María Cristina Bossio
En una palabra, esto significa que yo podía hacer uso de mi computadora personal solo en contadas ocasiones. Esto es lo que saqué en conclusión después de la última discusión que tuve con mi padre.
Pero esto no va a
quedar así –me dije-, tengo que contárselo a mis amigas. No paraba de pensar
¡qué injusticia!...el enojo no me dejaba pensar.
Tengo que hacerle
entender a mi padre que soy una persona normal. Que uso el teléfono celular
todos los días, las iPod, las iPhone y las Tablets, además de Internet. Yo sé
que esto es como hablar en chino para él. Porque, vamos a ver padre ¿Qué crees
tú que es Internet?...déjame explicarte qué es y para qué sirve.
Para hacértela fácil,
imaginemos una nube gigante con múltiples archivos que sirven para subir y
bajar información. Esa información es la que necesitamos para hacer las tareas
diarias que nos piden los profesores en el liceo.
Convéncete papá que no
existen los libros de estudio como antes. Aquellos diccionarios de inglés-español
o italiano-francés. Hoy en día todo lo encuentras en Internet. Aquellos mapa-mundi
de antes, hoy apretando un botoncito llamado ENTER y con u click de tu dedo
sobre uno de esos enlaces a la nube gigante, se despliega todo el mundo a tus
pies.
Si necesitas saber algo
sobre la Revolución Industrial que comenzó en Inglaterra o sobre la Revolución
Francesa, ya no necesitas concurrir a las bibliotecas y mojarte si llueve o
abrigarte si hace frío. Allí, cómodamente sentado en tu casa, lo encuentras
todo, todo lo que necesitas ¿En dónde?... ¡En Internet!
Ahora bien, porque soy
una persona que vivo en éste siglo XXI es que uso además Internet, para
comunicarme con mis amigas y conocidos.
De
hecho, ese día que mi padre me pescó en la computadora, fue un día fatal. Yo estaba
hablando con un precioso rubio de ojos celestes que conocí el otro día cuando
estaba paseando con mi amiga Elena en la Ciudad Vieja.
¿Qué
cómo se llamaba? Sinceramente no lo recuerdo. Lo primero que hicimos fue
intercambiar nuestras direcciones electrónicas y esa noche nada ni nadie podía
detenerme.
Allí
estaba yo desparramada en el suelo de mi cuarto con la compu en acción y
sobretodo con el ojo de la cámara bien abierto, escrutando todo a su alrededor.
¿De
qué hablamos? De todo y de nada, como hace todo el mundo. En un momento me
quedé pensando… ¿Sería ésta una de las pocas ocasiones en las que no podía
utilizar la computadora?
Papá, nosotros siempre
nos hemos llevado bien tú y yo.
¡Negociemos una vez más!
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