Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
Disparador: Un
personaje observa algo por el ojo de la cerradura.
Al Mar
El cabalgante desmontó de su moro. Cansado de atravesar cerros y peñascos se dirigió a la sombra de un alto muro de piedra. Al cabo de un beneficioso descanso, observó unos pasos más allá una gran puerta cincelada. Se acercó a pedir refugio por una noche al que sería su benefactor.
La aldaba mostraba un
león de gran melena. Dio dos aldabazos sin respuesta alguna. Fue entonces que
decidió observar por el ojo de la cerradura.
Del otro lado los tréboles
formaban en el campo una alfombra verde. La luz de la luna resplandecía en un
tranquilo estanque haciendo brillar una estrella que pasaba entre lo que
parecían ser damas dormidas. El misterioso paisaje despertó su curiosidad y
acomodó su cuerpo para poder atisbar mejor.
La estrella se aproximó
a una de las durmientes depositándose en su frente. El caballero observó que las
tres, esgrimían un corazón haciendo notar la semejanza. De pronto un viento
sopló en el estanque haciendo ondear la plateada cruz y la estrella se fue,
llevando a una mujer que empujaba un cochecito verde de niño cubierto en tules.
Desapareciendo del ángulo de la abertura sin dejar rastros.
El hombre se sentó sin
comprender la extraña visión, sintiendo como el viento amainaba. La curiosidad
se acrecentó y volvió a mirar a través de la cerradura.
Ahora la estrella
jugaba en el estanque formando círculos, uno, dos, tres, cuatro saltitos y se
depositó en otra frente. Volvió el viento tomando la misma actitud. Entonces esta
vez la mujer llevaba de su mano a una niña que cargaba con cuadernos de cuero
con muchos dibujos. Desaparecieron en otra dirección. Este viento seguía y la
estrella ya se depositaba en la última mujer. Esta hacía fuerza para liberarse
pero la estrella se agrandó y la hizo elevarse en la noche. Una niña más grande
iba de su mano. Con la otra, sostenía la soga de un burro que cargaba a un
anciano sin montura.
El canto del cuclillo hizo un clic en
mis añejos sueños grises. No sentí molestia, por el contrario. No quería
continuar con ellos. Me incorporé, miré al frente y una luz desbordante trató de
secar los cristales que cubrían mis ojos. Salté de la cama dirigiendo mis pasos
a la cajita de mis tesoros. Saqué de ella una esquela. La leí en voz baja
tratando de aminorar los latidos de mi corazón. La esquela rezaba:
Muy querida mía:
Le escribo esta,
únicamente para hacerle esta pregunta, está en usted contestarla ¿Se ha dado
cuenta que es cumplir 15 años? Era hace tan poco tiempo vuestro hijo tan
pequeño, que necesitaba su protección contra la vida en la que usted debía abrirle
el paso. No porque ahora tenga 15 años va a pensar que no la necesita, muy al
contrario, tiene que ponerse en su lugar, afrontar con soltura todos sus
problemas; cuando esté alegre, pues bien alegrarse junto a él. Usted se
preguntará que es lo que ha de hacer cuando esté triste, acompañarlo,
demostrarle que hay alguien junto a él que está siempre listo para tenderle una
mano cuando más la necesite.
Y nunca recuerde con pesar el tiempo que ya pasó
cuando lo sentía más suyo. Es ahora cuando lo va a sentir alejarse cada día un
poco más, es la vida que lo llama, es la adolescencia que abre una ventana para
que el alma de ese joven pase a través de ella y vuele, vuele muy alto y usted
será la que tenga que enseñarle a tomar impulso. Usted tiene la llave de un
corazón muy sensible que quiere soltar las cadenas.
Suéltelas pero ponga en vez
de ellas un hilo de seda, para que cuando la necesite, pueda disimuladamente
tenerlo sujeto. El pájaro quiere liberarse pero no soltar sus hilos que lo
tienen unido al nido. No tome a mal esta carta y me despido de usted con un
beso en su frente. Ahora la necesito más que nunca.
Cariñosamente S
Fue así como comprendí
que todo lo que está en la tierra se transforma, todo pasa, ningún
acontecimiento ni ninguna emoción son permanentes. Aceptarlos es parte de la
naturaleza, porque son la naturaleza misma de la cosas.
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