Escritores
Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
María
del Pilar Leivas
-Pablo,
¿qué haces en el cuarto, encerrado? Vamos, apurate ¿tenés todo pronto?
¿zapatos? ¿bolso? ¿todavía no te pusiste el equipo? ¿qué están haciendo todos
disfrazados?
Pablo abre sus grandes
ojos oscuros y le contesta temeroso.
-¡Papá,
estoy ensayando una obra de teatro para la escuela, tengo que memorizarla!
-¿Obra
de teatro? ¡Lo que me faltaba! ¡No quiero verte más haciendo esas cosas, estás
comprometido con el club y debes practicar todos los días!
-¡Pero
papá! A mí me gusta. La maestra me dijo que hacía muy bien el papel y es para
la fiesta de fin de año.
-¡Yo
voy a ir a hablar con la maestra! ¡Le voy a meter lío y vas a ver cómo se termina
acá la cosa! A la escuela vas a aprender a leer, escribir y hacer cuentas ¡Qué
teatro ni teatro!
-No
papá, mejor no vayas, no le digas nada, mejor yo le digo que no voy a actuar
porque no me acuerdo de nada…
-¡Mmm,
ya veremos!... ahora dale, ponete el equipo que se hace tarde.
En la cancha, los
padres se paran en el borde, alentando a sus hijos, mientras algunas madres
charlan y toman mate a la sombra. Una voz resalta sobre el resto.
-¡Dale Pablo! ¡Márcalo fuerte! ¡No dejes pasar la
pelota…¡No! ¡Otra vez la perdiste! ¡Dale, corré más rápido! Es tuya, ¡tirá!,
que abombado, no podés errar eso, dale fuerte, marcá ahí… no lo dejes pasar, no
seas flojo…
El pobre Pablo, corre
angustiado, tratando de hacer lo que oye gritar a su padre. El regreso es en
medio de protestas contra el juez, contra los jugadores y contra Pablo, que no
pudo hacer un gol y perdieron 4 a 1.
Al llegar a la casa, el
padre enfrenta a su esposa.
-Magdalena,
¿Qué es eso de que a tu hijo le gusta el teatro y pierde el tiempo en esas
mariconeadas en lugar de entrenar?
-Pero
Luis, solo es un ensayo para la fiesta de fin de año, a Pablo de chiquito
siempre le gustó el teatro ¿te acordás? Me pedía que lo llevara y disfrutaba
mucho. No le atrae mucho el fútbol.
-Se
terminó, se terminó acá, estas hipotecando el futuro de tu hijo. Que se dedique
al fútbol, ¡eso sí que es carrera!, mirá Forlán, mirá Suárez, Cavani, Godín…
esos sí que la amasan. A entrenar y vas a ver que lo logra. ¡Teatro! ¿Quién
vive del teatro? ¿Querés que se vuelva un maricón? Vos tenés la culpa por
fomentarle esas cosas, vos y la maestra. Desde ahora se terminó el teatro, solo
puede ir al club. ¡Yo lo voy a sacar hombre! Y no se habla más.
Magdalena bajó la
cabeza y se calló, como siempre, para evitar más violencia.
En la escuela, Pablo se
comunica con Daniel, quién juega en el equipo rival el sábado.
-Daniel,
este sábado jugamos…
-Sí,
¿Qué pasa?
-Nada,
quiero que me hagas un favor. Marcame y dame una patada bien fuerte. Te doy mi
gorro favorito de Peñarol…
-¿Estás
loco? Me pueden echar y no juego por dos partidos, además, soy más grande y te
puedo lastimar.
-No
importa,¡hacelo!. Mirá tengo $200 y también te los doy.
-Bueno,
no sé, el sábado vemos.
En
el escritorio, el padre de Pablo acude citado por la maestra.
-Buenas
tardes, Sr. Antúnez, quería hablar con usted.
-Yo
también, capaz que es por lo mismo.
-Puede
ser, estoy preocupada porque Pablo me planteó que no quiere seguir en la obra
de teatro; dice que no tiene memoria, lo cual no es cierto porque había
aprendido su papel enseguida. Es más, tiene una actuación destacada en todo lo
que es expresión oral. Desde años anteriores ha sido elegido por maestros y
compañeros para actuar en todas las oportunidades. Tiene un talento especial y
disfruta haciendo esa actividad. ¿Qué pasó?
-Nada
pasó, va a pasar si sigue… yo quiero que se dedique al fútbol, en donde tiene
más futuro y para lo cual también tiene condiciones. No tiene tiempo para el
teatro. Así que yo, que soy el padre, le prohíbo que ponga a mi hijo en esas
actuaciones…y no se habla más de esto. La madre también está de acuerdo ¡Buenas
tardes!
Ese sábado, Pablo jugó
como nunca; marcaba fuerte, corría enceguecido, esperando el fierrazo prometido
de Daniel, que no llegó.
-¡Qué
bien! ¡Ese es mi hijo! ¡Dale más! ¡corré! ¡pisá! ¡empujalo que te quita la
bola! -Se oía desde el borde de la cancha.
El domingo de tarde,
tocan timbre en la casa. Un vecino preocupado, le dice a Luis que Pablito se
cayó de la azotea y está algo herido.
-Parece
que estaba jugando al fútbol en el terreno del fondo de la casa y se cayó la
pelota en el techo. Puso una escalera y al bajar con la pelota, se resbaló. Ya viene
la urgencia en camino. Quedó con él mi esposa. No lo movimos. Me parece que se
fracturó una pierna, pero no perdió el conocimiento. Tranquilícese, está bien…son
cosas que pasan…
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