Escritores
Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
Rosa Cimbler
¡Otro miércoles de
desafíos!
Pero como de costumbre,
hay que enfrentarlos. Para este miércoles 30 de setiembre, Mónica nos propuso
elegir un objeto estrechamente ligado a nuestra afectividad y describirlo
detalladamente.
¿Qué escojo?, me
pregunté.
Abrí el placard de mi
dormitorio recorriendo visualmente los estantes. En uno de ellos se apilaban
manteles en su mayoría de un blanco que el tiempo amarilleaba inexorable. Los
acaricié y mi mano se detuvo en uno. Es que ese se distinguía de los demás por
sus delicados bordados multicolores.
Al extraerlo, sentí una
oleada de emoción que me retrotrajo a mi adolescencia y juventud. Tenía en mis
manos un tesoro, donde la laboriosa acción de mi madre, había transformado un
objeto inanimado en otro, pleno de luz, que supo lucir orondo sobre la mesa
familiar.
Esa maravillosa mujer,
poseedora de una paciencia envidiable que permitió vencer todas las
dificultades que no fueron pocas. Se casó con un inmigrante polaco que al igual
que ella, llegó al País huyendo de los vientos de guerra que se avecinaban. Lea
y David se casaron y se instalaron en la ciudad de Rocha. Tuvieron cuatro
hijas, de las cuales soy la menor.
Una de ellas, mi
melliza, falleció a los pocos meses de nacida, víctima de meningitis. Nos
criaron y educaron con mil sacrificios. Mamá además de ama de casa, atendía la
tienda que poseíamos en la calle Zorrilla de San Martín y Julián Graña.
Este mantel representa
cabalmente a esa mujer ciclópea capaz de realizar tantas tareas y aún disponer
de tiempo extra para bordar. Era además una excelente cocinera. Devorábamos con
deleite todo lo que elaboraba: sus “chasques”, especie de galletitas
marmoladas, sus “jalot trenzadas” sus “strudel de manzana” y el “lering” que
comíamos como abreboca. Lo hacía colocando a fermentar trozos de lachas crudas,
en aceite, laurel, sal y pimienta.
Cuando la familia
emigró hacia Montevideo, en 1957, el mantel nos acompañó. Ahí, la vida familiar
cambió. El ritmo de mayor ajetreo de la capital le impidió a mamá continuar con
sus tareas manuales.
Siguieron dedicados al
comercio, aunque con cambio de rubro: ahora fue un bazar en Paso Molino.
Primero vivíamos en una casa antigua del barrio Cordón. Después pasamos a una
en Paso Molino, cerquita del Miguelete y a tres cuadras del bazar. El mantel
continuaba luciéndose.
Comencemos a
describirlo: es rectangular, de granité blanco, de dimensiones generosas como
para cubrir una mesa para doce comensales. Está ribeteado con una ancha
puntilla, posee un friso perimetral bordado en forma de un entrecruzado de
cuadraditos azules. Dicho friso posee recortes semicirculares tanto en su borde
exterior como interior. En cada semicírculo luce un ramito compuesto de diez
flores; siete de ellas simulan ser pensamientos y las tres restantes
clavelinas. Hay también tres hojas de helecho.
El hilo utilizado era
Moliné matizado en colores, violeta, rojo, naranja, salmón y azul. Mientras
disfrutábamos de las ricas comidas preparadas con amor por mamá, solíamos
escuchar: “Di idishe shu” que significa, “La hora judía”, en CX 46, radio
América, su conductor, ya fallecido, era José Jerozolimski.
En su característico
idisch, uruguayizado (por los años de residencia en el país), transmitía noticias,
música, eventos de la colectividad, defunciones, etc. Es decir, la dinámica de
una sociedad inmersa en otra y que deseaba mantener su acervo sin negarse a la
integración.
También lo hacía en
español para que toda persona desconocedora del idisch, dialecto empleado por
casi todos los judíos de la diáspora excepto los sefaraditas, pudiesen hacerse
de la información.
Cuando mis padres se
deshicieron del negocio, pasando éste a mi hermana mayor, se mudaron a una casa
cercana a los accesos donde llegaron, al término de sus vidas.
Allí también supo lucir
el hermoso mantel de punto araña al cual hoy le rindo un emocionado homenaje.
Es una hermosa forma de reverencia a esa mujer enorme, pilar de mi familia.
Te quiero…mamá.
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