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martes, 6 de octubre de 2015

LOS OBJETOS DE LA CASA

Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
Águeda Gondolveu

Mi hermano y yo formamos parte de este hogar. No somos 0 km porque fuimos adquiridos por la dueña de casa (en adelante  la llamaré mi amiga) a un vecino que viajaba a Buenos Aires. Cuando nos vio, sin preguntar nuestro precio, dijo "Me quedo con ellos".
Nos trajo, nos llenó de flores y nos puso en el modular (que no es el mismo de ahora) que hay en el comedor, desde donde se  domina toda la casa. Mi hermano no es muy observador y se limita a dejarse estar, así que con él no tengo mucho diálogo.
Mi amiga vivió doce años sola, desde el momento en que su compañero tuvo que partir, hecho que la sumió en una profunda tristeza que le costó mucho superar. Hoy la acompañan sus hijos y su vida ha tomado otros rumbos. Desde que yo la conocí (hace cuarenta y seis años) está siempre con su cuaderno y una lapicera a mano y con un libro cerca.
Cuando trajeron la TV color hubo un gran revuelo en la casa, pero lo que más me gustó fue que a causa de ella nunca se cortó el diálogo de la familia. Mi amiga suele leer en voz alta alguno de sus escritos, cosa que yo escucho con gran interés sobre todo ahora que la veo contenta, puesto que tiene nuevas amigas provenientes de un taller literario que funciona en la Biblioteca del barrio.
Allí trabajan en equipo y suelen reunirse a discutir la forma de encarar los diversos temas propuestos. También les sirve de pretexto para conocerse y compartir un café y una charla. De esos grupos han surgido interesantes historias que han enriquecido el conocimiento.
La casa se ha transformado, son otros los pisos, los azulejos, los muebles, pero nosotros seguimos aquí. Cuando le instalaron la computadora, mi amiga, aunque tardó en adaptarse al ratón que le llevaba la flecha para cualquier lado, descubrió que el mismo la llevaba a introducirse en cualquier rincón del mundo.
En eso transcurre su vida, nutriéndose de todo lo que le interesa y esforzándose siempre por lograr la plenitud y la paz. Yo no extraño el lago, ni la admiración que sabía despertar, porque aunque soy un cisne de porcelana, como el patito feo, aquí he encontrado mi verdadero hogar. 


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