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miércoles, 6 de mayo de 2015

MI MAMÁ ME COMPRÓ UN MARUMITO

Escritores Creativos Palacio Salvo 
Juego literario en red
Participantes:
Nahomi Soldevila
Gustavo Oxehufwud
Celia Pierina Gola

Era domingo y como siempre mi madre se arreglaba, tomaba el último trago de café  y ordenaba la cama para que fuera lo más rápido posible. 
Pronto se fue a la  feria como todos los domingos   y  yo me quedé acostada un poco más, dormí hasta las once y media, porque la noche anterior había salido con mis amigos en un boliche de la  cuidad vieja.
Dos horas después, me lo trajo, era raro pero me asustaba su cariño que no tuve otra opción que aceptarlo  ya que lo había comprado por ciento cincuenta pesos.
Sosteniéndolo, quedé largo rato mirándolo, era un carro viejo, todo sucio  con un color gris  muy extraño en forma de camión de bombero, se notaba que era muy antiguo; no me extrañaba  que mi madre hubiera comprado tal artefacto, le encantaba las cosas antiguas y su colección era valiosa.


Aquella tarde lo seguí mirando en el estante de mi habitación y me dormí, a las diecisiete, me desperté y seguí mirando el estante, con impaciencia lo agarre y lo tiré en el sótano  aquello me volvía loca. 

Todos tenemos un “Marumito”, guardado en algún lado, aunque no queramos recordarlo.
A Ingrata le había pasado eso, la sensación de encontrarse con algo que no le gustaba pero tenía que recibirlo de la mejor forma posible, porque era un obsequio de su madre, en aquel domingo en que pensó: que su hija tal vez podría apasionarse también por las cosas antiguas y a la vez extrañas, como le ocurría a ella .
Estos objetos, porque ahí está su razón de ser, ser objetos, apreciarlos con la vista y tocarlos lo menos posible, jubilarlos de alguna función originaria para la que fueron creados, (cuando eran otros objetos, y no estos en los que devinieron),  también saben guardar algo de sus dueños anteriores.
Y al volver a releer la carta de Ingrata, reconozco que en ella nunca hubo maldad ni desprecio, sino carencia en el discernimiento de lo que su amplio sentido de la percepción le avisaba.
Aquello que devendría en horror, pasó desapercibido en el comienzo.

Su madre se lo había regalado en la esperanza de que sacara lo creativo de su alma. Se esperaba que lo decorara, lo ubicara en algún lugar, le diera un nombre. 

Sin embargo Ingrata carecía de cualquier tipo de iniciativa. Su percepción de la vida no iba más allá de su vista. Su madre nunca regalaba objetos para solo admirar, tenía la manía de buscar polvo para espolvorear. Ingrata, sin bien lo había abandonado en el sótano, había sentido algo por el Marumito. Algo la había movido. 
Su carente discernimiento de la percepción disminuiría. 

Pero Ingrata se volvería un Marumito. Un algo empolvoreado, viejo  aunque con magia por dentro. Un Marumito en búsqueda de alguien que la reviviera...
El embrujo estaba hecho. 




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