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viernes, 25 de septiembre de 2015

DISPARADOR

Tiene los ojos color azul hielo, el pelo rapado, las uñas pintadas de negro. Todo su cuerpo es fibra y viaja en moto. Vive en Nueva York.
Sebastián Domínguez

Nueva York es, en sus zonas grises, una síntesis de la condición humana en sus múltiples variantes. Una concentración de las distintas etnias, costumbres, religiones y expresiones artísticas.
Recorrerla es sentir el asombro en su máxima potencia. Es una extraordinaria aventura, llena de riesgos, pero también de curiosidades.
Perdido por esas calles me surgen personajes que trascienden la imaginación de cualquier escritor. Un día, caminando sin rumbo, alguien me interpeló. No lo vi venir, me sorprendió.
-¿Usted es turista?
-No, soy viajero.
-¿No es lo mismo?
-Claro que no. Yo busco conocer lugares y personas, el turista no sé, nunca lo fui.
-Venga conmigo que va a conocer.
Me tomó del brazo y me llevó hasta donde tenía estacionada su moto. Un personaje excitante. Sus ojos azul hielo, el pelo rapado, las uñas pintadas de negro, me dieron vuela la cabeza. No sabía si era hombre o mujer, sí que era pura fibra, fuerte como un ninja. Aunque nunca había visto uno. Arrancó, esquivando transeúntes, provocando bocinazos y frenadas. Gritaba como un rockero.
Llegamos a una calle desierta, avanzamos hasta llegar a un bar. Frenó dando un giro como en las películas. Caí y me levanté lo más rápido que pude. El anormal reía como tal.
Entramos, me emborrachó el olor.
-Querías conocer gente –me dijo.
Fui reconociendo a través del humo, las caras. Eran personajes de una película muy alocada. Reían y gesticulaban permanentemente. Estar sobrio en ese lugar era sentirse muy desubicado.
Conocí gente. Besos, abrazos, golpes en la espalda, una paliza que parecía no tener fin.
-Nos vamos –me dijo- después de la media hora más larga de mi vida. ¿Adónde te llevo?

-A Manhattan, pero andá despacio, me gusta conocer.

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