Escritores
Creativos Experimental de Malvín
Nedy Varela
Recuerdo el olor y la
oscuridad. Nos metieron a todos a empujones, a gritos, a golpes.
El tren, apenas se
detuvo y abrió las enormes puertas laterales de los vagones de carga hasta
devorarnos. Mi abuelo no pudo subir porque le patearon el bastón, mientras que
los que venían detrás le pasaban por encima, lo pisaban. Mi madre tironeó de mi
mano y me obligó a seguir, a no mirar.
Su mano no estaba tibia
como otras veces, ahora estaba sudorosa y fría. Los perros nos ladraban
furiosos.
Cuando cerraron las
puertas, la oscuridad fue total.
El tren se puso en
marcha. Estábamos apretados, nuestras respiraciones se mezclaban con la
transpiración, con las lágrimas y con un olor ácido lleno de temblores y de
miedo.
No recuerdo cuanto
tiempo pasó hasta que el tres se detuvo. Bajamos ciegos, de golpe, empujados,
orinados, con la ropa que llevábamos mojadas y con sed.
Los hombres fueron
separados de inmediato y llevados a una fila. Mi padre marchó con ellos.
Tuvieron que golpearlo fuerte para que nos soltara, primero a mí y luego a mi
madre.
De pronto, mi madre
también fue arrancada de mi mano y la obligaron a ir a otra fila donde la
mayoría de las mujeres eran ancianas. Mi madre estaba débil y cayó varias veces
antes de llegar a la fila.
Ahora habíamos quedado
rodeados de hombres oscuros y armados.
La mayoría éramos niños
y jóvenes.
Tuve miedo, miedo al
abandono.
Con el tiempo, hacinados en las barracas, comprendí que el abandono
real es el definitivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario