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sábado, 16 de mayo de 2015

ORIGEN

Taller Escritores Creativos de Biblioteca Ernesto Herrera

Susana Maly

Acabo de mudarme de casa y he vaciado las últimas cajas que quedaban. Ahora  sí puedo decir que es mía, que me pertenece,  tengo conmigo  todo lo que me hace feliz.
Es una casa antigua, no envejecida  con buena madera en sus pisos, aberturas y vigas. Tres generaciones han pasado por ella y la han mantenido en este hermoso estado. Se destacan, la pequeña buhardilla y una galería en la parte trasera que permite disfrutar de un bello jardín con exuberantes rosas, margaritas y plantas de lavanda.

En ella han quedado algunos muebles de sus  dueños anteriores pero todo en buen estado pese al tiempo transcurrido. Corté algunas flores  y decidí subir  al desván para tratar de encontrar un jarrón que estuviera  acorde con mi ramo. Además quería hacer una inspección al contenido de dicho desván.

Encontré en él, un baúl lleno de ropa algo apolillada, también  muchas cajas bien ordenadas que me dispuse a abrir, solo había en ellas, fotos, libros y papeles inservibles para mí que decidí descartar más adelante. En una de esas cajas pude ver el jarrón perfecto que buscaba. Pero  en el fondo y casi perdido entre papeles hallé algo que llamó de inmediato mi atención. Tomé en mis manos una pequeña caja  de madera, era lisa por todos lados menos en la tapa donde tenía tallados delicados diseños. Pude ver seis redondeles, similares a ruedas con inscripciones casi borradas por el tiempo, también aparecían  números. Diez  rayos partían del centro  algunos con puntos marcados.
Le seguía una fina lámina de metal con una pátina de óxido y pequeños  remaches, luego una serie de cuadrados excavados, algunos con números que  se me antojaron recordatorios de posibles fechas, por  último tenía otra lámina de metal con dos cierres en ambos extremos que oprimí con cuidado.

Esto provocó que  con un suave chasquido la caja se abriera, levanté  la tapa con cuidado pero no estaba preparada para lo que ocurrió.
Me envolvió un remolino de niebla, sentí que me absorbía la tierra  olorosa y húmeda, era semilla, fui abriéndome camino a través de toda esa oscuridad y frescura,  me asomé a la luz, uní  mis ramas a un árbol cercano y comencé a crecer. Sentí como el agua de lluvia empapaba mis hojas y corría  por mi tronco, luego el vivificante calor del sol filtrándose entre mis ramas .Pájaros anidando en ellas y llenándome de melodías.

En un momento sentí  golpes  seguidos e intensos que herían mi tronco, mi sabia perfumada paralizó su viaje por mis ramas. Me sentí  caer, fui arrastrado hasta quedar en una oscuridad absoluta,  mi sabia seguía dormida. Algo me partió en trozos, podía sentir manos palpando mis vetas, gubias y formones horadando  mi corteza.  Ya no sabía en que había terminado pero sí sentí que  después de un tiempo de quietud  depositaban algo en mi interior. Mi  perfume se concentró  allí, entonces lo guardé.

Logré cerrar la caja, identificando el  aroma de sándalo que emanaba de su interior. No obstante, volví a abrir la caja pero ya no me dijo nada. En su interior solo había viejas  y amarillentas cartas y algunas flores secas con pétalos cual encaje. No quise leerlas estaban celosamente guardadas y así quedarían.


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