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domingo, 11 de octubre de 2015

LA CASA HELADA

Escritores Creativos Experimental de Malvín
Stella Duarte

Salimos muy contentas, un fin de semana sin horarios, cargamos el auto, ningún lugar determinado, las dos solas. Carla siempre decía que había que organizar y yo que no ¿Dónde está escrito eso?
Las mujeres, siempre teníamos que avisar a dónde íbamos. Tomé la ruta que iba hacia el norte, gritando: ya, por favor, ¿para qué están los celulares? Por suerte a pesar del invierno, había una temperatura agradable y un débil sol.
Encontramos unas cabañas y nos quedamos a pasar la noche. Al otro día, desayunamos y salimos a caminar tranquilas a más relajadas.
Detrás empezaba una zona de humedales con una gran cantidad de diferentes especies de árboles, unos con las raíces extendidas al ras del suelo, otras que parecían esqueletos gigantes, que nos impedían pasar. Primero la tierra era firme, pero luego empezó una mezcla con arena y cal y se hundían nuestros pies.
El lugar era muy solitario, cruzamos por un puentecito y a lo lejos, vimos una hermosa casa, extraña, ya que no era común en esos parajes encontrar ese tipo de construcción. Eso nos brindó una cierta tranquilidad y le comenté a Carla descansar allí, ya que la noté cansada.
Llegamos después de caminar un par de horas y decidimos ver si estaba ocupada y si permitían visitarla. Subimos por los anchos escalones de piedra. La puerta estaba entornada y al entrar, vimos que era una capilla y se escuchaba suavemente un órgano. Nos sentamos abrazadas en uno de los bancos de madera, la música nos fue llevando hacia el mundo anterior, a nuestros principios cristianos, una paz nos envolvió.
Despertamos al atardecer, ateridas de frío, temblando y en nuestras manos apretadas, una llave, que correspondía a la puerta que cerramos al salir. Nos retiramos sin hablar y nunca comentamos lo sucedido en la casa helada. Nos acompañó la música del órgano.


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