Escritores
Creativos Biblioteca Ernesto Herrera
María Teresa
Escandell
Estaban cubiertos de
arena tibia aún, jugueteando como unos chiquillos. El día había sido particularmente
caliente e invitaba al pecado. Era lo que más les gustaba, ese roce de piel con
piel, los transportaba a lo más primitivo, donde lograban lo más dulce y
salvaje en forma plena.
El sol comenzaba a
ocultarse y el cielo a teñirse de rosas, naranjas y violáceos, era un momento íntimo,
estaban solos, algo mágico. Se iban apagando las luces del día y ellos cada vez
más cerca, cada vez se sentían más unidos por ese encanto.
Desde que habían
llegado a ese lugar era algo como un conjuro que los atrapaba, que los llevaba
a adentrarse en el verde mar, bajo las estrellas, llevando sus manos a
conocerse noche a noche a noche y a recorrer cada parte de su cuerpo como si fuera
la primera vez. Él se embriagaba viendo su rojiza cabellera luego de surgir de
entre las aguas, ella lo sabía se alejaba nadando, así Vivían ese idilio.
Las olas los golpeaban
suavemente y ese vaivén excitante los movía a su antojo, uno hacia el otro y el
gozo inmenso los tenía prendados, son importarles más nada en el mundo.
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