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lunes, 14 de septiembre de 2015

DISPARADOR

Escritores Creativos Experimental de Malvín

Sebastián Domínguez

En otros sitios, observar gente, sus sonidos diferentes y sus intenciones tan comunes, me fascina.
Como dice Sabina: pongamos que hablo de Madrid. El bar es mi centro de observación, es un teatro de la vida y a él concurro cuando  no tengo que hacer que hago algo. Un disfrute para mis atentos oídos.

Os cuento dos escenas que ilustran estas afirmaciones. Él, atildado y gentil. Ella, bonita y graciosa. La vio venir a través de la ventana y salió a su encuentro. Entraron muy alegres al bar.

Cuando un hombre invita a una mujer a tomar una copa, no le interesa la bebida y cuando ella acepta, es probable que tampoco.
Esa conversación en que ninguno dice lo que realmente quiere decir, es literatura de la mejor. Ellos resultaron maestros en ese arte.

El mozo rompió el encanto y seguramente ellos maldijeron ese silencio. Yo también…disfrutaba mucho de la situación.

Ayer llegó un hombre muy delgado de pelo blanco y abrigo de espiguilla. Antes de tomar asiento sacó un pan de su bolsillo y lo depositó sobre la mesa. ¡Qué tipo tan raro! –me dije. El extraño de pelo largo. Claro que envejecido, ajeno a lo rockero. Ella lo estaba esperando, pasó la vida esperándolo –le dijo.

La conversación fue áspera. Se dijeron todos los reproches. Él se levantó, sus ojos llorosos la miraron fijamente y balbuceó “Hay cosas que un hombre nunca debe contar”.
Loca ella, loco él.
El bar, contrafarsa de la gran ciudad.


1 comentario:

  1. Genial Sr. Domínguez

    como la golondrina que avisa de las otras

    Felicitaciones

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