EXTRAVÍO
Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
Águeda Gondolveu
Laura es una muchacha
solitaria. La tristeza se instaló en ella desde aquél inolvidable 17 de mayo
del año anterior, cuando su alma se quebró en mil pedazos. Está rodeada de cariño, su madre que le
prodiga solícitos cuidados no consigue arrancarla de su aislamiento, pues ella
no manifiesta interés por cosa alguna.
Sus obligaciones las
realiza en forma mecánica sin poner en ellas emoción ni ilusión. Trabaja en una
oficina céntrica y goza de aprecio de sus compañeros y superiores, pues su
labor la efectúa con la eficiencia de siempre. Todos se afligen, pues saben el
motivo de su apatía, esa que nubla sus ojos verde esmeralda, antes tan alegres
y con una chispa que inundaba su rostro de luz.
Ese que ocupaba sus
pensamientos, ese Mario a quién se sentía unida por un profundo amor, le había
asestado un golpe que nunca soñó recibir de él.
Había tronchado todas
sus ilusiones, su fe, todo lo maravilloso que soñaba vivir junto a él. Lo descubrió
cuando ese día llena de alegría quiso darle una sorpresa y se presentó en su
despacho de abogado. La secretaria no se encontraba en su sitio habitual, por
lo que entró directamente en su oficina. Encontró a la secretaria en brazos de
Mario. Sin poder articular palabra abandonó el lugar. Cruzó la calle como una
autómata, las lágrimas le impedían ver nada a su alrededor, ni siquiera reparó
en los insultos de los conductores que debían frenar a su paso.
***
Fernando también había
pasado por una mala experiencia. Había perdido la confianza no solo en las
mujeres, sino que renegaba del amor, ese que había colmado su corazón en un
tiempo, que se le antojaba remoto, aunque había pasado solo seis meses.
Nunca más voy a querer,
se decía, porque llega siempre la traición. Me voy a vengar en todas lo que una
me hizo a mí. Elena, su prometida, la mujer con la que pensaba casarse en
cuanto resolviera un tema económico de poca magnitud, le dijo un día: -No te
quiero más, perdóname pero a través de tu amistad con Ernesto y dado que lo
veíamos con asiduidad, sentí una fuerte atracción por él que fue correspondida
y por eso debo dejarte. Deseo que seas feliz, olvídame y buscá a la persona que
te merecés por tu calidad humana. Yo me lo pierdo.
Emilio se espabiló de golpe ¿Qué le había
pasado? ¿Por qué no se estaba cumpliendo con lo que tenía programado? Esos diez
minutos de sueño estaban a punto de cambiar el plan que había preparado, pues
era tiempo de reunir a aquellas dos personas que estaban a su cargo, pues para
algo tenía su nombre: DESTINO. ¿Cómo reparar el error? Tenía que cambiar su
estrategia para poder lograr su cometido. Esa tristeza debe desaparecer de las
vidas de Laura y Fernando y es tiempo que esto ocurra.
Era complicado,
pertenecían a distintos barrios, no se conocían, tampoco sus empleos eran
cercanos, por lo tanto el encuentro habría de producirse de distinta manera a
lo planeado. Se le ocurrió una idea. Iría como un cliente común, al trabajo de
Laura y le encargaría un trámite engorroso que, le diría, debía realizar él
mismo, pero no tenía ni el tiempo ni la capacidad para hacerlo, por lo tanto,
consideraba que ella en era la persona indicada para ello.
Se trataba de concurrir
a cierta oficina del Estado (claro, debía elegir la que estaba a cargo de
Fernando) y arregló las cosas para que fuera él que tomara el caso.
Esa tramitación debía
llevar varios días y necesitar intercambio de documentos e información para que
poco a poco se fueran conociendo. A partir de ahí, él se encargaría del resto. Ya
no se apartaría de su rol, por algo era el Destino.
Puso manos a la obra y
se encaminó a la oficina donde se desempeñaba Laura para poner en sus manos el
trámite de referencia. De ahí en adelante, todo iba a ir sobre ruedas y dos
personas que estaban destinados el uno al otro, iban a encontrar su lugar en la
vida y la tristeza abandonaría para siempre el sitio que ambos le habían
asignado.
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