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domingo, 20 de septiembre de 2015

LA ISLA

Escritores Creativos Experimental de Malvín
Betty Chiz

Tengo dos días de plazo para abandonar la isla. El guardacostas me anuncia por el megáfono que no puedo permanecer en ese territorio que hace una semana fue declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO.

Cuando encallé con mi velero y pude salvar las pocas vituallas que llevaba a bordo, más algunas prendas, no me imaginé que me iba a quedar estos diez años, comiendo dátiles, pescando sardinas, cazando algún pato, alguna liebre y cosechando tomates y calabazas cuyas semillas utilicé de las que pude rescatar de mi equipo de emergencia. Un manantial de agua dulce que descubrí cuando me interné isla adentro fue lo que me permitió saciar mi sed y utilizarla en mis cocciones. Dicho sea de paso, una caja de cerillas y un fogón ardiendo siempre, sustentaron mis días. 
Era tan grande mi sensación de paz, que cuando las patrullas surcaban el agua a pocas millas, yo deseaba que no se percataran de mi existencia.

Es que era un disfrute escapar de aquella horrorosa oficina llena de ficheros metálicos, computadoras, cables, enchufes, desayunos de trabajo, camisas remangadas y corbatas a rayas diagonales con los colores de la empresa. Era relajante salir de la rutina de gráficas en las pizarras blancas y los drypens marcando con unas líneas el ascenso de las ganancias y con otra, el descenso de la incidencia salarial en los costos. Fue un alivio dejar de ver a los alcahuetes de siempre, orejeando a gerentes y ejecutivos.

Por las mañanas me zambullía en las aguas transparentes, jugaba con los delfines, les cantaba y ellos me arrullaban. No dejé de afeitarme ni cortarme el cabello, costumbre que me producía placer. Dejé de extrañar a mi familia.

Supongo que ahora mis hijos deben haber crecido. Incluso ya serán ingenieros o arquitectos o músicos, vaya a saber qué resolvieron hacer con sus vidas. Yo me tengo que ir preparando para la vuelta a la civilización.

Para cuando vuelva, tengo que demostrarles que los extrañé mucho. Una mentira piadosa para sumergirme nuevamente en la infame selva y evocar esta escapada a la Isla.



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