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martes, 5 de mayo de 2015

¿Qué hacías ayer entre vagones con un pollo mutante?


Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
Rosa Cimbler

Ayer, por la noche, me sentía desvelado e inquieto. Oía la música estridente del cuarto contiguo en la lúgubre pensión donde vivía desde hacía seis años. Del otro lado, un llanto entrecortado de niño mezclado con voces se sentía de a ratos…
Imposible conciliar el sueño –me dije. Me levanté decidido a no pasar otra noche en vela, de esa que me atormentaban a menudo. Me levanté y vestí raudamente y tratando de hacer el menor ruido posible, atravesé el corredor donde desembocaban las seis habitaciones de la pensión.

Salí al exterior. El aire gélido de la noche me azotó el rostro, haciéndome dudar acerca de mi repentina decisión.
Comencé a caminar sin rumbo. Habría recorrido seis o siete cuadras, cuando me enfrenté con un imponente edificio que otrora fuera orgullo de la ciudad: La estación General Artigas.
Pensé que era un hermoso edificio, pero en un estado deplorable. Penetré en el recinto donde amén de algunos vagones desolados, dormían también desposeídos en búsqueda de calor y protección.

De pronto, lo vi, como una visión fantasmal. Volví a mirar para cerciorarme di aquella visión era real. Era un pollo de dimensiones nada comunes, gigantesco que me miraba asustado.
-No te haré daño –le dije.
-No sé cómo llegué hasta aquí, vivo en el planeta de los pollos mutantes.
Me sentí atrapado en una enorme curiosidad, entonces me animé a preguntarle.
-¿Cómo es tu planeta?
-Limpio y agradable, todos nos ayudamos y nos repartimos las tareas. Acá me siento muy extraño –acotó mirándome fijamente. –He visto gran cantidad de basura acumulada… ¿cómo se llama este planeta?

-El planeta Tierra y nosotros los terrícolas creemos ser la especie más evolucionada, sin embargo, muchas veces los animales nos dan ejemplo de valores que nos hacen repensar si eso es realmente así.

De pronto ante mis ojos desmesuradamente abiertos, el dorado color de aquel pollo se tornó de un verde brillante surcado de reflejos cobrizos. Acto seguido emprendió un vuelo corto y luego otro y otro más, hasta ubicarse en lo alto de una torre.
Desde allí creí entender en su extraño idioma de ave: ¡Adiós amigo terrícola!...quizás algún día te lleve a mi planeta.


Me quedé estupefacto, cavilando por un largo rato sobre lo que había visto y oído. ¿Fue algo que realmente sucedió en milésimas de segundos o un mero fruto de mi imaginación?

1 comentario:

  1. Buenisimo! Con detalles que transportan al lector a ese lugar. Entretenido de ppio a fin y con una interesante moraleja. Congrats Rosie! :)

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