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domingo, 11 de octubre de 2015

EL SUEÑO DEL PIBE

Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera 
María del Pilar Leivas

-Pablo, ¿qué haces en el cuarto, encerrado? Vamos, apurate ¿tenés todo pronto? ¿zapatos? ¿bolso? ¿todavía no te pusiste el equipo? ¿qué están haciendo todos disfrazados?
Pablo abre sus grandes ojos oscuros y le contesta temeroso.
-¡Papá, estoy ensayando una obra de teatro para la escuela, tengo que memorizarla!
-¿Obra de teatro? ¡Lo que me faltaba! ¡No quiero verte más haciendo esas cosas, estás comprometido con el club y debes practicar todos los días!
-¡Pero papá! A mí me gusta. La maestra me dijo que hacía muy bien el papel y es para la fiesta de fin de año.
-¡Yo voy a ir a hablar con la maestra! ¡Le voy a meter lío y vas a ver cómo se termina acá la cosa! A la escuela vas a aprender a leer, escribir y hacer cuentas ¡Qué teatro ni teatro!
-No papá, mejor no vayas, no le digas nada, mejor yo le digo que no voy a actuar porque no me acuerdo de nada…
-¡Mmm, ya veremos!... ahora dale, ponete el equipo que se hace tarde.
En la cancha, los padres se paran en el borde, alentando a sus hijos, mientras algunas madres charlan y toman mate a la sombra. Una voz resalta sobre el resto.
         -¡Dale Pablo! ¡Márcalo fuerte! ¡No dejes pasar la pelota…¡No! ¡Otra vez la perdiste! ¡Dale, corré más rápido! Es tuya, ¡tirá!, que abombado, no podés errar eso, dale fuerte, marcá ahí… no lo dejes pasar, no seas flojo…
El pobre Pablo, corre angustiado, tratando de hacer lo que oye gritar a su padre. El regreso es en medio de protestas contra el juez, contra los jugadores y contra Pablo, que no pudo hacer un gol y perdieron 4 a 1.
Al llegar a la casa, el padre enfrenta a su esposa.

-Magdalena, ¿Qué es eso de que a tu hijo le gusta el teatro y pierde el tiempo en esas mariconeadas en lugar de entrenar?
-Pero Luis, solo es un ensayo para la fiesta de fin de año, a Pablo de chiquito siempre le gustó el teatro ¿te acordás? Me pedía que lo llevara y disfrutaba mucho. No le atrae mucho el fútbol.
-Se terminó, se terminó acá, estas hipotecando el futuro de tu hijo. Que se dedique al fútbol, ¡eso sí que es carrera!, mirá Forlán, mirá Suárez, Cavani, Godín… esos sí que la amasan. A entrenar y vas a ver que lo logra. ¡Teatro! ¿Quién vive del teatro? ¿Querés que se vuelva un maricón? Vos tenés la culpa por fomentarle esas cosas, vos y la maestra. Desde ahora se terminó el teatro, solo puede ir al club. ¡Yo lo voy a sacar hombre! Y no se habla más.
Magdalena bajó la cabeza y se calló, como siempre, para evitar más violencia.
En la escuela, Pablo se comunica con Daniel, quién juega en el equipo rival el sábado.

-Daniel, este sábado jugamos…
-Sí, ¿Qué pasa?
-Nada, quiero que me hagas un favor. Marcame y dame una patada bien fuerte. Te doy mi gorro favorito de Peñarol…
-¿Estás loco? Me pueden echar y no juego por dos partidos, además, soy más grande y te puedo lastimar.
-No importa,¡hacelo!. Mirá tengo $200 y también te los doy.
-Bueno, no sé, el sábado vemos.
En el escritorio, el padre de Pablo acude citado por la maestra.
-Buenas tardes, Sr. Antúnez, quería hablar con usted.
-Yo también, capaz que es por lo mismo.
-Puede ser, estoy preocupada porque Pablo me planteó que no quiere seguir en la obra de teatro; dice que no tiene memoria, lo cual no es cierto porque había aprendido su papel enseguida. Es más, tiene una actuación destacada en todo lo que es expresión oral. Desde años anteriores ha sido elegido por maestros y compañeros para actuar en todas las oportunidades. Tiene un talento especial y disfruta haciendo esa actividad. ¿Qué pasó?
-Nada pasó, va a pasar si sigue… yo quiero que se dedique al fútbol, en donde tiene más futuro y para lo cual también tiene condiciones. No tiene tiempo para el teatro. Así que yo, que soy el padre, le prohíbo que ponga a mi hijo en esas actuaciones…y no se habla más de esto. La madre también está de acuerdo ¡Buenas tardes!

Ese sábado, Pablo jugó como nunca; marcaba fuerte, corría enceguecido, esperando el fierrazo prometido de Daniel, que no llegó.
-¡Qué bien! ¡Ese es mi hijo! ¡Dale más! ¡corré! ¡pisá! ¡empujalo que te quita la bola! -Se oía desde el borde de la cancha.
El domingo de tarde, tocan timbre en la casa. Un vecino preocupado, le dice a Luis que Pablito se cayó de la azotea y está algo herido.

-Parece que estaba jugando al fútbol en el terreno del fondo de la casa y se cayó la pelota en el techo. Puso una escalera y al bajar con la pelota, se resbaló. Ya viene la urgencia en camino. Quedó con él mi esposa. No lo movimos. Me parece que se fracturó una pierna, pero no perdió el conocimiento. Tranquilícese, está bien…son cosas que pasan…


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