Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
Myriam Gesto
Lo vi entrar. Su porte
de don Juan me encendió. Como si hubiera sentido irradiar mi calor me miró.
Nuestros ojos se fundieron con un destello fatal. Sentí entrar al demonio en mi
cuerpo, me di vuelta en la silla hasta quedar de espaldas a él.
Sigiloso se acercó y
con sus labios sobre los lóbulos de mis orejas me susurró:
-Bailás?
Lo miré desafiante y
acepté. Sus dedos rozaron mis manos suavemente. Me tomó por la cintura, acercó
su rostro al mío, siempre rozando, nunca tocando.
Poco a poco el roce fue
a más. Nuestros cuerpos se fueron apretándo el uno hacia el otro. Ahora el roce
de su miembro en mi pubis alentaban los besos como leños al fuego.
La cadencia de nuestros
cuerpos tenía música propia.
Antes de que el fuego
que sentía me llevara hasta el mismo infierno, me solté y me fui.
El me siguió y como
lenguas de fuego me tomó hasta que las cenizas borraran todo vestigio de
nosotros dos.
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