Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
Ejercicio de personaje secundario frustrador.
Rosa Cimbler
Juana Acosta era la
tercera hija mujer de una familia modesta. Desde muy pequeña, se había
acostumbrado a ver a su madre sobre la máquina de coser.
No solo confeccionaba
ropa nueva, sino que también refaccionaba las prendas que algunas clientas le
traían. Como era cumplidora y prolija en su labor, nunca le faltaba trabajo. Era
considerada en su precio; por ello lo que percibía apenas le daba para pagar el
alquiler de la vivienda que compartía con su esposo y sus tres hijas en el
barrio Sayago.
Su padre hacía changas
en la construcción y por ello el dinero entraba en forma irregular, según lo
que hubiese en el momento.
Juanita cursaba quinto
año de bachillerato opción humanística. Soñaba con entrar en el I.S.E.F. para
ello debía rendir un examen de ingreso bastante exigente. Éste evaluaría sus
condiciones físicas en varias áreas, tales como carrera, salto, lanzamiento de
disco, natación, etc.
Sus hermanas, mayores
que ella, gracias al sacrificio de sus padres, habían logrado diplomarse en peluquería
y en maquillaje social y artístico. Ambas se habían insertado en sendos
institutos estéticos, lo cual les permitía adquirir experiencia con vistas a
independizarse en un futuro.
Juanita, mientras
tanto, trataba de estudiar lo más posible. Su físico era no muy atlético, más
bien gordita, de estatura media, aunque muy ágil y afecta a cualquier deporte.
Era frecuente que
conversara con Flavia, una compañera, sobre sus intenciones de ingresar al
I.S.E.F. ésta la desanimaba diciéndole:
-¿Estás
segura? ¡Mirá que Fernando, amigo de mi hermano reprobó el examen! Tenés que
estrenar mucho…estás muy gordita, tenés que bajar por lo menos doce kilos.
Juanita la escuchaba,
no le caían bien sus palabras. Pero, a pesar de ellas, decidió continuar con su
idea, sin dar ni un paso atrás. Comenzó a entrenar en una plaza
de deportes cercana a su casa.
Practicaba vóley y gimnasia.
Lo hacía metódicamente seis horas semanales. Los sábados iba al club Ituzaingó.
Allí practicaba estilos de nado.
En poco tiempo estilizó
notablemente su figura, ganando agilidad y destreza. El examen de ingreso tan
temido fue aprobado con alta calificación.
Al encontrarse con
Flavia, le contó su éxito recibiendo tan solo una fría felicitación que dejaba
traslucir su recelo. Quedó claro que su amistad no era más que una cáscara.
Juanita lograría con
tesón realizar una carrera exitosa.
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