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lunes, 5 de octubre de 2015

PERFUME DEL AYER

Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
Rosa Cimbler
¡Otro miércoles de desafíos!
Pero como de costumbre, hay que enfrentarlos. Para este miércoles 30 de setiembre, Mónica nos propuso elegir un objeto estrechamente ligado a nuestra afectividad y describirlo detalladamente.
¿Qué escojo?, me pregunté.

Abrí el placard de mi dormitorio recorriendo visualmente los estantes. En uno de ellos se apilaban manteles en su mayoría de un blanco que el tiempo amarilleaba inexorable. Los acaricié y mi mano se detuvo en uno. Es que ese se distinguía de los demás por sus delicados bordados multicolores.
Al extraerlo, sentí una oleada de emoción que me retrotrajo a mi adolescencia y juventud. Tenía en mis manos un tesoro, donde la laboriosa acción de mi madre, había transformado un objeto inanimado en otro, pleno de luz, que supo lucir orondo sobre la mesa familiar.
Esa maravillosa mujer, poseedora de una paciencia envidiable que permitió vencer todas las dificultades que no fueron pocas. Se casó con un inmigrante polaco que al igual que ella, llegó al País huyendo de los vientos de guerra que se avecinaban. Lea y David se casaron y se instalaron en la ciudad de Rocha. Tuvieron cuatro hijas, de las cuales soy la menor.

Una de ellas, mi melliza, falleció a los pocos meses de nacida, víctima de meningitis. Nos criaron y educaron con mil sacrificios. Mamá además de ama de casa, atendía la tienda que poseíamos en la calle Zorrilla de San Martín y Julián Graña.
Este mantel representa cabalmente a esa mujer ciclópea capaz de realizar tantas tareas y aún disponer de tiempo extra para bordar. Era además una excelente cocinera. Devorábamos con deleite todo lo que elaboraba: sus “chasques”, especie de galletitas marmoladas, sus “jalot trenzadas” sus “strudel de manzana” y el “lering” que comíamos como abreboca. Lo hacía colocando a fermentar trozos de lachas crudas, en aceite, laurel, sal y pimienta.
Cuando la familia emigró hacia Montevideo, en 1957, el mantel nos acompañó. Ahí, la vida familiar cambió. El ritmo de mayor ajetreo de la capital le impidió a mamá continuar con sus tareas manuales.
Siguieron dedicados al comercio, aunque con cambio de rubro: ahora fue un bazar en Paso Molino. Primero vivíamos en una casa antigua del barrio Cordón. Después pasamos a una en Paso Molino, cerquita del Miguelete y a tres cuadras del bazar. El mantel continuaba luciéndose.

Comencemos a describirlo: es rectangular, de granité blanco, de dimensiones generosas como para cubrir una mesa para doce comensales. Está ribeteado con una ancha puntilla, posee un friso perimetral bordado en forma de un entrecruzado de cuadraditos azules. Dicho friso posee recortes semicirculares tanto en su borde exterior como interior. En cada semicírculo luce un ramito compuesto de diez flores; siete de ellas simulan ser pensamientos y las tres restantes clavelinas. Hay también tres hojas de helecho.
El hilo utilizado era Moliné matizado en colores, violeta, rojo, naranja, salmón y azul. Mientras disfrutábamos de las ricas comidas preparadas con amor por mamá, solíamos escuchar: “Di idishe shu” que significa, “La hora judía”, en CX 46, radio América, su conductor, ya fallecido, era José Jerozolimski. 
En su característico idisch, uruguayizado (por los años de residencia en el país), transmitía noticias, música, eventos de la colectividad, defunciones, etc. Es decir, la dinámica de una sociedad inmersa en otra y que deseaba mantener su acervo sin negarse a la integración.

También lo hacía en español para que toda persona desconocedora del idisch, dialecto empleado por casi todos los judíos de la diáspora excepto los sefaraditas, pudiesen hacerse de la información.
Cuando mis padres se deshicieron del negocio, pasando éste a mi hermana mayor, se mudaron a una casa cercana a los accesos donde llegaron, al término de sus vidas.
Allí también supo lucir el hermoso mantel de punto araña al cual hoy le rindo un emocionado homenaje. Es una hermosa forma de reverencia a esa mujer enorme, pilar de mi familia.
Te quiero…mamá.


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