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domingo, 30 de agosto de 2015

MIRAR MÁS ALLÁ

 Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera.
Ejercicio de encuentro de personajes: Integrantes Gladys Anido / Daniel García y Susana Maly / Lauro Lepi.                                       

Daniel desplegó su bastón blanco y se puso de pie, sabía que ya se aproximaba su parada para dirigirse al Instituto  Cachón.

Hacía varios años que su visión estaba yendo irreversiblemente hacia la ceguera, aunque  todavía no la había perdido del todo. Por esa razón estaba aprendiendo braille y otras cosas aparte del uso del bastón que le ayudarían en el futuro.

Al bajar, Daniel se encontró con una mano que lo ayudaba a descender del  ómnibus y divisó una persona al frente, pero antes de visualizarla mejor, el olor golpeó su olfato, era el olor de la calle y la miseria. Por su anterior trabajo en un hospital había tratado con personas de la calle y sabía bien que enfrente tenía a alguien así. Su primera impresión fue de rechazo pero solo por segundos, su instinto le dijo que en otro aspecto era un ser tan desprotegido como él.
-Gracias señor le dijo, y se presentó: soy Daniel García y voy hasta el Cachón.
La voz del vagabundo surgió desde lo profundo de su garganta con la ronquera de quien casi nunca habla en voz alta.
-Soy Lauro Lepi señor  García y si me permite lo acompaño, no tengo nada que hacer, dijo sonriendo, como si fuera  un buen chiste.
No supo explicarse cómo él, que evitaba el contacto con la gente se ofreció como acompañante, sacudió la cabeza ahuyentando toda reflexión.

Algo en la voz de Lepi le aseguró a Daniel, que éste era un buen hombre, percibió su tristeza. Mientras caminaban iniciaron una conversación y fueron conociéndose, Daniel le contó de su frustración por no poder leer  que siempre fue su pasatiempo favorito, pero que igual iba aceptando su discapacidad. Cuando llegaron al Instituto, Lauro le preguntó si  no tomaba a mal que lo esperara para acompañarlo  a la parada, propuesta que fue aceptada.

Al volver retomaron la conversación iniciada antes, hablando de libros más que nada, Daniel supo que se hallaba ante una persona  culta y se sintió curioso por verlo en tal estado de abandono.  Preguntó con delicadeza si podrían encontrarse de nuevo al día siguiente en esa misma parada a lo que Lauro aceptó.
Día tras día se repitió esta rutina y cada vez fueron sabiendo cada vez más uno del otro. Y llegó el momento que Lauro pensó que nunca pasaría. Contó del accidente de su familia en la que ese día no los había acompañado, por lo cual la culpa lo atormentaba, cómo le fue siendo imposible trabajar, ver a todos a la cara y percibir la compasión en sus miradas. No pudo seguir y sin coraje para matarse abandonó todo lo que antes tuvo, por eso su vida estaba en la calle.
Daniel  comprendió la pena de su ya amigo, le ofreció respeto y compañía, lo invitó a su casa en donde vivía con su esposa e hijo y Lauro fue despertando, viendo que había gente a su alrededor que sufría pérdidas quizás no como la suya, pero eran pérdidas al fin, disfrutó de bañarse largamente, de la ropa limpia, de comida sin prisas y de ser útil. Daniel le brindó un lugar en su casa y juntos compartía los buenos  momentos de conversación, donde Lauro le leía sus libros preferidos.

Daniel hizo mucho más aún, habló con un sicólogo amigo y los tres, pues Lauro aún no se sentía seguro al estar solo frente a otro extraño, fueron arrancando capas de sufrimiento y negación  de una larga y dura etapa.
Lauro aún no está curado del todo pero como toda herida, bien tratada lograría sanar, lo que todavía no se explica es que fue lo que lo llevó a brindarle la mano cuando Daniel bajó del ómnibus, ni por qué ese día decidió descansar en esa parada aunque la gente que allí aguardaba se retiraba con asco de su lado. 
Pensó que siempre hay que ver más allá, más adentro de las personas para conocerlas.


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