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viernes, 25 de septiembre de 2015

EPÍGRAFE

 Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera                                                                                                        
Desperté a media mañana. El día estaba nublado y ventoso
Bebí  café y comprobé que el dinero estuviera en su escondite
¨El Elogio de la Nieve¨.  Hugo Burel 

      La traición

Susana Maly
                              
Sintió  que había dormido demasiado, ya era media mañana. La mala noche pasada había sido la culpable. No paró de pensar y dar vueltas en la cama; ¿realmente confiaban  o era una manera de tenerlo controlado a él y al dinero?

Era un día ideal, nublado y ventoso, así,  si salía con bufanda al cuello y la capucha del abrigo levantada  no llamaría la atención. Terminó de beber el café y sin recoger la taza, abrió la puerta, la cerró con cuidado y salió a la calle.

Sus pasos lo llevaron hasta un locker de la estación de trenes cercana, del cual tenía una llave desde hacía tiempo. Allí había guardado el dinero del robo del viernes anterior. Había sido un robo limpio, sólo habían forzado la cerradura de la entrada esa noche y debido a una larga práctica, uno de los ladrones había abierto la caja fuerte sacando todo el dinero.

Se habían separaron rápidamente y él  se quedó con la mochila y con todo lo robado. De inmediato la guardó en el locker donde ahora comprobaría que estaba todo en su lugar bien escondido, nadie sospechaba. Ese lugar solo lo conocían sus socios en el robo y él…ya buscarían el momento y lugar adecuado para repartirlo.

Escuchó pasos a su espalda  pero no se preocupó, quién iba a sospechar que  en esa mochila había  tanto dinero. Se parecía a tantos viajeros que usaban los lockers para guardar pertenencias.

No pudo pensar nada más, sintió dolor, un fuego helado penetró en sus riñones, sus rodillas se doblaron y cayó al piso. Rápidamente las figuras a su espalda se alejaron con la mochila, comentando con sorna uno de ellos

-Les dije que era un lugar seguro, ahora el reparto será perfecto.


Nadie vio nada, el hombre caído en el suelo se desangraba lentamente. Con su último aliento alcanzó a murmurar: no fue un buen escondite

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