Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera.
Ejercicio de encuentro de personajes: Integrantes Gladys Anido / Daniel García y Susana Maly / Lauro Lepi.
Daniel
desplegó su bastón blanco y se puso de pie, sabía que ya se aproximaba su
parada para dirigirse al Instituto
Cachón.
Hacía
varios años que su visión estaba yendo irreversiblemente hacia la ceguera,
aunque todavía no la había perdido del
todo. Por esa razón estaba aprendiendo braille y otras cosas aparte del uso del
bastón que le ayudarían en el futuro.
Al
bajar, Daniel se encontró con una mano que lo ayudaba a descender del ómnibus y divisó una persona al frente, pero
antes de visualizarla mejor, el olor golpeó su olfato, era el olor de la calle
y la miseria. Por su anterior trabajo en un hospital había tratado con personas
de la calle y sabía bien que enfrente tenía a alguien así. Su primera impresión
fue de rechazo pero solo por segundos, su instinto le dijo que en otro aspecto
era un ser tan desprotegido como él.
-Gracias señor le dijo, y se presentó: soy Daniel
García y voy hasta el Cachón.
La
voz del vagabundo surgió desde lo profundo de su garganta con la ronquera de
quien casi nunca habla en voz alta.
-Soy Lauro Lepi señor García y si me permite lo acompaño, no tengo
nada que hacer, dijo sonriendo, como si fuera
un buen chiste.
No
supo explicarse cómo él, que evitaba el contacto con la gente se ofreció como
acompañante, sacudió la cabeza ahuyentando toda reflexión.
Algo
en la voz de Lepi le aseguró a Daniel, que éste era un buen hombre, percibió su
tristeza. Mientras caminaban iniciaron una conversación y fueron conociéndose,
Daniel le contó de su frustración por no poder leer que siempre fue su pasatiempo favorito, pero
que igual iba aceptando su discapacidad. Cuando llegaron al Instituto, Lauro le
preguntó si no tomaba a mal que lo
esperara para acompañarlo a la parada,
propuesta que fue aceptada.
Al
volver retomaron la conversación iniciada antes, hablando de libros más que
nada, Daniel supo que se hallaba ante una persona culta y se sintió curioso por verlo en tal
estado de abandono. Preguntó con delicadeza
si podrían encontrarse de nuevo al día siguiente en esa misma parada a lo que
Lauro aceptó.
Día
tras día se repitió esta rutina y cada vez fueron sabiendo cada vez más uno del
otro. Y llegó el momento que Lauro pensó que nunca pasaría. Contó del accidente
de su familia en la que ese día no los había acompañado, por lo cual la culpa
lo atormentaba, cómo le fue siendo imposible trabajar, ver a todos a la cara y
percibir la compasión en sus miradas. No pudo seguir y sin coraje para matarse
abandonó todo lo que antes tuvo, por eso su vida estaba en la calle.
Daniel comprendió la pena de su ya amigo, le ofreció
respeto y compañía, lo invitó a su casa en donde vivía con su esposa e hijo y Lauro
fue despertando, viendo que había gente a su alrededor que sufría pérdidas
quizás no como la suya, pero eran pérdidas al fin, disfrutó de bañarse
largamente, de la ropa limpia, de comida sin prisas y de ser útil. Daniel le
brindó un lugar en su casa y juntos compartía los buenos momentos de conversación, donde Lauro le leía
sus libros preferidos.
Daniel
hizo mucho más aún, habló con un sicólogo amigo y los tres, pues Lauro aún no
se sentía seguro al estar solo frente a otro extraño, fueron arrancando capas
de sufrimiento y negación de una larga y
dura etapa.
Lauro
aún no está curado del todo pero como toda herida, bien tratada lograría sanar,
lo que todavía no se explica es que fue lo que lo llevó a brindarle la mano
cuando Daniel bajó del ómnibus, ni por qué ese día decidió descansar en esa
parada aunque la gente que allí aguardaba se retiraba con asco de su lado.
Pensó que siempre hay que ver más allá, más adentro de las personas para
conocerlas.