.
Desde luego, lo primero que se
trató de determinar fue cual había sido el móvil del hecho, inclinándose los
que llevaban a cabo la pesquisa a pensar que se trataba de alguien a quien el
juez había condenado en alguna etapa de su carrera.
Examinaron los archivos,
tratando de ubicar quienes habían sido arrestados en una etapa anterior al
hecho. Para ello concurrieron a los establecimientos de detención, pero siempre
con un rotundo fracaso.
¿El asesino sería más
inteligente que los investigadores? Parecía que el tiempo les había dado la
razón.
Yo, que soy un aficionado a los
relatos de misterios, en el afán de recabar material para el libro que estaba
escribiendo, pensé que, si lograba arrojar luz sobre este sonado caso,
conseguiría la fama que estaba buscando y publicaría con éxito la solución del
mismo.
Era muy joven cuando se
produjo, pero había oído a mis padres comentar que quizás en algún momento,
como había ocurrido con el famoso caso de “La degollada de la Rambla Wilson”
que por un vestido exhibido en una tienda de prestigio, se logró encontrar al
asesino; también por algún detalle olvidado se lograría resolver éste.
Me interesé vivamente y lo
primero que se me ocurrió fue concurrir a la Biblioteca Nacional, para mediante
los periódicos de esa fecha, extraer lo más importante de la investigación, las
declaraciones de varios reclusos y con ese material me puse a trabajar
minuciosamente.
No se imaginan por qué simple
detalle logré mi cometido.
Con todos los datos me dirigí a
la Jefatura de Policía y presenté las pruebas que incriminaban al autor del
hecho.
Me sentí muy satisfecho y desde
ese momento no he dejado de publicar. El viejo magistrado puede descansar, su
asesino perseguido por uno de sus jóvenes colegas cumplirá su castigo.
Hoy se cometió otro asesinato
que conmocionó a la población. Me encamino al lugar del hecho. ¿Lo resolveré
otra vez?
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