Escritores Creativos
Experimental de Malvin
Betty Chiz
-Es así, don Belisario.
Como se lo estoy contando. Uno a uno fueron desapareciendo. Los vecinos no se lo
explicaban. Ya le hablé del primero. Le dije que su viuda, supuesta viuda,
claro, andaba como alma en pena. La gente creía que Leandro abandonó el pueblo
de aventurero nomás, a probar suerte en
la capital. Por eso no se extrañaron ni dieron parte a la policía. Es más,
alguno llegó a pensar que habría un problema de polleras de por medio.
-Mire usté, don
Reboledo.
-Menos mal que no
tenían hijos todavía. Para peor el pueblo se iba quedando sin brazos para el
trabajo rudo. Del segundo no se supo más, luego de una reyerta durante la
noche, en el velorio del viejo Santero. Dicen que por la herencia. Los dos
hijos y unos primos, ahí mismito, delante del cajón del difunto, empezaron a
discutir y palabras más, palabras menos, atravesando la bataraza y el cinto de
cuero uno dejó ver un facón que brillaba con un fulgor machazo.
-¡Y la sangre llegó al
río!
- No se vista que no
va. El menor de los Santero logró escapar por la puerta de la cocina y nunca
más lo vieron. Dejó una novia con un
embarazo de cinco meses que a raíz del susto nació prematuro.
-¿Y es nena?
-Así es, don Belisario.
Otra hembrita. Ese es el drama de este pueblo. No quedaron sementales en el
poblado, porque después de Leandro y del Santerito, noche a noche, se fue
despoblando La Serranita. Para peor, anda corriendo un rumor, de que por ahí se
aquerenció una bruja y que con sonidos que sólo pueden ser oídos por los
mancebos y algún hombre joven ya casado, los trastorna y los atrae a sus
dominios. Pero don Belisario, no pierda el sueño, son sólo habladurías. Después
de todo, de algo tenemos que hablar en estas noches de viento, agua y
refusilos.
-Pero, don
Reboledo, a mí no me la cuente en colores.
Hace como quince días que el comisario de la 22º se hizo humo. Esa bruja se lo
llevó con camioneta y todo.
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