Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
Rosa Cimbler
Montevideo, 26
de mayo de 2015
Mí muy amado Enrique
Te sorprenderá que te
escriba cuando hace apenas dos días nos encontramos en nuestro lugar habitual,
aquel barcito encantador a cuatro cuadras de tu casa.
Desde aquel día
inolvidable de febrero cuando el destino nos cruzó en aquella estación de servicio,
mi existencia gris, adquirió como por encanto un color y un brillo que hacía
tiempo había perdido.
¡Qué estremecimiento
recorrió mi cuerpo cuando mi mirada se encontró con la tuya! Supe al instante
que llegarías a ser más que una simple aventura para mí. Yo tenía el status de
las damas respetables que conocen al dedillo los Shopping y los mejores
coiffeurs de la ciudad. A mi paso, los hombres se giraban y me observaban con
algo más que interés. Me sentía sexy a pesar de mi cincuentena que las cremas y
los tratamientos estéticos ayudaban a disimular. Sin embargo, lejos estaba de
sentirme feliz. Al contrario, estaba presa dentro de un matrimonio teñido por
la rutina y el mutuo desinterés.
Mario y yo apenas
dialogábamos sobre temas irrelevantes. Nuestra intimidad carecía del brillo y
la pasión que ninguno de los dos se ocupaba de alimentar.
Cuando nos conocimos,
la atracción fue mutua. Sentía tus ojos clavados en mí como desnudándome
exterior e interiormente. Y además… ¡Cuanta conexión en nuestros gustos deseos
y temas de interés!
Podíamos hablar durante
horas sin aburrirnos y hacer el amor era siempre algo mágico y distinto. ¡Qué
plenitud sentía! Hubiera deseado permanecer contigo hasta el último de mis
días.
No obstante, amado
Enrique, debo decirte algo que no me animé a contarte personalmente.
No volveremos a vernos.
Por razones de trabajo,
viajaremos en los próximos días. Mi esposo ha sido trasladado por el Gerente de
la empresa donde se desempeña a una agencia en Nueva York.
Te amo más que a mi
vida. Contigo me sentí mujer, respetada, valorada y amada como nunca. Sin
embargo no puedo abandonar a Mario. Es ya un hombre gastado, con un corazón que
de vez en cuando le juega malas pasadas.
Nos conocimos siendo
adolescentes y el mes próximo cumpliremos treinta y cinco años de matrimonio.
¿Cómo abandonarlo? Él me apoyó cuando el ginecólogo me informó que ya no iba a emprender
más tratamientos de fertilidad, que anatómicamente era imposible que pudiera
tener hijos.
No te pido que
compartas mi decisión, sentirás bronca al principio, supongo. Eres diez años
más joven que yo, estoy segura que volverás a enamorarte y podrás formar una
familia feliz.
Te lo deseo de todo
corazón.
Siempre tuya, Margot.
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