Escritores
Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
María Cristina
Bossio
Aquél día estábamos
haciendo los deberes en la mesa gris de mi casa, tachonada de chiclets duros y
pegados, y de pronto, nos quedamos sin luz, como solía ocurrir, cuando hacía
mucho viento. La primera impresión fue de un miedo impresionante. Sin luz se
podía oír nítidamente y con más intensidad el ulular del viento golpeando los
postigos en las ventanas. Papá y mamá habían salido. Estábamos solos.
Le hice un guiño a mi
hermano para asustar a mi hermana con una sábana. Ella corría por toda la casa.
¡Dios mío! Cómo nos
reíamos, hasta casi perder el aliento y tosíamos mucho también. Al rato
recobramos la calma y nos sentamos en el suelo para prender el farol a mantilla
que nos había traído de regalo mi querida tía Tita, en realidad se llamaba
Eloísa. Yo la quería mucho.
Era farol, era faro de
Alejandría, iluminando los ángulos más oscuros, devolviendo las formas a los
objetos y tranquilizando las almas asustadas. Era la luz propia de la infancia,
transparente y confiada que ora pudiera ser también una idea, una sonrisa, una
esperanza o un deseo muy fuerte.
Era energía que da luz
propia, era un sol que brillaba y por medio de esa energía poder conocernos
mejor, saber quiénes somos, de lo que somos capaces de hacer, hurgar en el miedo hasta destrozarlo.
Si te aterrorizas... Si
te pueden...Lo que es el miedo y aun así seguir viviendo, siendo fuerte ante
él, detrás de él o debajo del miedo o al
otro lado de la frontera del miedo. ¡Y querer triunfar del miedo!
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