Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
María Teresa Escandell
Lo queríamos probar por
la novedad y porque era algo prohibido, eso sucedió en el liceo. Nos juntábamos
un grupito y alguien traía cigarrillos que le sacaba a su padre o a su hermano
mayor y lo fumábamos antes de entrar al salón.
Por unos años, ni una
pitada más.
Cuando me ennovié, él
venía con el vicio, así que empecé yo también. Nos casamos y seguimos
haciéndolo. Un día trajo la noticia de que uno de sus amigos tenía cáncer de
pulmón y no tenía vuelta…
Todos los de la barra
hicieron un juramento de que iban a dejar de fumar para que no se repitiera la
historia. Pablo me dijo:
-Vos Mariela, dejá también.
-No puedo –le dije.
Comía caramelos,
masticaba chicles, lo que fuera, pero nada. Ya en el trabajo vivía escapándome
para el patio, porque sabía que me podían sancionar. Habían despedido a otro
empleado porque lo encontraron fumando en el baño por tercera vez.
Cuando iba para mi
casa, daba vueltas y más vueltas hasta que compraba un paquete de maníes o
papitas bien saladas y salía con ellas comiendo, pero no era suficiente. Claro
que no, me conocía bien y aunque sabía que era un amala decisión terminé
comprando tabaco y hojillas a ver si con eso bajaba el consumo de tabaco, pues
mientras los armaba, perdía tiempo, me pareció razonable, aunque la verdad es
que tendría que dejarlo del todo.
Eso era imposible,
vería si de esa forma lo lograba. Por unos días marchó todo sin cambios y a los
días dejé tabaco y hojillas en el cajón y volví a lo mismo. Pensándolo bien,
eso no era tan malo, en realidad es peor la droga y el alcohol para la salud, a
mí me parece que es así ¿No?
Total solo fumaba una
cajilla por día, antes fumaba más de dos. En ese tiempo tuve la neumonía,
estuve internada por varias semanas con oxígeno y antibióticos inyectables y
otras cosas más. El doctor me dijo que eso fue por el cigarro pero le dije que
fumaba de vez en cuando. ¿Cómo le iba a decir la verdad?
Me asusté porque en las
noches, cuando apoyaba la cabeza en la almohada, sentía la falta de aire y por
momentos tenía una tos que me agotaba. Estaba comiendo poco porque hasta
vomitaba con tanta tos.
Fui mejorando, me
olvidé del todo otra vez, ya me sentía curada.
Lo que me dejó muy
angustiada fue la visita de mi hijo. Se apareció en la clínica, me encontró
casualmente sola. Se sentó a mi lado, me tomó la mano y me dijo.
-Mamá, ¿pensaste alguna vez en mí?..¿Qué me vas a dejar solo?
Sé que es difícil para vos y que estás sufriendo viendo el resultado de tu
vicio, pero te voy a apoyar en todo para que logres salir tantas veces como sea
necesario, hasta que te recuperes.
-Pediré ayuda hijo, ya verás.
Me derivaron a un grupo
de ayuda a fumadores, era una terapia de grupo. Ahí te decían que no tenías que
tener cerca ni la cajilla ni el encendedor para no tentarte si los tenías muy a
mano. Por un tiempo logré bajar a tres o cuatro por día y me felicitaron por el
logro, iba por buen camino.
Empecé a preparar el
concurso par
a ascenso de categoría que sería en los próximos sesenta días. Era una
muy buena oportunidad. Con la prisa, los nervios y la responsabilidad me
descontrolé y compré un cartón de cigarrillos para contenerme y empecé con unos
pocos al día y a medida que terminaba una cajilla, empezaba la otra.
Me di
cuenta que había perdido el control y ya no sabía cuánto fumaba.
Me di cuenta que había
reincidido, era consciente que debía terminar con eso o el mismo terminaría
conmigo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario