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lunes, 21 de septiembre de 2015

AMISTAD ENGAÑOSA

Escritores Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
Ejercicio de personaje secundario frustrador.

Rosa Cimbler

Juana Acosta era la tercera hija mujer de una familia modesta. Desde muy pequeña, se había acostumbrado a ver a su madre sobre la máquina de coser.
No solo confeccionaba ropa nueva, sino que también refaccionaba las prendas que algunas clientas le traían. Como era cumplidora y prolija en su labor, nunca le faltaba trabajo. Era considerada en su precio; por ello lo que percibía apenas le daba para pagar el alquiler de la vivienda que compartía con su esposo y sus tres hijas en el barrio Sayago.
Su padre hacía changas en la construcción y por ello el dinero entraba en forma irregular, según lo que hubiese en el momento.
Juanita cursaba quinto año de bachillerato opción humanística. Soñaba con entrar en el I.S.E.F. para ello debía rendir un examen de ingreso bastante exigente. Éste evaluaría sus condiciones físicas en varias áreas, tales como carrera, salto, lanzamiento de disco, natación, etc.
Sus hermanas, mayores que ella, gracias al sacrificio de sus padres, habían logrado diplomarse en peluquería y en maquillaje social y artístico. Ambas se habían insertado en sendos institutos estéticos, lo cual les permitía adquirir experiencia con vistas a independizarse en un futuro.
Juanita, mientras tanto, trataba de estudiar lo más posible. Su físico era no muy atlético, más bien gordita, de estatura media, aunque muy ágil y afecta a cualquier deporte.
Era frecuente que conversara con Flavia, una compañera, sobre sus intenciones de ingresar al I.S.E.F. ésta la desanimaba diciéndole:

-¿Estás segura? ¡Mirá que Fernando, amigo de mi hermano reprobó el examen! Tenés que estrenar mucho…estás muy gordita, tenés que bajar por lo menos doce kilos.

Juanita la escuchaba, no le caían bien sus palabras. Pero, a pesar de ellas, decidió continuar con su idea, sin dar ni un paso atrás. Comenzó a entrenar en una plaza de deportes cercana a su casa.
Practicaba vóley y gimnasia. Lo hacía metódicamente seis horas semanales. Los sábados iba al club Ituzaingó. Allí practicaba estilos de nado.
En poco tiempo estilizó notablemente su figura, ganando agilidad y destreza. El examen de ingreso tan temido fue aprobado con alta calificación.
Al encontrarse con Flavia, le contó su éxito recibiendo tan solo una fría felicitación que dejaba traslucir su recelo. Quedó claro que su amistad no era más que una cáscara.
Juanita lograría con tesón realizar una carrera exitosa.



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