Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
Susana
Maly
El
salón de conferencias se iba llenando cada vez más, directamente proporcional a mi pánico. Nunca había hablado
frente a tanto público, mis ponencias fueron con colegas, debates, pequeñas reuniones siempre con conocidos ya que mi miedo a hablar en
público no había sido vencido, al contrario éste se adueñaba cada vez más de
mi.
Este
caso era diferente sí o sí debía enfrentarme a la realidad, nadie podía
sustituirme. Mis manos estaban heladas, la transpiración corría por mi
espalda y mi boca estaba más seca que
una piedra del desierto. Quería desaparecer.
Mis
colegas, todos grandes conferencistas me
animaban.
-La primera vez que te enfrentas al público a veces
es aterrador –me decían- pero verás que de golpe todo pasa.
Por
supuesto, no les creí. Llegó mi turno, la gente aplaudió al escuchar mi nombre,
no sé cómo llegué hasta el atril, mis oídos zumbaban, deposité las notas que no
necesitaba pero me ayudarían a mantener la mirada hacia abajo para no ver la
sala. Sentía las piernas de goma, mis manos temblaban al servirme agua y beber
un trago, pero ni con ésta dominé mi lengua. Me la mordí suavemente, así me había aconsejado un amigo, decía que de
esta manera la saliva fluiría a mi boca.
Recordé
en un segundo, cuando en mi época de estudiante de bachillerato, debía dar el
examen oral; aunque dominara el tema mi disertación era un desastre, creo que
lo salvaba por mi actuación del año o el escrito.
Tartamudeando
comencé leyendo la introducción sobre el tema y ¡oh magia ¡ mis palabras comenzaron
a Salir con coherencia, mi confianza
aumentó y al final cuando el
público empezó con las preguntas, fue como mantener una clase con mis alumnos.
Ahora que hablo en público más seguido no he
logrado vencer el miedo totalmente, pero sí recuerdo la primera vez, sé que es
un momento de pánico, después pasa.
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