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miércoles, 17 de junio de 2015

TRAMA TENTACIÓN

Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera

A RAJA TABLA

Myriam Gesto

Era de noche, no me podía dormir. Estábamos de vacaciones en un balneario, en una casa frente al mar. El oleaje estaba bravo. Tal vez fue eso lo que me despertó. Acostumbrada al silencio de mi pequeño apartamento, los ruidos se agrandan y más por la noche.
Hace unos meses me aparecieron unos cálculos en los riñones, por lo que tengo una dieta estricta. Pura agua, verdura y fruta. Yo soy una persona golosa, sobre todo me rindo ante el chocolate.
El insomnio me provoca hambre, pero no un hambre cualquiera, el hambre es de algo dulce.

Tenía en mi mente las trufas que mi hija le había comprado a la nena. Tanto pateó y al final comió sólo una. Tal vez fue el recuerdo de las trufas el que me despertó. Yo pensé con cuatro años qué va a saber si me como una.

Salí de mi dormitorio despacito para no despertar a nadie. En realidad por miedo a que vieran lo que iba a hacer. En la mitad del pasillo me volví. Sentí vergüenza .Me dije, mujer grande, comer lo que no debe y encima sacársela  a la nieta. Me acosté de nuevo tratando de pensar en otra cosa. Pero no hubo caso. El sabor del chocolate estaba dando vueltas ya en mi boca, el estómago me hacía ruido, me parecía. Al final dije tanto lío por una trufa voy y me la como y listo.

Me levanté de nuevo y me fui descalza por los pasillos hasta la heladera. Agarré la bandeja con una mano y con la otra me puse una trufa entera en la boca. Mientras la comía, permanecí parada al lado de la heladera y con la bandeja en la mano. Tragué la primera y dije bah, una más, y me puse la segunda en la boca. Ahí sentí que alguien se había levantado, me escondí. Era mi hija que iba al baño. Aproveché a correr para mi cuarto, pero ni bien cerré la puerta detrás de mí me di cuenta que me había llevado la bandeja con las trufas. 

Abrí la puerta despacito y sentí a mi hija en la cocina, cerré la puerta, me senté en la cama a esperar, mientras me comí otra trufa. Sentí sus pasos, creí que venía hacia mi cuarto, me metí de golpe entre las mantas. Las trufas que quedaban se salieron de la bandeja y estaban desparramadas en la cama.

Sentí la puerta de su cuarto que se cerró, pon fin respiré. Mientras me tranquilizaba me comí las trufas que quedaban, después que estuvieron revolcadas por la cama no las voy a devolver a la heladera. Era mejor que no encontraran más ni la bandeja, así se olvidaban de ellas, entonces las guardé en una bolsa de cosas que tenía para tirar.

Al día siguiente me despertó el llanto de mi nieta. NO tenía las trufas. En un segundo las trufas se me subieron a la garganta. Me sentí la persona más despreciable. Mi hija, furiosa empezó a buscar por toda la cocina. Yo agarré en brazos a la nena para consolarla. Mi hija se dio vuelta de golpe, le dice a la nena, enojadísima 
-Cuando a tu abuela le duelan los riñones no vayas a consolarla -me mira a mí diciendo
-¡Ni la bandeja dejaste!
-Qué bandeja -le dije-  la nena dejó de llorar y me miró, mientras la madre le decía
-Preguntale a tu abuela dónde están las trufas

-Vení que te voy a contar un cuento -le dije. 
-No - me dijo- quiero mis trufas.

Me sentí tan mal, peor que con los dolores de los cálculos renales. Tuve que decirle que me las había comido. Le prometí comprarle cuando volviéramos. Y encima pasé el día descompuesta.

Desde ese momento hice el tratamiento A RAJA TABLA.

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