Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
Águeda
Gondolveu
La Doctora Teresa
Márquez se dispuso a encarar un nuevo día. Era cirujana grado 5 y tenía esa mañana
una difícil intervención. Se trataba de un muchacho joven, que manejando una
moto había salido disparado de ella al ser embestido por un automóvil que cruzó
con luz roja. Naturalmente, como casi todos los conductores irresponsables, se
había dado a la fuga.
El muchacho se había
fracturado un brazo y tenía contusiones en diversas partes del cuerpo. Por fortuna,
el caco había amortiguado el golpe de su cabeza, por lo que allí no recibió
ningún daño.
Le había dicho, ante la
nerviosidad de sus padres, que permanecían a su lado en forma permanente.
-No te preocupes, mañana te opero, tendrás que llevar un
tornillo en tu brazo pero al cabo de uno o dos meses no te quedará secuela
alguna. Sos joven y te vas a recuperar.
Terminó su desayuno y
se encaminó a la cínica. Su esposo, un escritor de cierto relieve, para
distraerla, la noche anterior le contó parte del argumento de su nueva novela
que ésta vez había encarado en una forma distinta a su estilo. Se trataba de
una novela fantástica. La protagonista, una joven muy soñadora se refugiaba en
la lectura y le encantaba encarnar los personajes que en ella se perfilaban.
Un día era la malvada
ama de llaves que buscaba la manera de envenenar a su patrón para quedarse con
su herencia; ya que le había hecho firmar un legado a su nombre con un pretexto,
dado que el hombre por ser anciano no tenía noción de lo que firmaba. Se aprovechaba
de la situación que ella era la única persona que estaba a su cuidado pues él
ya no tenía familia.
Otras veces era la
tímida muchacha que se enamoraba del estudiante pobre que alquilaba la
bohardilla de su casa y al que, en los descuidos de sus padres, le alcanzaba un
plato de sopa o algo para que pudiera comer, ya que lo notaba muy pálido.
De pronto se convirtió
en una actriz que se deslumbraba con los flashes y sonreía sin prestar atención
a nada más que a su persona. Se sentía hermosa y deseada.
Pero, he aquí que un
día al levantarse, sintió que de sus hombros le brotaban alas y ésta no era una
de sus muchas fantasías, ésta era una realidad.
-¿Qué me pasa? –Se preguntó y corrió a verse en el espejo- ¡son alas! –Gritó- entonces puedo volar, pensó. ¿Me aflijo por algo que no alcanzo a comprender, o me aprovecho de estas alas nuevas para echar un vistazo al mundo entero?
-¿Qué me pasa? –Se preguntó y corrió a verse en el espejo- ¡son alas! –Gritó- entonces puedo volar, pensó. ¿Me aflijo por algo que no alcanzo a comprender, o me aprovecho de estas alas nuevas para echar un vistazo al mundo entero?
Ahí quedó el relato de
su marido. María Teresa sentía una enorme curiosidad por saber cómo terminaría
esa ficción.
Dejó de pensar en ello
y entró en su consultorio. Habló brevemente con el anestesista y preguntó
quienes formarían parte de su equipo para la delicada intervención del
muchacho.
Todo transcurrió con
normalidad, la operación como de costumbre fue un éxito. Dejó al chico
completamente despierto. En su brazo tenía insertada la vía para pasar el
antibiótico y el calmante y descansaba sobre una almohada auxiliar.
Saludó y dio el informe
correspondiente a sus padres y se encaminó a su casa. Estaba cansada, pero
satisfecha. Todo había salido bien. Cuando llegó, su marido la miró con
extrañeza.
-¿Qué has hecho? ¿Fuiste a algún baile de disfraces?
-¿Por qué me preguntas eso?
-¿Por qué me preguntas eso?
-Porque de tus brazos han brotado dos alas blancas. Son tan
reales, ¿dónde las conseguiste? ¿Te inspiró el argumento de mi novela?
María Teresa no supo
que contestar. Corrió al espejo y las alas estaban allí.
-Por favor Ernesto –dijo a su esposo- decime como termina tu
trama, porque siento unos enormes deseos de volar.
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