Escritores
Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
Rosa Cimbler
Ayer, por la noche, me
sentía desvelado e inquieto. Oía la música estridente del cuarto contiguo en la
lúgubre pensión donde vivía desde hacía seis años. Del otro lado, un llanto
entrecortado de niño mezclado con voces se sentía de a ratos…
Imposible conciliar el
sueño –me dije. Me levanté decidido a no pasar otra noche en vela, de esa que
me atormentaban a menudo. Me levanté y vestí raudamente y tratando de hacer el
menor ruido posible, atravesé el corredor donde desembocaban las seis
habitaciones de la pensión.
Salí al exterior. El
aire gélido de la noche me azotó el rostro, haciéndome dudar acerca de mi
repentina decisión.
Comencé a caminar sin
rumbo. Habría recorrido seis o siete cuadras, cuando me enfrenté con un
imponente edificio que otrora fuera orgullo de la ciudad: La estación General Artigas.
Pensé que era un
hermoso edificio, pero en un estado deplorable. Penetré en el recinto donde
amén de algunos vagones desolados, dormían también desposeídos en búsqueda de
calor y protección.
De pronto, lo vi, como
una visión fantasmal. Volví a mirar para cerciorarme di aquella visión era
real. Era un pollo de dimensiones nada comunes, gigantesco que me miraba
asustado.
-No
te haré daño –le dije.
-No
sé cómo llegué hasta aquí, vivo en el planeta de los pollos mutantes.
Me
sentí atrapado en una enorme curiosidad, entonces me animé a preguntarle.
-¿Cómo
es tu planeta?
-Limpio
y agradable, todos nos ayudamos y nos repartimos las tareas. Acá me siento muy
extraño –acotó mirándome fijamente. –He visto gran cantidad de basura acumulada…
¿cómo se llama este planeta?
-El
planeta Tierra y nosotros los terrícolas creemos ser la especie más evolucionada,
sin embargo, muchas veces los animales nos dan ejemplo de valores que nos hacen
repensar si eso es realmente así.
De pronto ante mis ojos
desmesuradamente abiertos, el dorado color de aquel pollo se tornó de un verde
brillante surcado de reflejos cobrizos. Acto seguido emprendió un vuelo corto y
luego otro y otro más, hasta ubicarse en lo alto de una torre.
Desde allí creí entender
en su extraño idioma de ave: ¡Adiós amigo terrícola!...quizás algún día te
lleve a mi planeta.
Me quedé estupefacto,
cavilando por un largo rato sobre lo que había visto y oído. ¿Fue algo que
realmente sucedió en milésimas de segundos o un mero fruto de mi imaginación?
Buenisimo! Con detalles que transportan al lector a ese lugar. Entretenido de ppio a fin y con una interesante moraleja. Congrats Rosie! :)
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