Escritores Creativos Casa de los Escritores del Uruguay
Stella Duarte
No entendía cómo podía ser tan fanático y a la vez tan
incrédulo. Lo veía siempre solo, escondido en los últimos bancos de la iglesia.
Lo esperaba cuando salía, le decía: “que no estuviera más con esa bobada, que
era por mal comido que tenía esas alucinaciones”
Me pasaba el día juntando monedas para compartir con él y
comprar el vino y los refuerzos, que era para lo único que nos alcanzaba.
Aunque lloviera e hiciera frío, siempre estaba en la
vereda pidiendo monedas a los viejos que llegaban a la iglesia; pero ya estaba
cansada. A la vez esperaba que un día se le fuera esa idea y terminara con esa
pavada, que no lo dejaba en paz.
Todo comenzó el día de los difuntos, que realmente “se
hace plata”. Yo me tomé unos vinos y en eso empezó a hablar de que dios lo había castigado, que no tenía
salvación, que no se iba a juntar con su madre.
Él había tomado mucho y o no le daba bola y ahí salió el
tema: que su madre le había dejado solo un crucifijo…éste en pedo es imbancable
-pensé-, pedo religioso, jaja. Y siguió diciendo: que por eso estaba todo el
día en la iglesia, y el crucifijo además, estaba roto.
Yo le dije: ¡Mirá si vas a hacerte problemas con lo linda
que es la vida!
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