Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
María Cristina Bossio
Leerdam, 27 de mayo,
2015
Querida Silvia
¿Te acuerdas cuando nos
conocimos por Internet? Fue en aquel foro sobre los Guns and Roses. Un día que
recordaré por siempre. Chateando empezamos una linda amistad que poco a poco
sentimos como se fue transformando en cariño verdadero.
Tú estabas en la
universidad y yo estaba trabajando en un astillero en Amsterdam. Un día, me
levanté con un propósito determinado, sentado como estaba en la computadora
reservé un pasaje para Sudamérica, para conocerte personalmente. En el fondo me
sentía asustado, nunca había salido de mi País.
Llegué un frío día
invernal y con un “Nice to meet you”, me
presenté a tus padres y hermanos que me estaban esperando en tu casa. Recuerdo
que me daban la bienvenida queriendo abrazarme, como es la costumbre allá. Yo
en cambio, me conduje parco, manteniendo la distancia, porque no me gusta que
me toquen. Con el tiempo conocí el mate, esa infusión que se sirve en calabaza
y se toma con bombilla, y se pasa de boca en boca. Jamás lo probé. Sin embargo,
me gustó muchísimo la cocina uruguaya, la pasta rellena de tu mamá y el asado
con papas y…sweet potatoes o boniatos como le llaman ustedes. En poco tiempo me
hice ciudadano legal. Ahora podía trabajar. Era tu madre la que me acompañaba a
las entrevistas de trabajo y con un perfecto spanglish nos hacíamos entender.
Tenía que aprender un nuevo idioma, me dije.
Sin querer empezaron
los problemas. El jornal que yo ganaba no me permitía mandarles dinero a mis
padres, dependían de mí. Por lo que decidimos volver a Holanda juntos a probar
suerte. Allí empezaron los contratiempos. Podías quedarte con visa de turista
sólo por tres meses, luego debías salir del País y volver a entrar.
No conseguí
la visa de residencia para ti. Vivíamos en la casa de mis padres, o sea que la
situación era la misma que en Uruguay. En mi trabajo me despedían cada tres
meses, en el período de prueba para no pagarme el despido, y si bien nos
manejábamos con el subsidio estatal, no nos daba suficiente estabilidad
económica para hacer planes de futuro. These ups and downs were the worst for our
relationship.
No obstante, contigo conocí los museos de mi País,
el Rijksmuseum en Amsterdam con cuadros de Rubens, Van Gogh o Vermeer, el
Museum Rembrandt, que no conocía a pesar de tenerlos tan cerca.
En el fondo no
queríamos separarnos, pero decidimos volver cada uno a su País y seguir
carteando a través de Internet. Fue una decisión equivocada, poco a poco
nuestros sentimientos se fueron debilitando, nos sentimos fracasados por no
haber podido hacer realidad nuestro sueño.
Yo no fui capaz de retenerte a mi
lado, soy el único culpable de nuestra separación, no fui capaz de encarar el
problema económico con la suficiente madurez. Tenía claro de que yo quería
casarme contigo y no supe como sortearlos con inteligencia.
Esta carta es una carta
de despedida, no llores por mí. Estoy seguro que conocerás a otra persona a
quien puedas querer y que te de la estabilidad económica que yo no pude darte.
Adiós mi Princesa, mi
querida y encantadora Silvia.
Tuyo por siempre
Cornelis
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