Responsable: Mónica Marchesky

Seguidores

viernes, 25 de septiembre de 2015

EPÍGRAFE

 Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
Agueda Gondolveu

Desperté a media mañana. El día estaba nublado y ventoso. Bebí café y comprobé que el dinero estuviera en su escondite.
"El elogio de la nieve". Hugo Burel.

El hombre dobló la esquina mirando a todos lados  con aire distraído.
Había preparado el golpe con gran precisión.
Días enteros comprobando los movimientos de los habitantes de la casa.
El jefe de familia era un reputado hombre de negocios, un corredor de Bolsa que día a día jugaba con la suerte y casi siempre ganaba.
Su esposa, una dama de alto prestigio, repartía su tiempo entre partidas de bridge y tés a beneficio de obras sociales siempre codeándose con las distinguidas esposas de altos funcionarios, a la altura del suyo propio.
Los hijos, varón y niña, de 10 y 12 años, pupilos en un colegio bilingüe, disfrutaban de todos los privilegios inherentes a su rango.

El hombre había entrado a aquella casa, en carácter de empleado de alta seguridad, dotada de la más avanzada tecnología.
Pudo apreciar, puesto que tenía debilidad por ello, las obras de arte que adornaban el salón principal, todas auténticas llevando las firmas de pintores de renombre.
Allí imperaba el lujo y el buen gusto, desde las delicadas porcelanas hasta los cristales de Bohemia que temblaban en los caireles de las majestuosas arañas.

¡Qué esplendor! No hay derecho, -pensó- y allí germinó la idea de apoderarse de alguno de aquellos cuadros que sabía, valían una fortuna.
Ese era el día. Estaba totalmente compenetrado con el sofisticado sistema de alarmas. Se presentó provisto de una ganzúa que sabía manejar con destreza y no tuvo dificultades para entrar.
Sabía que la casa estaba sola. El personal de servicio ocupaba una vivienda a los fondos de la misma. Se trataba de un matrimonio mayor que hacía varios años desempeñaban las tareas domésticas y sabía que en ese momento estaban entregados al descanso.
Con singular maestría, con la ayuda de una afilada navaja, procedió a sacar de sus marcos tres de las valiosas pinturas y luego decidió probar a abrir la caja fuerte en busca del dinero y otros valores que en ella pudiese haber.
Se le ocurrió que la combinación podía tener conexión con la edad de los niños y utilizando los números de distintas formas logró su cometido.
La caja se abrió y maravillado contempló el brillo de las alhajas que contenía y se apresuró a meter las mismas, añadiendo un grueso fajo de billetes en la bolsa que había llevado a esos efectos.

Consumado el hecho, conectó la alarma nuevamente, cerró la puerta principal y se perdió entre las sombras de la noche.


No hay comentarios:

Publicar un comentario