Escritores
Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
Al Mar
La cabaña estaba
rodeada de pinos mecidos por la brisa. Había un rumor en el viento. El expectante
toma los cabellos para que el viento no los toque. Cela al viento. La pinocha
era su nido. El mar embravecido rumoreaba despidiendo una tibia espuma que poco
a poco se fue acercando a las femeninas piernas en busca de una humedad
similar. Él tomó su mano depositándola en su fortaleza. Ella se estremeció. Se juntaron
los labios. Luego la fortaleza se introdujo en la plácida humedad. Los grillos
hasta ahora silenciosos, se unieron a los gemidos. Las estrellas fueron mudos
testigos de la elevación corpórea. Todo quedó en silencio. Tomó su hermoso
rostro, ahora distendido y lo apoyó en su regazo, ahora tibio y laxo. El sueño
los entrelazó en un perfume desconocido. Desapareció aquel pájaro del sueño
recurrente. Una malla de tejido le impedía volar, buscando afanosamente el
hueco que no hallaba. Ahora el pájaro volaba mucho más alto sintiendo que el
universo le pertenecía.
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