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martes, 1 de septiembre de 2015

LA CARICIA MÁS PROFUNDA

Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
 Rosa Cimbler

Aquella fue la sensación de mayor plenitud que pude sentir. Muchas veces, desde mi adolescencia había fantaseado con aquel momento en que alguien me hiciese sentir mujer. Había esperado con una mezcla de expectativa y miedo experimentar la caricia más profunda que implica relacionarse íntimamente en cuerpo y alma con otro ser.
Y hete aquí, que, ahora enfrentada a aquel muchacho respetuoso y cortés con quien hacía ya dos meses salía, sentía que ambos nos moríamos de ganas de llegar hasta ese punto.
A pesar de mis veinticinco años, nunca había tenido relaciones sexuales. Los besos, las caricias ya no eran suficientes para calmarnos.
Nuestra excitación crecía. Esa tarde, Pedro y yo fuimos al cine. De regreso, noté que mis padres no estaban en casa. Sentí la mirada ansiosa de Pedro. Encendí el equipo de audio; a los dos nos encantaban los blues y los oldies. Al son de la música comenzamos a bailar muy amarrados, sintiéndonos uno solo. No pudimos ni quisimos evitarlo. ¡Con qué delicadeza me trataba aquel hombre!
Sentí un placer inusitado para mí y también un pequeño dolor que no impidió que experimentara una laxitud total.

Pasaron ya cuatro años de esa experiencia. Por diversas razones no continuamos la relación. Ahora, con veintinueve, tengo otra pareja. Pensamos formalizar en dos meses. Sin embargo, nunca olvidaré a Pedro quien con manos de artista cinceló mi iniciación sexual.



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