Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
Águeda Gondolveu
No sé cómo ocurrió. Doy
vuelta en mi memoria y todo parece tan lejano, como si le hubiera pasado a
otro, no a mí.
Siempre sostuve que hay
que tener una vida digna, no apartarse de los valores, que en lo simple se
centra la verdadera felicidad. He sido un esposo fiel, un buen padre. Mis dos
hijos fueron siempre mi orgullo y mi alegría.
Mi vida ha transcurrido
por carriles normales, del trabajo a
casa, a la tranquilidad del hogar.
En ocasión, reuniones
con amigos, un asado, una copa, una cena con la familia, todo eso representó mi
mundo hasta ese día.
Esa tarde, González, mi
compañero de oficina me pidió que fuera a su casa porque deseaba que le diera
una idea para la adquisición de un cuadro, dado que conocía mi afición por el
arte.
Fuimos en su coche; la
casa estaba ubicada en pleno barrio de Pocitos, un moderno apartamento amoblado
con gusto y carente del detalle por el cual solicitaba mi opinión.
Me presentó a su
esposa, Julia, una preciosa morena que me produjo un fuerte impacto.
Me pareció que ella
respondía a mi insistente mirada, no quería, pero mis ojos no podían apartarse
de su persona; sus ojos grises, su cabello negro, su cuello grácil, toda su
figura me atraía como in imán.
Quería prestar atención
a las preguntas de mi compañero, pero mi mente estaba en otra parte, preso de
su magnetismo, de su seducción.
Ella me dijo sonriendo:
Sentate, ¿Qué te puedo servir? No sé qué contesté, pero me vi ante un vaso de
refresco y un trozo de torta que no sé siquiera de que gusto era.
Le sugerí a González un
par de cuadros que armonizarían con el ambiente seleccionado y, me apresuré a
despedirme. Al llegar a casa no me sentí como siempre, contento. Mi esposa,
solícita me preguntó cómo había sido mi día.
-Bien
–contesté en forma maquinal.
-¿Qué
te pasa Eduardo? ¿Tenés algún problema? ¿Todo bien en la oficina?
-Estoy
cansado –respondí.
No sé cómo pude
sentarme a la mesa, no quería estar allí, sino en aquel apartamento de Pocitos,
que sabía iba a volver a visitar. El pretexto sería por supuesto el cuadro,
pero ¿Cómo haría para verla a solas?...solo para conversar, me dije, total, eso
no tenía nada de particular, sería un cambio de opiniones no más.
La ocasión se me
presentó a los pocos días, cuando a González le encomendaron una tarea que
implicaba un viaje de dos días a Colonia.
Esa tarde me presenté
en su casa llevando nuevas fotos de pinturas con el fin de que Julia las
examinara.
-Pasá
–me dijo- mi marido no está.
-Ya
lo sé, pero no sé qué me pasó desde el momento que te vi. No puedo sacarte de
mi mente.
-Sabés
que a mí me pasó lo mismo. Acostumbrada a la rutina de un matrimonio sin
emociones, el ver en tus ojos ese brillo de admiración me hizo sentir distinta,
deseable. No me había pasado otras veces, te lo aseguro.
-Quiero
quedarme esta noche contigo.
-¿Te
parece que esté bien?...es una locura.
-Nadie
se va a enterar. Te necesito, quiero mirarme en tus ojos y acariciar tu piel.
Así sin más, ocurrió. Un
torbellino de emociones se apoderó de mí y no vi nada más que esa mujer que me
había trastornado.
Viví un romance a
escondidas, robando el tiempo de mi familia y pensando que tenía derecho a
vivir esa pasión.
Sin embargo no podía
evitar la sensación de culpa que me asaltaba a veces, pero era más fuerte la
tentación de lo prohibido.
¿Cómo terminó esta
locura? Mirando los ojos de mi mujer, tan limpios, tan transparentes.
Tomé la gran decisión;
cortar por lo sano y sentí un alivio enorme. Comprendí que nunca había dejado
de amar a mi esposa, que mis hijos me arrastraban a ese hogar, que estuve a
punto de destruir.
Fue difícil para la
mujer que desató mi locura la ruptura, pero le hice comprender que esa vorágine
que nos envolvió, me hizo notar cual era nuestro camino.
Ahora, pasada esta
etapa he madurado y también aprendí pese a la rigidez de mis principios, esos
que siempre había sostenido, que la tentación está al alcance de la mano, que
todos alguna vez hemos sucumbido a ella. Yo debí poder sustraerme, pero por
fortuna estoy a tiempo de reconstruir lo que por mi insensatez estuve a punto
de perder para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario