Escritores Creativos Experimental de Malvín
Sebastián
Domínguez
En otros sitios,
observar gente, sus sonidos diferentes y sus intenciones tan comunes, me
fascina.
Como dice Sabina: pongamos que hablo de Madrid. El bar es
mi centro de observación, es un teatro de la vida y a él concurro cuando no tengo que hacer que hago algo. Un disfrute
para mis atentos oídos.
Os cuento dos escenas
que ilustran estas afirmaciones. Él, atildado y gentil. Ella, bonita y
graciosa. La vio venir a través de la ventana y salió a su encuentro. Entraron muy
alegres al bar.
Cuando un hombre invita
a una mujer a tomar una copa, no le interesa la bebida y cuando ella acepta, es
probable que tampoco.
Esa conversación en que
ninguno dice lo que realmente quiere decir, es literatura de la mejor. Ellos resultaron
maestros en ese arte.
El mozo rompió el
encanto y seguramente ellos maldijeron ese silencio. Yo también…disfrutaba
mucho de la situación.
Ayer llegó un hombre
muy delgado de pelo blanco y abrigo de espiguilla. Antes de tomar asiento sacó
un pan de su bolsillo y lo depositó sobre la mesa. ¡Qué tipo tan raro! –me dije.
El extraño de pelo largo. Claro que
envejecido, ajeno a lo rockero. Ella lo estaba esperando, pasó la vida
esperándolo –le dijo.
La conversación fue
áspera. Se dijeron todos los reproches. Él se levantó, sus ojos llorosos la
miraron fijamente y balbuceó “Hay cosas que un hombre nunca debe contar”.
Loca ella, loco él.
El bar, contrafarsa de
la gran ciudad.
Genial Sr. Domínguez
ResponderEliminarcomo la golondrina que avisa de las otras
Felicitaciones